El diputado de Vox Antonio Sevilla, en el Parlamento de Andalucía

El diputado de Vox Antonio Sevilla, en el Parlamento de AndalucíaVox

Entrevista

Antonio Sevilla (Vox): «El objetivo de la tasa turística es costearles la fiesta a los malos alcaldes»

El portavoz de Turismo de Vox en Andalucía critica el «discurso ambiguo» del consejero y que la izquierda recurra al turismo como «cabeza turco» para justificar su «incapacidad política»

El debate sobre la tasa turística está servido. Antonio Sevilla, diputado autonómico y portavoz de Vox en la comisión de Turismo, explica en esta entrevista el posicionamiento de su partido al respecto de este «impuesto», que «lastraría uno de los principales pilares de la economía andaluza», y critica el «discurso ambiguo» del consejero.
–¿Por qué Vox está en contra de una tasa turística en Andalucía?
–En Vox nos oponemos rotundamente a que el Gobierno del PP cree en Andalucía un nuevo impuesto, que es realmente de lo que estamos hablando, con el que se grabaría y lastraría uno de los principales pilares de la economía andaluza, como es el sector turístico, con el único objetivo de costearles la fiesta a esos malos alcaldes que no hacen bien los deberes y que no llegan a final de mes.
Es importante que los andaluces conozcan algo que ni Moreno Bonilla ni sus consejeros les explican, y es que los empresarios turísticos ya contribuyen al impacto de la actividad en el territorio pagando más por los servicios que consumen. Un empresario del sector del alojamiento turístico paga más en el IBI por su establecimiento que las viviendas particulares y paga más en la tasa de recogida de basuras o en la factura del agua que un vecino cualquiera. Por tanto, no es cierto que este impuesto venga a compensar el impacto del turismo; este impacto ya está compensado.
–¿Y cómo es posible que una tasa al turismo sea «discriminatoria» y fomente la «desigualdad» como aseguran en Vox?
–Es un impuesto discriminatorio, ya que no gravaría el posible impacto que tiene la actividad turística sobre el territorio, sino las pernoctaciones. No grava el uso que el turista hace de los recursos del destino, sólo penaliza a aquel turista que duerme en el destino. No lo abonarían los turistas que, por ejemplo, vengan en autocaravana o se alojen en la casa de unos amigos.
Pero es que también fomentaría el dumping fiscal entre municipios al generar desigualdades fiscales entre territorios, y teniendo en cuenta las elasticidades de oferta y demanda, no lo pagaría el turista, lo acabaría asumiendo el empresario, pasando a formar parte de sus costes variables.
A esto hay que sumar que este impuesto iría a la caja única de los ayuntamientos. De este modo, y en contra de lo anunciado, no repercutiría en mejoras del destino, ni en su mantenimiento, sino que serviría para sufragar los gastos generales de la administración pública.

En Vox nos tememos que Moreno acabará sucumbiendo ante las presiones de los alcaldes para crear un nuevo tributo

–El Gobierno andaluz ya ha dejado clara su posición en contra de la tasa turística. ¿Le convencieron los argumentos del consejero, Arturo Bernal, en la comisión parlamentaria?
–Le tengo que hacer un matiz muy importante. El consejero en su comparecencia señaló que él, particularmente, era contrario, pero no dejó clara en ningún momento la postura del Gobierno del PP en Andalucía. Todo lo contrario: ofreció un discurso ambiguo donde tejió un relato que le permitiese salir airoso de cualquier escenario. Se opuso a la tasa, pero, al mismo tiempo, se mostró a favor de su implantación.
El sector turístico ya ha dicho que está en contra; la FAMP, que quiere su implantación. Si tan clara fuese la posición del Gobierno de la Junta en contra de la tasa turística, ¿qué sentido tiene insistir en sentar a dialogar a tres actores donde ya hay dos que dicen no? Piénselo.
El Ejecutivo de Moreno Bonilla está en lo de siempre, decir una cosa y hacer justo la contraria, utilizando ese falso consenso para esconder, como nos tememos en Vox, que acabará sucumbiendo ante las presiones de los alcaldes, muchos de ellos del PP, que insisten en crear un nuevo tributo para seguir malgastando el dinero público.
–¿Cómo se combate el «turismo masivo» que denuncian los grupos de izquierdas como argumento para reclamar la tasa turística?
–Antes de nada, convendría que la izquierda nos explicara a todos qué es eso del «turismo de masas», palabrería ideológica con la que sólo intentan dividir y enfrentar a los que vacacionan con los que residen en las localidades que visitan.
Invito a todos los andaluces a hacer una simple regla de tres con la que se desmonta de un plumazo la argumentación de la izquierda sobre el turismo. Si la tasa turística cobra por pernoctaciones, estará conmigo que a mayor número de pernoctaciones mayores ingresos, y a mayores ingresos más dinero para la administración. ¿Cómo pretenden convencernos entonces que el fin de un impuesto es minorar el número de pernoctaciones? ¿No será lo contrario, que pretenden llenar las arcas a costa del turismo, aprovechándose para ello del trabajo y el esfuerzo del sector turístico y así poder seguir gastando y despilfarrando?
Las concentraciones, sean las que sean, disminuyen aumentando el disolvente. En el caso del turismo el disolvente es la oferta turística, la cual debe aumentar en diversidad y tiempo. Esto es lo que conocemos como diversificación y desestacionalización, algo con lo que a los políticos de unos y otro color se les llena la boca pero que, por lo que se ve, no tienen todavía muy claro qué significa y cómo llevarlo a cabo.
–¿Cree que es necesaria una reforma del reparto de los ingresos por fiscalidad que se obtienen del turismo en Andalucía?
–Como ya hemos comentado, la fiscalidad de las empresas es superior a la de los particulares. Lo que hace falta es que quienes reciben esos ingresos públicos aprendan a gestionarlos y quien no lo haga asuma las consecuencias de su mala gestión con coste a su patrimonio personal (como cualquier gestor privado). Cualquier político debe tener claro que gestiona no para el bien de su partido, ni para su bien personal, sino para el bien de los ciudadanos.
Si los ayuntamientos necesitan más dinero, deben empezar por eliminar gastos superfluos e innecesarios y reducir el coste político. En definitiva, gestionar mejor el dinero que es de todos. Esto no es más que hacer lo que hace cualquier familia cuando no llega a final de mes o como cualquier empresa cuando sus negocios no generan lo esperado: reducir gastos y emplearlo en lo importante.
Si tan «buenos gestores» son en el Partido Popular de Moreno Bonilla, ¿por qué no empiezan por gestionar mejor los ayuntamientos donde gobiernan en lugar de utilizar a sus alcaldes pedir que se cree otro impuesto con el que poder seguir despilfarrando?

El turismo es sólo una de las múltiples cabezas de turco con la que la izquierda pretende justificar su incapacidad política

–¿El sobreturismo es causa de la pérdida de identidad de algunos barrios o cascos históricos de Andalucía?
–Eso es precisamente lo que la izquierda pretende hacernos creer para enfrentar a los que viven en un sitio con los que van a visitarlo, y para evitar que nos desplacemos y nos movamos libremente por donde queramos, como ha hecho el hombre desde que el mundo es mundo.
¿Acaso barrios como los de Santa Cruz, en Sevilla; la Viña, en Cádiz; el Albaicín, en Granada, o los patios de Córdoba han perdido su identidad por ser de los sitios más visitados de Andalucía? La identidad de un barrio o de un casco histórico no se pierde porque lo visiten más o menos turistas. Se pierde cuando desde los ayuntamientos no se gestiona bien.
El turismo es sólo una de las múltiples cabezas de turco con la que pretenden justificar su incapacidad política aquellos a quienes el cargo de gestor les viene grande, achacándole los problemas en servicios públicos como la limpieza o la seguridad, los cuales no funcionan pero por su pésima gestión y porque se gastan el dinero de todos en todo menos en lo que realmente importa.
Por eso digo, con conocimiento de causa, que Andalucía es una potencia mundial en turismo no gracias a la clase política, sino a pesar de la clase política que padecemos desde hace décadas.

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