Vista de Matalascañas desde la costa, con su conocido 'tapón'

REMITIDA / HANDOUT por AYUNTAMIENTO DE ALMONTE
Fotografía remitida a medios de comunicación exclusivamente para ilustrar la noticia a la que hace referencia la imagen, y citando la procedencia de la imagen en la firma
08/2/2024

Vista de Matalascañas desde la costa, con su conocido 'tapón'Ayuntamiento de Almonte

Huelva

De la calma al bullicio: los pueblos de Huelva que se transforman en ciudades con la llegada del verano

El caso más paradigmático es Matalascañas, localidad de apenas 2.000 habitantes que puede acoger a más de 100.000 personas en julio y agosto

Cada año, con la llegada de julio, varios pueblos de la provincia de Huelva viven una transformación sorprendente. Su población se multiplica; la actividad económica se intensifica, y el ambiente cambia por completo. Lo que durante el invierno son tranquilos núcleos rurales se convierte en auténticas ciudades en verano, impulsadas fundamentalmente por el turismo y los propietarios de segundas residencias.

El caso más paradigmático es el de Matalascañas, núcleo perteneciente al municipio de Almonte. Durante el invierno, esta localidad apenas supera los 2.000 habitantes, pero en los meses de julio y agosto puede acoger a más de 100.000 personas. Sus extensas playas atraen tanto a turistas andaluces como del resto de España, y su cercanía a Sevilla hace de ella un enclave perfecto para domingueros que huyen de la calor sevillana.

Isla Cristina es otro ejemplo claro de esta metamorfosis estacional. Cuenta con una población estable de unos 21.000 habitantes, pero en verano puede superar los 80.000. Su lonja pesquera, una de las más importantes de España, se une al atractivo turístico de sus playas y su gastronomía, haciendo que la localidad viva una auténtica explosión de vida durante los meses estivales.

Punta Umbría, a escasos kilómetros de Huelva capital, también vive una transformación en verano. De sus poco más de 15.000 habitantes censados pasa a albergar más de 60.000 personas durante julio y agosto. Las segundas residencias, los apartamentos turísticos y los hoteles se llenan, y el paseo marítimo se convierte en el epicentro de la actividad tanto de día como de noche.

Incluso en pueblos de interior como Aroche o Cortegana se percibe este fenómeno. Aunque no alcanzan las cifras de la costa, su población crece notablemente con el regreso de familias que emigraron a ciudades como Sevilla, Barcelona o Madrid. Muchos de ellos conservan sus casas en el pueblo y aprovechan el verano para reconectar con sus raíces, participar en las fiestas patronales y disfrutar de la naturaleza de la Sierra de Aracena.

Refuerzo de servicios municipales

Este crecimiento estacional supone un reto para los ayuntamientos, que refuerzan servicios como la recogida de basura, el abastecimiento de agua, la atención sanitaria o la seguridad ciudadana. De hecho, muchos consistorios elaboran planes especiales de verano para hacer frente a esta situación, contratando personal extra y adaptando horarios de atención al público.

No obstante, este auge temporal también tiene un fuerte impacto positivo en la economía local. Comercios, bares, restaurantes y alojamientos hacen en verano buena parte de su facturación anual. Además, se generan empleos temporales que alivian en parte la tasa de desempleo que afecta a la provincia durante el resto del año.

La dualidad entre la calma invernal y el bullicio veraniego se ha convertido en una seña de identidad de estos pueblos onubenses. Esta particularidad permite que el territorio se mantenga vivo durante todo el año, conservando sus tradiciones y su patrimonio, gracias al impulso que cada verano le dan quienes lo visitan o regresan para reconectar con sus raíces.

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