Otros participantes, están viviendo ahora en Aguilar, acogidos en el centro de protección internacional de la Fundación San Juan de Dios, pero proceden de Venezuela y para ellos esta experiencia ha supuesto una vuelta al origen. «Mi padre tenía mucho ganado: vacas, búfalas y me sentí en el hogar al participar en el curso. Me parece una experiencia maravillosa, te acabas enamorando del paisaje, de los animales, es espectacular», comenta Juan Carlos Atencio, quien sí ve el pastoreo como una opción de futuro. Junto a él, Douglas Rosas, también venezolano, con movilidad reducida, califica de «inolvidable» su paso por la Escuela de Pastores. En principio, solo tenía previsto participar en las clases teóricas. El empeño de sus compañeros y el apoyo del colectivo «Montaña Palentina Inclusiva» hizo posible la cesión de una silla adaptada. Gracias a este acto solidario, Douglas pudo sentirse pastor de cabras por un día en un territorio, a veces hostil, como la Montaña Palentina.