La postración es un signo de humildad que busca recordar a sus protagonistas que la consagración que sigue sea un don y no un privilegio, y que tiene su origen en la actitud de Jesucristo en Getsemaní: «Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: 'Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú'» (Mt 26, 39).