El incendio de 1861, en un grabado de la épocaWikimedia

Historias de Barcelona

El fantasma de la ópera de Barcelona: la maldición del búho de fuego del Gran Teatro del Liceo

La tragedia ha sacudido al menos en tres ocasiones al exclusivo teatro barcelonés

Como cualquier institución que se precie, el Gran Teatro del Liceo de Barcelona tiene su propia maldición y sus leyendas. Sin desmerecer a la Ópera Garnier de París, la cual se vanagloria de tener su propio fantasma gracias a la novela de Gaston Leroux, el Liceo ha desarrollado a lo largo de los años sus propios mitos, vinculados a diversos incendios y misterios.

Donde hoy se levanta el teatro, antes estaba el convento de los Monjes Trinitarios Descalzos, que se edificó en 1633 y fue abandonado en 1835, por la Desamortización de Mendizábal. En 1844, el terreno fue adquirido por la sociedad impulsora del Liceo Filarmónico, y el convento fue demolido para construir el Gran Teatro del Liceo, inaugurado en 1847.

Grabado del siglo XIX del primer edificio del LiceoWikimedia

Durante las excavaciones, se encontraron restos de los monjes trinitarios que habían sido enterrados en el convento. Hay quien relaciona esta profanación de tierra sagrada con el gran incendio que sufrió el Liceo el 9 de abril de 1861. Un fuego de grandes dimensiones redujo a cenizas la sala principal y el escenario. La destrucción fue casi total.

Cuando el incendio quedó sofocado, un trabajador halló entre los escombros un mensaje: «Sóc un mussol i vaig tot sol; si el torneu a aixecar, el tornaré a cremar», que significa «soy un búho y voy en solitario; si lo volvéis a levantar, lo volveré a quemar». El búho representaría la ira o la venganza contra el edificio, por haberse profanado el cementerio.

Nunca se supo el origen de aquel mensaje. Lo cierto es que nadie hizo caso a aquel papel, tildándolo de leyenda sin fundamento. Por eso decidieron emprender la reconstrucción, que bajo la dirección de Josep Oriol Mestres se llevó a cabo con gran rapidez, manteniendo el estilo y la decoración originales que eran apreciados por su sonoridad.

Reapertura y tragedia

El teatro volvió a inaugurarse el 20 de abril de 1862. De la estructura original del Liceo, solo se salvaron la entrada por La Rambla y el Salón de los Espejos, que en aquella época se conocía como El Vergel. El Liceo era propiedad de la Sociedad de Propietarios, que eran los dueños de los palcos y butacas.

Esta sociedad y la burguesía barcelonesa asumieron el grueso del costo y la responsabilidad, acelerando el proceso. Para ayudar a recaudar fondos, se efectuó una suscripción pública. Dado el éxito limitado entre la población general, fue el Ejército –en ese momento bajo el Capitán General de Cataluña, el Conde del Asalto– quien completó la suma necesaria para asegurar la financiación total y la rápida finalización de la obra.

No obstante, no acabó aquí la maldición del Liceo. Esta tomó forma de bomba, el 7 de noviembre de 1893. Se estaba representando la ópera Guillermo Tell de Rossini, cuando el anarquista Santiago Salvador Franch lanzó dos bombas Orsini desde el quinto piso. Estas cayeron al patio de butacas. Explotó solo una, dejando 22 muertos y decenas de heridos.

Portada de 'Le Petit Journal' relatando el episodioWikimedia

Salvador logró escapar inicialmente, pero fue capturado, juzgado, condenado a muerte y ejecutado mediante garrote vil el 21 de noviembre de 1894 en Barcelona. El atentado del Liceo fue uno de los actos más dramáticos del anarquismo violento en la Barcelona de finales del siglo XIX e intensificó la represión política contra el movimiento anarquista en España.

Durante aquel periodo, Barcelona se conoció como «la ciudad de las bombas». Durante esos años se registraron más de 60 atentados con explosivos. Después del atentado el teatro cerró, para reparar los daños. Abrió de nuevo la segunda quincena de enero de 1894 con el Lohengrin de Wagner.

Una tercera maldición

La maldición volvió el 31 de enero de 1994. Se estaban realizando unos trabajos de reparación y mantenimiento, cuando una chispa de un soplete prendió el telón de terciopelo. En minutos el fuego se propagó de forma incontrolable. El búho volvió a sobrevolar el teatro, y la sala principal, el escenario y gran parte de la estructura interna quedaron reducidos a cenizas.

Fachada del Gran Teatro del Liceo, en la actualidadWikimedia

Al igual que en el incendio de 1861, el Salón de los Espejos, el vestíbulo y el Círculo del Liceo se salvaron de las llamas, en gran parte gracias a la rápida acción de los bomberos y trabajadores que impidieron la propagación a edificios contiguos. Tras el incendio, se creó el Consorcio del Gran Teatro del Liceo, integrado por las administraciones públicas, y no privadas como en 1861.

La reconstrucción fue dirigida por los arquitectos Ignasi de Solà-Morales, Lluís Dilmé y Xavier Fabré. El objetivo fue recrear fielmente la sala histórica, manteniendo su famosa acústica, pero dotarla de una infraestructura técnica y de seguridad de vanguardia. Se aprovechó para ampliar el teatro, excavando a gran profundidad bajo la Rambla y utilizando solares vecinos para crear un nuevo foyer y una moderna caja escénica. El nuevo Gran Teatro del Liceo reabrió sus puertas el 7 de octubre de 1999.

La reconstrucción de este nuevo Liceo ascendió a los 132 millones de euros. El coste fue sufragado por la Generalitat de Cataluña, el Ministerio de Cultura del Gobierno de España, el Ayuntamiento de Barcelona, la Diputación de Barcelona y una pequeña aportación de los antiguos propietarios. Si en 1862 se inauguró el nuevo teatro con la ópera I Puritani de Bellini, en 1999 se eligió Turandot de Puccini.