El socialista Ximo Puig, compareciendo en la noche del 28 de mayo.

El socialista Ximo Puig, compareciendo en la noche del 28 de mayoPSPV-PSOE

Elecciones 23-J  La izquierda encara la campaña en la Comunidad Valenciana tras la debacle del 28-M y sin liderazgos efectivos

Mientras el PSPV-PSOE está en un proceso de sucesión, Compromís busca reubicarse en el tablero político y Unidas Podemos sigue inmerso en sus luchas cainitas

Las formaciones políticas que todavía gobiernan en funciones la Comunidad Valenciana tienen a día de hoy más aspectos en común que cuando tenían plena potestad ejecutiva y conformaban el tripartito de izquierdas. Esta paradójica circunstancia se debe en gran parte a que tanto el PSPV-PSOE como Compromís y Unidas Podemos continúan asimilando el duro varapalo que supuso para ellos el 28 de mayo.
Una vez se cerraron las urnas, comenzó el escrutinio y se comenzaron a publicar los primeros datos oficiales, en las tres sedes se confirmaron los peores augurios: no solo perdían el Gobierno de la Generalitat, también buena parte del poder local que venían cosechando desde 2015.
En términos autonómicos, nada más comenzar la noche electoral la duda residió no en si el Partido Popular y Vox obtendrían mayoría absoluta, sino por cuántos escaños la superarían. Finalmente fueron 53 asientos entre los dos, tres por encima del objetivo marcado.
La conclusión fue tan automática como clara: en la Comunidad habría un cambio de ciclo político en favor del centro-derecha y se pondría fin a ocho años de la izquierda en el poder regional. Por partidos, los socialistas perderán en cuestión de días la plaza autonómica más importante que tenían, dejando de paso muy tocadas las aspiraciones electorales del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El PP, en las tres capitales

A sus socios ni mucho menos les fue mejor. Compromís perdió dos escaños y 90.000 votos, mientras que Unidas Podemos directamente pasa a ser fuerza extraparlamentaria al quedarse en el 3,5 % de los votos totales, un punto y medio por debajo del 5 % mínimo requerido.
A todo esto cabe unirle que el PP estará al frente de ocho de las diez principales ciudades de la región, incluidas las tres capitales de provincia y municipios tan importantes económica y demográficamente como Elche –el tercero más poblado–, Torrente o Benidorm. El mapa de la Comunidad, de nuevo teñido de azul.
Pero todo, por en muy malas circunstancias que se den, es susceptible de empeorar. En 35 días hay una nueva cita electoral, en este caso de carácter general y a ella la izquierda valenciana acude en sus horas más bajas, ya que a la debacle del 28-M se le une una falta de liderazgo efectivo en los tres partidos.
Al respecto, Ximo Puig no deja de ser un líder en transición. Si por él fuera, el mismo día de la investidura de Mazón estaría fuera de la política. En cambio, el adelanto electoral ha trastocado sus planes por completo. Así, los socialistas valencianos se disponen a afrontar una campaña con un partido no en descomposición pero sí en claro proceso sucesorio. De hecho, la confección de las listas electorales ya ha supuesto el primer choque entre el todavía secretario general y el que aspira a serlo oficiosamente, el alcalde de la localidad de Mislata, Carlos Fernández Bielsa.
Tanto Puig como su núcleo duro están en la rampa de salida y las generales no han hecho sino dilatar lo ineludible. Aún así, como Sánchez es su propia prioridad, no va a tener el menor inconveniente a la hora de hacer mítines en la Comunidad Valenciana con un partido fracturado, pensando en qué será de él en el corto y medio plazo. Pero lo importante es Pedro. Si lo fue en los actos de las locales y autonómicas, cómo no lo va a ser cuando se juega su futuro político.
A Compromís le sucede tres cuartos de lo mismo. Con la dimisión forzada de Mónica Oltra, los nacionalistas se vieron en un contexto sin igual. Para intentar remediarlo llegó Joan Baldoví –no sin críticas internas a troche y moche–, pero ni por esas. Sus aspiraciones de vicepresidir otro tripartito de izquierdas han resultado baldías y su papel en la oposición va a quedar relegado a un inesperado segundo plano.
El candidato de Compromís a la Generalitat Valenciana, Joan Baldoví, en rueda de prensa el 28 de mayo.

El candidato de Compromís a la Generalitat Valenciana, Joan Baldoví, en rueda de prensa el 28 de mayo.CARLOS LUJÁN/EP

No solo eso, sino que con vistas al 23-J su influencia ya se está viendo relegada en favor de Yolanda Díaz y de un Sumar que por mucho que se coaligue con los valencianos carece de implantación territorial. Además, está por ver cómo será esa relación después de que la ministra de Trabajo no apoyara a a Baldoví el 28-M y pidiera el voto para el candidato de Unidas Podemos, Héctor Illueca.
Díaz sí apoyó explícitamente al alcalde de Valencia, Joan Ribó. No obstante, este también dejará hoy mismo el cargo, dejando huérfano a nivel local a Compromís de un liderazgo tan necesario en estos momentos. Por tanto, el panorama de los valencianos se podría resumir en: tres cabezas visibles –Oltra, Baldoví y Ribó–, pero ningún líder natural. Mala papeleta con la que la vicepresidenta segunda ha de jugar.
Crisis en el PSPV-PSOE, nadie al timón en Compromís y caos absoluto en Podemos. La coalición morada va estar al menos los próximos cuatro años en la más absoluta irrelevancia, ya que ha quedado fuera tanto de las Cortes Valencianas como del Ayuntamiento levantino. Sus resultados han sido tan malos que la propia dirección provincial los ha calificado de «catastróficos». Tan es así, que no pocos dirigentes han culpado a los dirigentes nacionales por su «proceso de abandono constante y reiterado de los círculos locales», algo que ha derivado en «un clima de confrontación permanente».
Así afronta la izquierda valenciana la campaña de las elecciones generales del 23 de julio. Tras el duro golpe del 28 de mayo, las tres formaciones confiaban en que se podía volver a movilizar a sus fieles, aspecto que en la actualidad suena a un deseo más que a una realidad. Mientras los socialistas están centrados en cómo sobrevivir a la pérdida de poder, Compromís sigue intentando reubicarse interna y externamente y Unidas Podemos eterniza su génesis cainita y sus dirigentes no paran de automutilarse.
Comentarios
tracking