Altea Hills, la urbanización de Alicante que encandiló a Putin y al turismo ruso

Altea Hills no es una urbanización cualquiera. Es un fortín de lujo enclavado en la alicantina sierra de Bernia, donde los magnates rusos encontraron su refugio tras la disolución de la URSS. Entre sus residentes más ilustres se menciona, con insistencia pero sin confirmación oficial, a Vladímir Putin. Según una investigación televisiva emitida en 2019, el presidente ruso habría pasado varios veranos disfrutando del Mediterráneo desde una villa a escasos kilómetros de Altea.

La atracción rusa por esta zona de la Costa Blanca arrancó en los años noventa, cuando las grandes fortunas del Este buscaron nuevos paraísos. España ofrecía sol, anonimato y seguridad: tres ingredientes que, combinados con los estándares de lujo de Altea Hills, generaron una mezcla irresistible para estos magnates.

Construida a las afueras de la pintoresca ciudad de Altea, Altea Hills ofrece villas, bungalows y apartamentos de alto standing con panorámicas al mar. Todo ello, rodeado por un dispositivo de seguridad que controla accesos, registra matrículas y patrulla día y noche. Aquí no se entra sin autorización.

Además del silencio y la privacidad, esta urbanización cuenta con infraestructuras de alto nivel: pistas de tenis, club de golf, spa, un hotel cinco estrellas y acceso al puerto deportivo Marina Greenwich, con capacidad para megayates. Desde allí, Putin y sus acompañantes podían contemplar calas como la del Soio o el Cap Negret, evitando multitudes.

Un enclave con identidad rusa

Más allá del lujo, lo que convirtió a Altea Hills en un enclave singular fue su papel como núcleo de la diáspora rusa en España. Aquí se levanta la primera iglesia ortodoxa rusa del país: el templo del Arcángel San Miguel, una réplica exacta de una iglesia del siglo XVII de Arkhangelsk. Construida con materiales y obreros traídos desde Rusia, el templo luce cinco cúpulas doradas y una planta en cruz. Su fundación no fue sencilla: tras varios rechazos, el permiso definitivo llegó desde el Patriarcado de Constantinopla en 1999.

El templo no solo recibe a fieles rusos residentes en España, sino también a autoridades religiosas y diplomáticas del Kremlin. Con el tiempo, se ha consolidado como símbolo espiritual y cultural de esta comunidad.

Entre ídolos pop y gimnastas olímpicas

Sin embargo, esta urbanización no es exclusiva de oligarcas del Este. También han recalado aquí celebridades como Julio Iglesias, Jean-Claude Van Damme o la gimnasta Svetlana Khorkina. La actriz estadounidense Amy Schumer llegó a declarar en sus memorias que Altea sería su destino vital si Trump ganaba las elecciones, aunque la promesa -por el momento- no la ha cumplido.

Mientras tanto, los turistas más discretos y adinerados también se dejan seducir. Las temperaturas suaves durante todo el año, un microclima estable y la posibilidad de practicar deportes náuticos o senderismo sin alejarse demasiado del confort son reclamos universales.

Vacaciones si el bolsillo lo permite

Aunque en verano muchos españoles buscan destinos nacionales para no reventar el presupuesto, Altea Hills queda fuera del alcance de la mayoría. Aquí, el metro cuadrado cuesta caro. Las villas más exclusivas tienen piscina infinita, jardín privado y vistas a un mar azul sin interrupciones. Pero quienes pueden permitírselo encuentran algo que no abunda: privacidad, lujo y tranquilidad a partes iguales.

Desde este refugio de élite, con vigilancia perimetral y aroma ortodoxo, Putin habría hallado su rincón preferido del Mediterráneo. Y si no fue así, al menos sus compatriotas se encargaron de convertirlo en una pequeña Rusia bañada por el sol de Alicante.