Maje en un momento del juicioPool

La nueva vida de Maje en la cárcel que no se ve en 'La viuda negra' de Netflix

La plataforma estrena la película que trata de recrear el crimen que conmocionó al barrio valenciano de Patraix y a la localidad alicantina de Novelda

El estreno este viernes de La viuda negra en Netflix ha vuelto a poner en boca de todos uno de los crímenes más turbios y mediáticos de la crónica negra española: el asesinato de Antonio Navarro en 2017 a manos de Salvador Rodrigo, amante de su esposa María Jesús Moreno, conocida ya como 'Maje, la viuda negra de Patraix'. Pero mientras el fenómeno true crime se alimenta del morbo y la ficción toma sus licencias, la realidad de Maje en prisión avanza por caminos que no salen en la pantalla.

Desde hace casi dos años, Maje cumple condena en la Unidad de Madres Irene Villa del centro penitenciario de Fontcalent, en Alicante. Allí cría a su hijo, nacido en julio de 2023, fruto de una relación mantenida con otro interno en Picassent, el centro donde estuvo recluida previamente. El padre -también condenado por asesinato al asestar 44 cuchilladas a su víctima y lanzar su cuerpo al fondo del Júcar con una bombona de butano atada a los pies- ha desaparecido del mapa: rechazó el permiso penitenciario que se le ofreció para conocer al niño y se desentendió por completo tras el parto, según informó Las Provincias. Hoy, él ya está en libertad. Ella sigue entre rejas.

En Fontcalent, Maje vive en una de las 32 habitaciones de esta unidad separada del resto del penal, pensada para internas con hijos menores de tres años. Son espacios diseñados para que los pequeños crezcan en un entorno lo menos carcelario posible: habitaciones de 22 metros cuadrados, zonas de juegos y seguridad invisible. Cámaras, controles y vigilancia sin barrotes visibles, todo orientado a preservar la infancia dentro de un sistema que castiga a la madre pero intenta proteger al menor.

Deberá entregar a su hijo

A esta «normalidad» en lo anormal se aferra Maje, que deberá entregar a su hijo a otros tutores legales cuando cumpla tres años. Será entonces, en julio de 2026, cuando tenga que regresar a Picassent, una de las cárceles más saturadas de España, donde comenzó su andadura penitenciaria en 2018 tras ser detenida. En esa prisión, mucho más dura y masificada, protagonizó varios episodios sonados, como haber mantenido relaciones sexuales en la piscina del centro con otro preso, según publicó El Mundo.

El crimen de Patraix no solo estremeció por la brutalidad del asesinato -siete puñaladas por la espalda mientras la víctima bajaba del coche en su garaje-, sino por la frialdad con la que Maje trató de manipular su entorno, ocultando su implicación e incluso fingiendo duelo. Por todo ello fue condenada a 22 años de prisión. Salvador, autor material del crimen, cumple una pena de 17 años. Antonio, la víctima, era un joven ingeniero del municipio alicantino de Novelda.

Sus visitas en prisión

Ahora, con un hijo al que le quedan poco más de 12 meses junto a ella y el eco mediático de la película reavivando su historia, Maje ha reconstruido parte de su vida desde dentro. Según reveló el diario ABC citando fuentes penitenciarias, tiene una nueva pareja: un exconvicto que ha cumplido la mayor parte de su condena y la visita cada fin de semana, a menudo acompañado por los padres de ella. También recibe visitas puntuales de otros familiares, como algún sobrino o abuelo, y mantiene los vis a vis mensuales establecidos por el régimen penitenciario.

Su madre es una presencia constante. Fue ella quien, tras el parto, declaró en el programa de Telecinco Vamos a ver: «A nadie le deseo tener un hijo en la cárcel». No obstante, ese mismo hijo le ha dado a su hija mejores condiciones de vida dentro del sistema penitenciario, un alivio parcial en su larga condena.

Mientras Ivana Baquero encarna en la pantalla a una Maje ficticia casada con un tal Arturo -nombre cambiado por respeto a la familia de la víctima- y Carmen Machi interpreta a una inspectora inventada, en Fontcalent la verdadera protagonista del caso más sórdido de Valencia en la última década no necesita dramatización para helar la sangre.