Imagen de archivo de la visita de Pedro Sánchez al Festival Internacional de Benicasim (FIB) en 2016
La afición de Pedro Sánchez y Begoña Gómez por el FIB y «The Killers» en la zona VIP
El presidente del Gobierno visitó el famoso festival de Benicasim en 2016, cuando todavía no estaba en el poder y en 2018 cuando se desplazó con el avión oficial, cuyo uso justificó con dos visitas protocolarias en su agenda
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Hubo un tiempo en que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, era un asiduo del Festival Internacional de Benicasim (FIB), la gran cita musical del verano celebrada en Castellón. Incluso siendo ya líder del PSOE en 2016, se mezcló entre el público, con alpargatas, camiseta deportiva y gafas de sol, para disfrutar de esa atmósfera festivalera y hacerse fotos con fans. Sí, el mismo Pedro Sánchez que ahora apenas se deja ver en público y mucho menos por la Comunidad Valenciana. Tras el paso de la dana, la visión de aquel presidente «festivalero», relajado y cercano contrasta notablemente con su presencia actual, en la que no pisa las calles, ni se le ve haciendo turismo provincial, ni mucho menos participando en eventos culturales valencianos. Su paso por la región se ha reducido a actos más rígidos y oficiales.
Sea como fuese, al antiguo Pedro Sánchez parecía gustarle Castellón, o al menos los buenos festivales y la buena música. En su primera visita en 2016, se le vio disfrutando de grupos como Muse o La habitación cuando era secretario general del PSOE y preparaba la investidura del entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.
Además de en 2016, volvió a hacer acto de presencia en 2018 al famoso festival, aunque esta vez acompañado de polémica, como casi todas sus visitas a la terreta. La versión oficial del Gobierno fue que Sánchez viajó a Castellón para mantener una reunión de carácter «informal» con el entonces presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig. El encuentro, que duró apenas 45 minutos y se celebró en la sede de la Generalitat en la Casa dels Caragols, dejó escasa información pública. Se comentó que se trataron asuntos como los problemas del servicio de Cercanías, un tema que entonces ya preocupaba en la provincia y que sigue sin resolverse del todo.
Imagen de archivo del encuentro entre Pedro Sánchez, la entonces alcaldesa de Castellón Amparo Marco y el expresidente de la Generalitat, Ximo Puig
Esa misma tarde, alrededor de las 18:30 horas, Sánchez dio por finiquitada la reunión y se dirigió a Benicasim junto a su esposa, Begoña Gómez, y la diputada castellonense Susana Ros, para asistir al festival. Su presencia, como era previsible, estuvo acompañada de un notable despliegue de seguridad.
Susana Ros, actual diputada en el Congreso y concejala del PSOE en Benicasim de 2007 a 2011, es íntima amiga de Sánchez y Begoña. De hecho, la pareja ha pasado algún fin de semana en su chalet de la localidad costera castellonense. No es la primera vez que se ve al presidente del Gobierno con Ros en un espacio de ocio similar, sin ir más lejos, en su primera visita al FIB en el año 2026 la diputada también fue su acompañante.
Volviendo a su visita a Castellón en 2018, según la agenda de La Moncloa, lo único programado era un «encuentro informal» con Puig, que se tradujo en un breve paseo desde el ayuntamiento hasta la sede autonómica, sin declaraciones a la prensa ni comparecencia posterior.
Ya en el FIB, Sánchez disfrutó desde la zona VIP del esperado concierto de «The Killers». Se le vio acceder al recinto por el área del backstage junto a su mujer y la diputada Ros, colocándose en un palco lateral con buena visibilidad del escenario.
Imagen de archivo de Pedro Sánchez y Begoña Gómez en 2018 llegando al FIB tras viajar en Falcon
Pero el momento de relax se tornó rápidamente en tormenta política. La oposición y algunos socios parlamentarios cuestionaron el uso del avión presidencial, el Falcon, para lo que consideraban un viaje de ocio encubierto. Sostenían que la reunión con Puig carecía de sustancia y que el verdadero motivo del desplazamiento era asistir al FIB. La controversia llevó al Gobierno a justificar el coste del trayecto, que cifró en 283 euros, aunque las críticas no se apagaron con facilidad.