El secreto mejor guardado de Alicante: el destino entre montañas y castillos que todavía no conocen los turistas

El turismo en la Comunidad Valenciana es uno de los motores económicos más importantes de la región, conocido sobre todo por sus extensas playas y su vibrante oferta costera. Sin embargo, la experiencia valenciana va mucho más allá del mar y el sol. En los últimos años, el turismo rural ha empezado a consolidarse como una alternativa sólida y atractiva. Cada vez son más los viajeros que huyen de la masificación, los precios desorbitados y el calor agobiante de la costa para refugiarse en la calma de los pueblos del interior. Pero muchas de esas joyas rurales todavía permanecen fuera del radar, esperando a ser descubiertas.

Una de ellas es Polop, un encantador municipio alicantino que, a pesar de encontrarse a pocos kilómetros de destinos tan conocidos como Benidorm o Altea, conserva intacto su carácter tranquilo y auténtico. Ubicado en plena comarca de la Marina Baja, este pueblo combina historia, arquitectura y naturaleza en un entorno que sorprende por su belleza y sosiego. Alejado del bullicio turístico, Polop se alza en las laderas de una colina coronada por los restos de un castillo de origen musulmán del siglo XII. Aunque gran parte de sus piedras fueron reutilizadas a lo largo del tiempo, su muralla, torre y aljibe todavía se conservan, aportando al paisaje una atmósfera única.

Recorrer las calles de Polop es adentrarse en un laberinto de historia. Entre sus rincones más emblemáticos se encuentra la Iglesia de San Pedro Apóstol, construida en el siglo XVIII, y el cercano Santuario de la Divina Aurora. Sin embargo, uno de los espacios que más llama la atención es la Plaza de los Chorros, donde una fuente con 221 caños ofrece agua fresca proveniente de manantiales cercanos. Esta plaza peatonal no solo es un punto de encuentro para los vecinos, sino también un remanso de descanso para los visitantes que pasean entre sus callejuelas empedradas.

La riqueza de Polop no se limita a su núcleo urbano. En sus alrededores, los amantes de la naturaleza pueden explorar paisajes espectaculares y rutas de senderismo que atraviesan parajes como el monte Ponoig o el barranco de Gulabdar. El propio Ponoig, conocido también como el «León Dormido», cuenta con una vía ferrata que es todo un reto para los más experimentados en deportes de montaña. Pero también hay senderos más accesibles para quienes simplemente desean caminar entre pinares y respirar aire puro.

Otro de los atractivos del municipio es la Casa Museo Gabriel Miró, dedicada al célebre escritor que encontró inspiración en este pueblo. La visita no solo permite conocer más sobre su obra, sino también adentrarse en una villa de gran valor arquitectónico que habla del pasado cultural de la localidad. Y para quienes buscan completar la experiencia con el paladar, nada como probar alguno de los platos tradicionales de Polop, como el guiso de pilotes de dacsa o la olleta de blat, elaboraciones sabrosas que reconfortan cuerpo y alma.

Polop es un ejemplo perfecto del auge del turismo rural: destinos llenos de historia, gastronomía y naturaleza que aún conservan la tranquilidad que muchos viajeros anhelan en verano. Más allá de la costa, Alicante ofrece otras alternativas igual de encantadoras.

Lugares como Beniardá, con su embalse y aire serrano; Guadalest, suspendido sobre un peñasco y famoso por su castillo; o Tollos, uno de los municipios más pequeños de la provincia, son ideales para quienes buscan desconectar. Pueblos como estos, y como Polop, demuestran que la otra cara del turismo valenciano es tan valiosa como la de sus playas. Solo hay que saber dónde mirar.