Imagen del 'Tio Toni' y de fondo la masía La Chaparra
Del 'enviado de Dios' al banquillo: así cayó la secta sexual del Tío Toni tras tres décadas de abusos en La Chaparra
A las siete de la mañana del 3 de marzo de 2022, la Policía Nacional irrumpió en La Chaparra, una masía aislada de Vistabella del Maestrazgo donde convivían unas cuarenta personas bajo una supuesta comunidad espiritual liderada por Antonio G., conocido como el Tío Toni. El operativo, dividido en dos equipos por la extensión del recinto, llevaba meses preparándose tras las alertas de profesionales sanitarios que habían atendido a varios exmiembros con secuelas psicológicas.
Lo que los agentes encontraron superó todas las previsiones: juguetes sexuales en el 90 % de las habitaciones, paredes infantilizadas, dibujos de hadas y Peter Pan en los dormitorios de adultos, textos doctrinales repetidos en cada estancia, mechones de pelo del líder guardados en sobres como amuletos y un mural gigantesco en la habitación del propio Toni.
Imagen de la masía La Chaparra
También hallaron coches de alta gama y objetos de lujo difíciles de justificar dentro de una supuesta comunidad autosuficiente. Doce personas fueron liberadas. Entre ellas, dos menores que quedaron inmediatamente bajo tutela de la Generalitat Valenciana. Aquel día empezó a derrumbarse una estructura de poder que llevaba más de tres décadas oculta.
El origen: de curandero a guía espiritual
Los primeros pasos del grupo se remontan a principios de los años noventa, cuando Toni ofrecía sesiones de imposición de manos en dos viviendas de Castellón. Atendía principalmente a mujeres vulnerables que llegaban por ansiedad, problemas personales o dolencias físicas. Pronto aquellas «terapias energéticas» derivaron en prácticas sexuales que justificaba como métodos para «limpiar energías negativas».
Entre sus primeras adeptas estaban su esposa, su nuera y un reducido grupo de mujeres a quienes convenció de su supuesta conexión divina. Entonces ya usaba la conocida «maquinita», un vibrador presentado como herramienta espiritual para canalizar energía.
Tras los primeros años en Castellón, Toni instaló a su grupo en unas viviendas cerca del pantano de María Cristina. Allí comenzó a consolidar una comunidad con estructura rígida, roles definidos y una jerarquía que lo situaba como autoridad absoluta. Poco después, iniciaron la compra y construcción de La Chaparra.
Para financiarla, varias familias entregaron cantidades desorbitadas: una mujer aportó más de 30 millones de pesetas (unos 180.000 euros), otra familia alcanzó los 300.000 euros, y el resto de socios entregaban su nómina completa «para la comunidad». Con estas aportaciones se levantó una masía de más de 700 metros cuadrados, autosuficiente y rodeada de cultivos, ganado y cámaras de seguridad.
La vida interna: 40 miembros, jerarquía férrea y nombres espirituales
En La Chaparra llegaron a convivir más de cuarenta personas, incluidos muchos menores nacidos allí. Toni decía que eran «seres de luz en la Tierra», por lo que recibían nombres espirituales y se educaban dentro de la doctrina del grupo. Las tareas estaban estrictamente divididas:
Imagen aérea de la masía La Chaparra
- Los hombres trabajaban en el campo, en la construcción y en reparaciones.
- Las mujeres se encargaban de la cocina, la crianza y las tareas de la masía.
Todos entregaban sus ingresos. La comunidad dependía económicamente de ellos, y el aislamiento emocional se completaba desaconsejando cualquier contacto con el exterior.
Las declaraciones oficiales describen un clima de miedo constante. Toni humillaba públicamente a quien le llevaba la contraria, imponía castigos físicos como «golpear en los omóplatos para cortar las alas» y mantenía carpetas con los miedos e inseguridades de cada miembro, documentos que utilizaba para reforzar su control.
Los mechones de pelo del gurú se entregaban como premio por buen comportamiento. Niños y adultos los guardaban en sobres, los usaban como amuletos y los llevaban al colegio convencidos de que les protegían. El adoctrinamiento incluía textos supuestamente dictados por «seres de luz», escritos por Toni durante trances en lenguajes inventados.
Los rituales: sexualidad, poder y sumisión
La estructura de la secta se construía también a través de rituales esotéricos con componente sexual:
rituales solares
baños de barro
besapiés
pornografía
«la maquinita»
El «triángulo de las siete elegidas»
Las víctimas, hoy adultas, han declarado que los abusos comenzaban cuando llegaban a la menstruación. Entre los 12 y los 17 años, varias menores eran obligadas a mantener relaciones sexuales con el líder, acompañadas en ocasiones por otras mujeres que actuaban como facilitadoras.
Imagen de una de las sesiones del juicio en la Audiencia de Castellón
Una de las víctimas descubrió hace un año que era hija biológica de Toni. Relató agresiones sexuales continuadas durante años, con episodios de hipnosis: él le decía que debía «sentir cosas» para cumplir con su misión espiritual.
Otra joven declaró que su tía la llevó a la habitación del líder y le sujetó las manos durante una agresión de más de una hora, mientras la esposa del líder vigilaba la puerta.
Las menores crecieron sin saber que otros niños sufrían lo mismo. La vergüenza y el miedo bloqueaban cualquier comunicación entre ellos.
Operativo policial: un año de investigación silenciosa
La investigación empezó cuando exmiembros acudieron a sanitarios describiendo manipulación psicológica y abusos. La Unidad de Atención a la Familia y Mujer (UCFAM) y el Grupo de Sectas comenzaron a reconstruir la estructura, siguiendo testimonio tras testimonio. El registro confirmó todos los indicios:
- Juguetes sexuales en casi todas las habitaciones.
- Textos doctrinales repetidos.
- Mechones de pelo del líder.
- Dibujos infantiles en dormitorios de adultos.
- Objetos de lujo.
- Notas manuscritas con instrucciones.
- Habitaciones infantiles donde se proyectaba pornografía.
Ese mismo día se detuvo a nueve personas y se liberó a 12 víctimas.
Dos meses después de la detención del gurú, en mayo de 2022, Toni murió en el módulo de enfermería de la cárcel de Castellón. Su muerte, considerada natural, extinguió su responsabilidad penal. A partir de ese momento, la causa se centró en los seis miembros que, según la Fiscalía, sostuvieron la estructura y facilitaron los abusos.
El juicio: 13 sesiones para reconstruir 30 años de abusos
La vista oral ha comenzado casi 4 años después. La Audiencia Provincial de Castellón ha marcado 13 sesiones con 53 testigos y 10 peritos. La Fiscalía pide entre 16 y 76 años de prisión para cada uno de los seis acusados, con un total de 326 años. Sostiene que colaboraron activamente en los abusos: acompañaron a niñas a la habitación del líder, normalizaron prácticas sexuales, participaron en rituales y ayudaron a sostener el clima de obediencia absoluta. Las defensas alegan que ellos también eran víctimas y que estaban sometidos psicológicamente.
los testimonios que han marcado el proceso
- Víctimas describiendo abusos sexuales desde los 12 años.
- Hijas biológicas que sufrieron agresiones sexuales bajo hipnosis.
- Mujeres adultas que justificaban prácticas sexuales como terapias.
- Padres que descubrieron que algunos hijos no eran biológicos.
- Una testigo que habló de visitas de personas externas, incluido un exalcalde de la zona.
- Agentes que relataron el impacto emocional al ver los mechones de pelo, el mural infantil y los objetos sexuales.
el tribunal deberá determinar:
- Si los acusados fueron colaboradores o víctimas.
- El alcance de la participación.
- Cómo pudo sostenerse durante tres décadas una estructura así sin que el exterior detectara el horror.
- Si hubo encubrimiento emocional, económico o espiritual por parte de los adultos.
La caída de La Chaparra frenó más de treinta años de abusos, miedo y obediencia ciega. El juicio no busca solo condenas: busca verdad, reparación y el fin del silencio que permitió que una comunidad disfrazada de espiritualidad se convirtiera en un escenario de abuso sistemático. Ahora, por primera vez, las víctimas cuentan su historia en una sala judicial. Y esta vez, nadie puede callarlas.