Portada del libro

'De la cátedra al Barranco del Lobo': Juan Téllez, veterinario militar

Posee un gran atractivo porque su estudio reúne dimensiones múltiples y entrelazadas: científico, docente, militar, publicista, humanista y escritor. Pero si algo distingue a esta obra y a su protagonista es la radical excepcionalidad de su itinerario vital

Este 2025 se cumplen 180 años de la creación del Cuerpo de Veterinaria militar, a propuesta del General Narváez. La Reina Isabel II firmaba el Real Decreto de creación del Cuerpo que estará formado por los Mariscales Mayores y Segundos de las instituciones montadas y remontas del territorio de la Península y Ultramar. Diez años después, en 1856, pasaban a depender de la Sanidad Militar.

Y curiosamente en este aniversario, editado por el Ministerio de Defensa sale a la luz una obra capital para el estudio de la Veterinaria Militar. En ella, se repasa la vida y obra de Juan Téllez López (1878-1915). Muerto antes de cumplir los cuarenta años, escribiría una página de oro tanto en la historia de la veterinaria como en la memoria colectiva de la profesión militar y académica española. No habría mejor título para resumir su esencia «De la cátedra al Barranco del Lobo. Juan Téllez y Veterinario militar y humanista. Historia de una vocación» ¿Sus autores? Los doctores Diego Conde Gómez y Fernando Julio Ponte Hernando, que, con rigor metodológico y una notable capacidad narrativa, nos acercan con profundidad al personaje.

Y es que la historia militar española está repleta de figuras heroicas y destacadas cuyas contribuciones han ido más allá de la esfera castrense. Entre estos héroes silenciosos, anónimos, se encuentran los veterinarios militares, profesionales cuya dedicación y experiencia han sido cruciales para el éxito de innumerables misiones y operaciones militares. Uno de ellos fue Juan Téllez.

Téllez, hasta ahora periférico en la historiografía profesional, posee un gran atractivo porque su estudio reúne dimensiones múltiples y entrelazadas: científico, docente, militar, publicista, humanista y escritor. Pero si algo distingue a esta obra y a su protagonista es la radical excepcionalidad de su itinerario vital.

Una vocación castrense por encima de todo

Hijo del insigne catedrático Téllez Vicén, parecía ir destinado para el mundo académico y desde muy joven Juan Téllez despuntó. Alcanzó la cátedra de Fisiología e Higiene en la Escuela de Veterinaria de Santiago de Compostela, y después en la de Córdoba donde ejerció allí con brillantez. Pero tenía inquietudes que la vida académica no satisfacía: el amor por servir a su nación de una forma más directa. Téllez optó por renunciar a la seguridad, el prestigio social y la estabilidad económica para incorporarse como veterinario tercero —equivalente al empleo de alférez— en el Cuerpo de Veterinaria Militar. Un gesto de renuncia que, lejos de explicarse por conveniencias materiales, se revela como una expresión de profunda vocación castrense y un ideal de servicio en tiempos convulsos.

Monumento dedicado a veterinarios militares

De Madrid a Melilla

La obra va detallando con minuciosidad el tránsito biográfico de Téllez, sus inicios académicos en Madrid, el ambiente intelectual compostelano de inicios del siglo XX, y su posterior inmersión en la dura realidad de la vida militar y la guerra. Además vivió una experiencia de alto voltaje: la Campaña de Melilla, que le hizo ser testigo de la célebre acción del Barranco del Lobo y sus trágicas consecuencias.

A la vez que se narra este periplo rifeño, las páginas del libro van recuperando su intensa actividad intelectual: su obra científica, su ingente producción periodística y literaria —incluida una audaz interpretación de la cuestión de las Hurdes, muy en boga en el momento—, así como su estrecha relación epistolar con Miguel de Unamuno, de la que se reproducen y comentan extensamente varias cartas inéditas.

XVIII y XIX. La Ilustración militar

En el S. XVIII, la ciencia ilustrada en España fue netamente militar, y su exponente más preclaro fueron Los Reales Colegios de Cirugía de Cádiz, Barcelona y Madrid, El Real Colegio de Matemáticas de Barcelona, el Observatorio Astronómico e Instituto Hidrográfico de la Armada, el Real Jardín Botánico de Madrid… Y entre las figuras científicas más destacadas estuvieron: Virgili, Gimbernat, Jorge Juan Santacilia o Malaespina.

Pero el XIX fue muy distinto. En Veterinaria, la vieja Albeytería dejaba paso, no sin lucha, a la moderna veterinaria científica, ya decididamente volcada en la nueva Medicina de Laboratorio. La Veterinaria Militar y el Cuerpo de Inspectores de Higiene Pecuaria alcanzaban cotas de excelencia. Todo ello, tras la estela del auténtico líder militar y civil de la Veterinaria española durante un cuarto de siglo: el Coronel Molina Serrano. Científico, editor y polemista implacable, su labor sería continuada en el ámbito político por Gordón Ordás y en el militar, por Manuel Medina, según narra Luis Moreno Fernández-Caparrós general veterinario y Académico en el prólogo del libro.

Rif 1909, de Ferrer-Dalmau

El papel de la Veterinaria militar en los ojos de Téllez

La biografía de Téllez y López se revela como una vía privilegiada para comprender el papel de la veterinaria militar en la España de la Restauración. No solo como ámbito específicamente profesional, sino como espacio de sociabilidad, prestigio y modernización científica y sanitaria. Los autores consiguen, con acierto, tejer las conexiones entre las distintas facetas del personaje —académica, militar, literaria— ofreciendo una imagen poliédrica que evita un tono hagiográfico para adentrarse en las contradicciones y tensiones que atravesaron su vida. En su condición de catedrático e intelectual prestigió al Ejército, en particular al Cuerpo de Veterinaria Militar con repetidas condecoraciones por sus trabajos académicos. También fue autor de una obra de referencia: la Biblioteca Económica de Veterinaria. Publicada por Editorial Bailly Bailliere, estructurada en veinte tomos que abarcan todos los aspectos y materias que conforman la profesión.

Lo que algunos pueden reprochar al libro es que ahonda poco en el contexto sociopolítico de las campañas militares en el norte de África y el componente heroico del Cuerpo de Veterinaria en el Desastre de Annual, en el que murieron cinco oficiales veterinarios de los veintidós destinados en Melilla. Es cierto, pero también lo es que hay ingente y rigurosa bibliografía al respecto y los trabajos especializados de J. Galán. Por lo tanto, un capítulo introductorio podría ralentizar la lectura del libro y diluir lo mollar.

Medalla conmemorativa del 150 aniversario del Cuerpo de Veterinaria Militar

Reparación de una injusticia histórica

En definitiva, De la cátedra al Barranco del Lobo enriquece el panorama historiográfico de la veterinaria española. Pero va más allá. Los autores abren una línea de investigación muy prometedora sobre el papel de los veterinarios militares en la historia de la medicina bélica todavía muy desconocido incluso para los amantes de la historia militar. Pero también su papel crucial en la construcción del saber científico en contextos de guerra, un campo aún insuficientemente explorado.

También el libro ofrece un ejemplo brillante de cómo la historia individual puede iluminar procesos colectivos y estructurales de la profesión veterinaria y de la propia historia militar de España. Tomando de referencia el desarrollo vital de Téllez se puede verificar la inmensa riqueza que, de manera individual y colectiva, atesora el Ejército y la Sanidad militar con figuras entre sus filas de primer orden, con Santiago Ramón y Cajal, Fidel Pagés Miravé, Mariano Gómez Ulla, Manuel Gómez Durán o Bastos Ansart, entre otros muchos.

Los doctores Diego Conde Gómez y Fernando Julio Ponte Hernando, Embajador Marca Ejército, no solo reparan una injusticia histórica con la memoria de Juan Téllez y López, sino que también firman una obra que es también un acto de justicia académica, que sitúa al veterinario militar y humanista Juan Téllez y López en el lugar que le corresponde: el de un precursor que supo conjugar ciencia, docencia, armas y letras en una vida que, pese a su brevedad, fue plena de sentido y compromiso y un profundo amor a su patria.