Visita aérea del pueblo de Piornedo (Lugo)
Así son las pallozas de Galicia: símbolo de la arquitectura tradicional donde se convivía con los animales
Su orientación buscaba maximizar la luz solar y minimizar las pérdidas de calor, mientras que los suelos y pendientes naturales ayudaban a evacuar el agua y la nieve
Galicia, tierra de paisajes verdes y abundantes ríos, conserva un patrimonio arquitectónico tan variado como singular. Desde los hórreos, construidos sobre pilares para proteger el grano de la humedad y los animales, hasta los molinos de agua, la comunidad gallega atesora un conjunto de construcciones tradicionales que hablan de una forma de vida estrechamente ligada al medio rural.
Este legado se extiende por todo el territorio, desde las montañas del interior hasta las zonas costeras, adaptándose a las condiciones del entorno y a los recursos disponibles.
Las viviendas tradicionales, las pallozas de la montaña lucense o los pazos señoriales que embellecen el paisaje gallego son ejemplos de una arquitectura funcional, pensada para responder a las necesidades del trabajo agrícola, ganadero o pesquero.
Su conservación y puesta en valor se han convertido en una parte esencial de la identidad cultural de Galicia y en un atractivo creciente para el turismo.
Unas construcciones esencia rural
Las pallozas lucenses son construcciones que conservan la esencia de un modo de vida prerromano. Su origen se remonta a épocas celtas y castrejas, y su diseño ha perdurado a lo largo de los siglos gracias a su funcionalidad y resistencia.
Su planta, tradicionalmente ovalada o circular, se adapta al terreno accidentado de las montañas de Los Ancares, mientras que sus gruesos muros de piedra o pizarra protegen de los vientos gélidos y de las lluvias frecuentes en la zona.
Palloza y hórreo en Piornedo, Ancares, Lugo
El elemento más distintivo de estas edificaciones es su techo cónico, elaborado con paja o colmo de centeno (paja de centeno), un aislante natural que regula la temperatura interior, protege de la humedad y permite la filtración del humo de la lareira, el hogar central que servía para cocinar y calentar la vivienda, sin necesidad de chimeneas.
En su interior, humanos y animales convivían bajo el mismo techo: la planta superior albergaba la vivienda familiar, mientras que la inferior funcionaba como establo, aprovechando el calor animal para templar la casa.
La distribución era simple pero eficiente. La orientación de la palloza buscaba maximizar la luz solar y minimizar las pérdidas de calor, mientras que los suelos y pendientes naturales ayudaban a evacuar el agua y la nieve. Cada detalle, desde la forma del tejado hasta la ubicación de las entradas, respondía a un conocimiento profundo del entorno y de la climatología montañesa.
Dónde encontrar las pallozas gallegas
Aunque su uso cotidiano fue desapareciendo con el paso del tiempo, las pallozas sobreviven como patrimonio cultural y etnográfico. De hecho, la aldea de Piornedo, en el municipio de Cervantes, es quizás el ejemplo más icónico. Situada a más de 1.100 metros de altitud, conserva 18 pallozas en excelente estado, algunas de las cuales funcionan como museos abiertos al público, como la Casa do Sesto, donde se puede experimentar la vida de antaño en primera persona.
También se conservan en El Cebreiro, famosa parada del Camino de Santiago, y Vilarello, ambas con ejemplares representativos de estas construcciones.
En Navia de Suarna (Lugo), las pallozas se encuentran dispersas entre aldeas como Muñís, Coro o Ribón, en un entorno que combina historia, naturaleza y arquitectura popular. La sierra del Courel, con sus bosques protegidos y rutas de senderismo, ofrece además un viaje visual y cultural a través de este legado ancestral.
Las pallozas gallegas son testigos de siglos de historia, ingenio y supervivencia. Visitar estos pueblos es sumergirse en una tradición que mezcla arquitectura, etnografía y paisajes montañosos , donde cada piedra y cada tejado de paja cuentan la historia de generaciones que supieron adaptarse a un entorno con maestría.