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¿A qué suena Baena?

Baena suena a Semana Santa, a silencio y a tambor, tambores que rompen la hora

Actualizada 22:40

Cuando a un baenense le preguntan «¿De dónde eres? », al contestar «Soy de Baena», rápidamente nos identifican con el aceite y el tambor. Al salir de nuestro pueblo, nos enorgullece oír que tenemos el mejor aceite del mundo y responder a esa pregunta: «¿Coliblanco o colinegro?»
No se entiende Baena sin su oro líquido y no se entiende Baena, sin su Judío, sin su sonido, sin su tambor. Alguna vez me ha pasado que me han pedido que explicara eso de tocar el tambor de esta manera tan peculiar en un tiempo y en una Semana que para los cristianos es Santa, y que por ende -por lo que celebramos en esos días, la Pasión Muerte y Resurrección del Señor-, debería de vivirse de una manera más silenciosa y más recogida. Suelo explicarle a esa gente, que el baenense, aunque cueste entenderlo, desde pequeño, identifica el toque del tambor no como ruido, sino como sonido, un sonido que necesitamos para poder buscar a Dios. El tambor es un medio para encontrarnos con Jesucristo, y vivir la Semana Santa de una manera diferente, y no por eso menos enriquecedora, cuando se valora y se conoce el porqué de cada cosa.
Vivimos en una sociedad, que, aunque presume de avanzada, a veces los avances nos hacen retroceder. Una prueba de ello es la cantidad de reconocimientos y títulos que necesitamos para engrandecer algo que de por sí ya es grande, y que no necesitaría nada para ser mejor, porque lo es por sí sola: nuestra fe, que se manifiesta en Baena de esta manera tan particular.
Monumento Histórico, Bien de Interés Cultural, Fiesta de Interés Turístico Nacional o Internacional, Patrimonio Material o Inmaterial de la Humanidad… Son títulos que reconocen y protegen a simple vista algo de gran valor no solamente para una población concreta, sino que se busca salvaguardar, ponerlo en valor y darle visibilidad. Un reconocimiento nunca puede hacerse dueño de algo, y mucho menos cambiar aquello por lo que se le reconoce. En la mayoría de los casos, cuando se tratan de fiestas religiosas, estos títulos vienen a complicar la manera de expresar nuestra fe, a distorsionarla y en parte a robarla, y apropiarse de algo que sin la fe carecería de sentido.
Quizás, no estaría mal hacer una profunda reflexión, sobre todo aquello que estamos llamados a transmitir a las futuras generaciones, de la misma manera que nosotros lo hemos recibido de nuestros mayores. Evitemos esas I Jornadas del Tambor de Baena.
Empieza el prólogo del evangelio de San Juan diciendo «y el verbo de Dios se hizo carne y acampó entre nosotros». Para algunos todos estos reconocimientos que está recibiendo nuestra Semana Santa o nuestro tambor, (y que repito, no me parece mal, siempre que no nos salgamos de su contexto), son la nueva encarnación de Dios en la Tierra.
Aprovechemos el reconocimiento a nuestras tradiciones, sin diluir o dejar perder lo que de verdad significan. No hay Semana Santa sin tambor, ni tambor sin Semana Santa, y fuera de ese contexto, tocarlo no tiene sentido. El Judío, con su tambor, está llamado a seguir exhibiendo su fe en público, con el orgullo de ser creyente y sin avergonzarse de sus creencias.
Estamos llamados como Judíos, como tamborileros, como cofrades, y como baenenses, a no secularizar nuestra fe sino a cristianizar, potenciar su razón de ser. Aprovechemos lo que ya tenemos, se nos reconoce lo que ya disfrutábamos, no lo que nos podamos inventar.
¿Más conferencias? ¿No tenemos suficiente con el pregón de Semana Santa, pregón del Judío, del costalero, infantil…? ¿Más concentraciones para tocar el tambor por las calles? No lo necesitamos. Tenemos los viernes de Cuaresma, la víspera de San José, las Cajas la madrugada del martes al miércoles Santo y toda la Semana Santa, con todos y cada uno de los momentos que ella misma nos regala y nos permite vivir.
Ante esta diatriba que vivimos estos días en Baena me pregunto ¿a qué suena Baena? Baena suena a Semana Santa, a silencio y a tambor, tambores que rompen la hora, que anuncia el paso de las imágenes que veneramos el resto del año y que estos días también procesionamos, rezando a golpe de redoble.
No permitamos que el tambor pierda su razón de ser. Ojalá como siempre, sólo suene para encontrarse con Dios.
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