De este agua no beberéRafael González

El cambio climático es Rusia

Actualizada 00:37

Observo con preocupación cómo mis colegas, quizá en busca del clickbait o posiblemente debido a una fiebre contagiosa, informan de la cosa meteorológica con un tufo catastrofista que en ocasiones es insoportable. Así, tenemos constantes alertas con toda la gama cromática según el nivel apocalíptico; alarmas termométricas varias y mutantes y novedosos fenómenos meteorológicos como las ‘Danas’ o el reciente ‘río atmosférico’ que, sin ser de ciencias pero sí ya algo viejo, a mí me suenan a los temporales de toda la vida.
En esta semana en la que por fin ha llovido – recuerden que estábamos a punto de ducharnos a salivazos debido a la sequía-, las alertas han sonado porque el caudal del Guadalquivir llevaba más agua. Puedo entender que esa litrona derramada con guijarros que a veces es el río a su paso por el Puente Romano pueda sorprender a los más jóvenes, que no están acostumbrados a ver un río con agua. Pero que ya se nos haya olvidado la riada de 2010 y que, aunque no la viviésemos, a nadie le haya dado por mirar en Google sobre las inundaciones de 1963, resulta cuando menos sorprendente. O interesadamente taimado.
Y es que los fenómenos de siempre vienen que ni al pelo para los del negocio milenarista montado, esa suerte de fin de los tiempos climático que no es sino una manera de controlarnos un poco más, sacarnos la pasta por la cara y enriquecer a los espabilados y espabiladas de siempre. Nada nuevo bajo el sol, valga el símil. Pero también resulta conveniente emplear el acojone cuando el río suena porque lleva agua. Muchas de las inundaciones que estamos viendo en España no se deben solo al temporal: parte de la responsabilidad, por no decir mucha, reside en las administraciones todas que no limpian, no adecentan, permiten construir en contra de donde la naturaleza sigue su curso y como siempre, a costa de un erario público que a la postre es nuestra espalda magullada.
En 2010 uno de los problemas ante el exceso de agua caída fue un cauce mal cuidado hasta por tres entes o administraciones implicadas. Gran parte del desalojo de viviendas se debió al cuñadismo parcelario que ahora parece que la LISTA va a prevenir y regular. Y la ciudad, con su casco patrimonial, no daba a basto porque al final el mantenimiento preventivo de arquetas e imbornales no entraba en los planes de los talleres sostenibles para escolares de la empresa municipal irresponsable.
El río vuelve a traer agua como hacía tiempo que no se veía. No se asusten, porque afortunadamente es algo normal aunque poco frecuente. O sí, preocúpense si las autoridades competentes comienzan a ponerse paños calientes con lo del cambio climático, que es como Rusia y su guerra, ese comodín tan bueno para desviar la atención ante el esquilme inflacionista.
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