La inteligencia artificial y el cartelista que vertebra a España
Muchísimos años antes de que la inteligencia artificial domine el mundo y extinga a la raza humana, nos sorprenda resucitando a nuestros ancestros como dios tecnológico benigno o bien se quede a medio camino entre ambos extremos y sirva de excusa para mostrar más desnudos y fotos de comida, empiezan los primeros choques entre los neoluditas y la realidad, generando controversias que oscilan entre el esperpento y el espanto: el esperpanto que nos ha de helar el corazón.
Breve resumen. Un dibujante y diseñador gráfico, Rubén Lucas García, lleva desde hace varios años ganando una cantidad apabullante de concursos de carteles. La mayoría en pueblos o ciudades de provincias y relacionados con el carnaval o las fiestas locales. Desde entonces, según algunos medios, ha logrado embolsarse unos 115.000 euros. Por las redes se desgranan un sinfín de obras suyas, desde Irún a Burgos, de Albacete a Almería, de Vitoria a Puerto Real, de Segovia hasta nuestra Córdoba, donde consiguió el tercer premio de la Asociación Carnavalesca esta misma edición. Si antaño una ardilla recorría España saltando de árbol en árbol, hoy día podría cruzarla brincando entre pósters de este artista. Parece que lo único que nos une actualmente a los españoles son las tazas de los Beatles que regalaban los periódicos -todos las tenemos en la cocina- y los carteles de Rubén Lucas.
Pero, ay, parece ser que el diseñador utiliza la inteligencia artificial para sus fines. ¡Anatema! A partir de ahí se han multiplicado hilos en X (antes Twitter) donde multitud de dibujantes y diseñadores, a modo de horda, denuncian su uso, a pesar de que el atacado ya ganaba concursos por doquier antes de que se popularizara esta herramienta y no ha vulnerado base alguna. «¿Quién es Rubén Lucas García y por qué gana tantos concursos de carteles con imágenes generadas por IA?», se pregunta algún tuitero, dando lugar a un árbol de contestaciones donde se suceden calificativos como caradura, vago, deshonesto o enchufado. Para unos todo esto es una vergüenza, otros hasta apuestan por el blanqueo de dinero. Ya no sólo sería los kebabs vacíos de los barrios los encargados de blanquear sino… ¡los carteles de Rubén Lucas! ¡Carteles para cárteles! El asunto ha llegado hasta Lo País, el diario antiguamente conocido como El País.
En primer lugar aparece algo tan hispano como la más insana envidia. Multitud de dibujantes y diseñadores gráficos que no pueden aspirar a ganar nada observan con inquina a aquel más listo que ellos que ha sabido dirigirse a un determinado sector y especializarse en cartelería de concursos municipales, intuyendo qué puede funcionar en las fiestas de forma sencilla, en su caso mucho colorido y volúmenes de dibujos animados estilo 3D que entran indudablemente por los ojos, basta comprobarlo con una búsqueda en el Google.
Digamos que Rubén Lucas ha calado a los jurados, formados muchas veces por concejales sin formación u otro tipo de personas ajenas a la historia del arte. Pero para introducirse ahí hay que tener ingenio, puesto que muchas veces repite motivos. Eso que en otros casos sería llamado estilo, y claramente lo tiene, aquí se considera falta de originalidad por parte de los rencorosos.
En segundo lugar anticipa el choque que se va a profundizar en breve con el uso de la inteligencia artificial, llamada a revolucionar el mercado laboral, la economía y la vida en general. Esta guerra de carteles anuncia lo que está por venir, un replanteamiento severo de las relaciones de todo tipo entre seres humanos y de éstos con la realidad. Resulta curioso que en un ámbito como el diseño gráfico, tan pródigo desde hace mucho en la incorporación de todo tipo de herramientas informáticas, sea la IA la que produzca la ruptura. Y no es baladí, pues es una profesión destinada a desaparecer pasado mañana tal y como se la conoció. Los envidiosos pintamonas a la vez manifestaban el miedo por lo que les espera, algo lógico cuando en breve la pericia del ilustrador palidezca ante la habilidad en el prompt y la recopilación de datos.
No sabemos qué nos espera, y cualquier augurio de ciencia-ficción se topará con el choque ante pequeñas distopías imprevistas. Creíamos que el apocalipsis nos traería zombis o un holocausto nuclear y nos vimos confinados en casa por un resfriado. Creíamos que la capacidad de montar vídeos con facilidad revolucionaría el audiovisual y tenemos Youtube y Tik-Tok llenos de gente hablándole a la cámara una hora desde su habitación. Creíamos que Spotify y los podcasts pondrían patas abajo el mundo de la radio y se están volviendo a hacer radionovelas. En todos los casos vemos que la aparición de una tecnología disruptiva altera la industria y la concepción de una parcela determinada, pero sin embargo genera el renacimiento de interacciones que se creían anticuadas y basadas en muchísimo contacto humano (la conferencia, el debate, la ficción sencilla como si se estuviese ante la hoguera). Por tanto, antes de imaginar el advenimiento de Skynet o el desastre por el supuesto incremento del paro haríamos bien en aguardar, pues podríamos sorprendernos.
También haríamos bien en aprender sobre el olfato y visión de un perspicaz adelantado como Rubén Lucas García en lugar de lanzar sobre él una montaña de inquina, donde muchos, aprovechando la IA, proyectan el más elemental resentimiento ante un diseñador gráfico bastante mejor que ellos y que ha sabido hacer carteles perfectamente adaptados a lo que tratan de anunciar. Este diseñador es un ejemplo de trabajo bien hecho en todos los sentidos, desde la elección del cliente o la planificación hasta la impresión de una huella propia en cada obra.
Y encima vertebra a España. Brindemos por él con un buen amontillado en una taza de los Beatles.