tribuna libreLuis Marín Sicilia

Caiga quien caiga

Todo esto ocurre cuando un partido pone a su cabeza a quien previamente fue expulsado por tramposo

Actualizada 05:05

El 23 de febrero último, tras estallar el llamado «Caso Koldo» El País editorializaba, reproduciendo la línea marcada por el sanchismo, proclamando la necesidad de «Transparencia absoluta, caiga quien caiga». El Gobierno en pleno y cada uno de sus miembros, así como las terminales mediáticas de la opinión sincronizada, repetía el mantra de la dignidad ofendida y de la ejemplar respuesta que se daría a todos los que hubieran ensuciado la limpia labor de un gobierno que ellos llaman progresista.
La realidad es que solo la indesmayable función judicial y la labor sin mácula de la prensa libre están actuando con la profesionalidad y la transparencia que requiere un escándalo de corrupción que tiene el agravante de haberse producido a costa y en momentos de un especial sufrimiento del pueblo español. Periodistas ajenos al comedero sanchista van deshojando la margarita corrupta en cuyas hojas van aflorando nombres y cargos de distintos organismos públicos, curiosamente todos ellos de la órbita del PSOE. No hay ni un solo ministerio ni ninguna comunidad autónoma implicada en el escándalo que no sea del partido socialista, ese cuyos miembros se ponen muy dignos y proclaman, como hizo la responsable de Hacienda, lo que ellos harían si estuvieran en entredicho. Como ya es tradicional, para los socialistas hay un gran trecho entre lo que se dice y lo que se hace. Sin ir más lejos, la propia vicepresidenta primera ha fulminado al director de la Inspección Financiera y Tributaria y a la delegada de la Agencia Estatal de Administración Tributaria en Aragón, por haber remitido a la Audiencia Nacional, cumpliendo su obligación, un informe detallando las irregularidades fiscales de la trama Koldo. De esas irregularidades la ministra debía tener conocimiento, según la práctica habitual de la inspección tributaria, por lo que, lejos de dar explicaciones sobre su pasividad a la hora de actuar «caiga quien caiga», destituye a dos funcionarios que cumplen sus obligaciones. Al parecer, al igual que su jefe, lo sabía y lo tapó. ¡Ejemplar forma de colaborar con la Justicia!
Para acallar un escándalo de enormes proporciones, el sanchismo ha vuelto a vomitar sobre sus propios compromisos, añadiendo a la proposición de ley de amnistía aquellas líneas rojas intocables de que presumía tres días antes que no rebasaría. Debilitado por un escándalo mayúsculo, Sánchez y su rebaño decidieron taparlo con una bajada de pantalones ante el secesionismo catalán que, para mayor desdoro, presume de su victoria y advierte que los chantajes no cesarán mientras el resiliente de la desverguenza quiera seguir viviendo en la Moncloa. Rechazada por la mayoría del país, la impunidad por votos que ha suscrito Sánchez y su ralea supone una rendición sin contraprestaciones a las pretensiones de los golpistas, quienes se regodean de que este solo es el principio en un acto permanente de humillación a la dignidad nacional.
Es mentira que haya reconciliación en Cataluña con la misma certeza de que se ha producido una fractura enorme en la convivencia del resto de españoles, incluidos posiblemente la mayoría de los catalanes. Porque en todas partes ven claro que se han consagrado dos códigos penales, uno para los cumplidores de sus obligaciones y otro para quienes se presten a mantener a Sánchez en la presidencia del Gobierno. Un personaje cuya trayectoria está llena de trampas y traiciones y que, pese a tener el menor respaldo dispensado en urnas al partido socialista, gobierna como un autócrata sin el menor respeto a las instituciones que configuran un régimen democrático, marginando a aquellas que todavía no ha conseguido invadir. Ni fraternidad ni igualdad, principios fundadores del PSOE que hoy traicionan los del puño y la rosa, sino arbitrariedad y falta de principios.
Se ha aprobado un proyecto de ley de amnistía cuyos trámites, por muy limitados a que el sanchismo lo ha condenado, habrán de superarse. Y habrá que ver si el Senado da vía libre a una proposición nula en origen porque fue rechazada por la mayoría absoluta del Congreso, y por tanto no procedía su vuelta a la comisión por haberse rechazado parlamentariamente. Pero este es un Gobierno altanero y dictatorial a quien le molesta el rigor y el respeto a la legalidad, un Gobierno experto en mentir y cambiar de criterio cada media hora. Un Gobierno que castiga, no a los delincuentes, como hace con quienes huyeron de la Justicia, a quienes da trato de favor y se rinde a sus chantajes, sino a los cumplidores de sus obligaciones, como ha hecho con los funcionarios de la inspección fiscal. Todo esto ocurre cuando un partido pone a su cabeza a quien previamente fue expulsado por tramposo.
La trampa siempre ha sido un elemento indisociable de la traición, por lo que cuanto más tarden en desembarazarse de un tramposo mayor será su caída. 'Caiga quien caiga' es algo más que un eslogan oportunista y falso.
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