Al tenazónRafael del Campo

Una semana de lluvia

Actualizada 05:00

Durante estos días de Semana Santa, frustrada por razones climatológicas la posibilidad de acompañar a los desfiles procesionales, me he dedicado con cierta aplicación a releer libros, o, por mejor decir, partes de libros, de los que tengo un buen recuerdo.
Releer no es, como la etimología de la palabra sugiere, «leer otra vez» porque, en rigor, cada lectura de un buen libro es una lectura originaria que ofrece nuevos significados, nuevas sensaciones y nuevas reflexiones.
Zascandileando por mi biblioteca el azar ha querido que haya escogido novelas de post guerra y, en particular, obras de Delibes, Gironella y García Pavón. Me he solazado en la relectura de páginas o párrafos o incluso frases de «Las ratas» , “«Cinco horas con Mario» o «Las guerras de nuestros antepasados»; o de «Los cipreses creen en Dios» o de «Un millón de muertos»; o de algún libro del manchego García Pavón como «Las Hermanas Coloradas» u otra obra cuyo título es muy oportuno en estos días: «Una semana de lluvia» . Esta última es una novela policiaca ambientada en la España rural ( manchega, a mayor abundamiento )de los años sesenta, cuyos protagonistas son un guardia municipal y un veterinario que investigan, durante una semana en la que la lluvia no cesa, la muerte de jóvenes embarazadas. La grandeza de esta obra reside no en lo que el autor cuenta, sino en cómo lo cuenta, en lo que sugiere, en la belleza de las palabras que recupera, en la autenticidad de los personajes... Ello, a todas luces, denota su categoría.
La lectura en paz y en sosiego permite, a los que somos gustosos de la eufonía y sonoridad de de los textos, disfrutar de lo que de poesía tienen la prosa de los novelistas cuando estos son buenos escritores. Y esa componente poética es común a los tres autores citados que, más allá de las historias que narran, practican un cuidado exquisito en el uso de las palabras, de los ritmos de las frases, mientras transmiten, a partes iguales, ironía y ternura; frivolidad y hondura; costumbrismo y universalidad. Y todo ello sin las imposturas intelectualoides y los artificios filosóficos tan gratos a algunos escritores actuales.
Tienen en común los tres escritores a que me refiero que desarrollaron gran parte de su obra durante el régimen del General Franco periodo en el que, según se nos quiere enseñar por parte de los «sabios» de la izquierda, había una opresión cultural y censora agobiante, que no permitía a los creadores expresarse libremente. Algo debe de haber de falso en esas aseveraciones cuando, si comparamos las obras escritas en esos años con las pergeñadas en nuestros tiempos, convenimos en que muchas de las de hoy no se acercan a la calidad de las de entonces. Además, esos escritores y otros muchos que omito, hicieron ostentación de un pensamiento conservador o de un sólido humanismo cristiano, amén de, con inteligente descaro, lanzar una crítica contundente y constructiva, honesta y cabal, al Régimen y a la sociedad de su tiempo.
Durante esta «semana de lluvia», leyendo y releyendo obras pasadas que no han perdido actualidad, me ratifico en la convicción de que hay que propinarle una sonora coz a los complejos y reivindicar el pensamiento conservador y el humanismo cristiano que caracteriza a gran parte de nuestros intelectuales y artistas. Hasta hace bien poco, era casi imprescindible ser greñoso o hacer ostentación de «progresismo» para ser considerado buen escritor. Hoy, felizmente, las cosas van cambiando. Nos queda, no obstante, remover los mitos que el izquierdismo ha inoculado en la sociedad a través de un trabajo contumaz y constante, en cuyo éxito han participado nuestra apatía, nuestro conformismo y nuestra comodidad…
Mientras, en esta «semana de lluvia» el agua cae generosa sobre las tierras de España , los pantanos y embalses ( casi todos construidos por el régimen anterior ) se llenan, la tierra queda esponjosa y mullida, las cosechas medran, la primavera acecha con su explosión de vida… y los «progres» del cambio climático se quedan en casa, al calor de un buen brasero, sin plantearse, aunque sea a efectos puramente teóricos, que a lo mejor, más que cambio climático, lo que hay son ciclos climáticos…
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