por derechoLuis Marín Sicilia

O conmigo o contra mí

La mayoría ni está con Sánchez ni está contra Sánchez. Esto no es todavía una republica bananera

Actualizada 05:00

ESCENARIO UNO.- 20 de marzo de 2024, sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados. En su tono visceral y vociferante habitual, la vicepresidenta Marilo Montero imputa a Feijoo que «siendo presidente de la Xunta de Galicia concedió a la empresa de la que era miembro su mujer, Eva Cardenas, una subvención de 114.000 euros. Con media sonrisa Feijoo musita “¡qué mentira!». Y Sánchez, mirándolo fijamente, insiste: «si, si,… y más cosas, más cosas, más cosas» (hasta 6 veces). El bulo de la falsa subvención lo había publicado el día de antes Infolibre, periódico digital de ideología radical de izquierdas, que un día después rectificó la falsa noticia pidiendo disculpas. A día de hoy, ni Sánchez, ni Marilo Montero ni la portavoz Pilar Alegria que difundió el bulo, han pedido disculpas a Feijoo.
ESCENARIO DOS.- 24 de abril de 2024, sesión de control en el Congreso de Diputados. El representante de ERC Gabriel Rufián pregunta al presidente del Gobierno sobre la Justicia española. Con cara compungida y voz victimista, Sánchez responde que «pese a las noticias de hoy, sigo teniendo fe plena en la Justicia española». Horas después, la fe debió apagarse y el presidente publicó en redes sociales una carta a la ciudadanía en la que, dolido y consternado, se hacía pasar por víctima de una cacería de la derecha y la extrema derecha política y mediática. Sin esperar a que sea la Justicia, en la que decía confiar, la que determine lo procedente, interrumpe sus responsabilidades abriendo un periodo de reflexión personal de cinco días. O sea, otro fijo discontinuo más: deja de trabajar, no va al paro y sigue cobrando.
La cuestión de fondo es que un juez ha dado trámite a una denuncia de una asociación pidiendo que se investigue el posible tráfico de influencias y corrupción sobre actividades desarrolladas por la esposa de Sánchez, Begoña Gomez. Es la misma asociación denunciante que sentó en el banquillo al exvicepresidente económico del PP Rodrigo Rato y al yerno del Rey Iñaqui Urdangarin. Ambos fueron condenados y encarcelados sin que entonces se acusara a los denunciantes de ser una asociación de extrema derecha.
Lo que es un problema de posible responsabilidad penal, al margen de la indudable falta de ética política, no puede servir de pretexto para poner al país en una crisis social obligando a la ciudadanía, como si estuviéramos en una autocracia bolivariana, a pronunciarse a favor o en contra de un determinado político, por muy alto que sea su rango. En una democracia todos somos iguales ante la ley, y no está escrito en ningún código que no se pueda denunciar al cónyuge de quien ostenta la gobernación del Estado. Si no hay responsabilidad, la denuncia será archivada, como le ocurre a miles de ciudadanos que se ven citados en los juzgados todos los días. Y si se demuestra conducta ilegal tendrá la sanción que las leyes tienen previstas para el caso que se juzgue. Y nada más. Envolverse en una bandera de indignación mal asumida, intentando enfrentar a un país entero entre quien apoya a Sánchez y quien simplemente piensa que la ley es igual para todos, es no entender como se conducen las democracias. Y máxime cuando se pretende que se han traspasado líneas rojas de índole familiar después de llevar una larga temporada embadurnando la política con acusaciones de todos tipo a familiares diversos para dañar al adversario político.
Cuando se inicia una investidura alardeando de que se construirá un muro para aislar a medio país del otro medio, se ha sembrado el cainismo que ha sido, por desgracia, una constante en la trayectoria de Sánchez. Y se equivocan de medio a medio quienes se empeñan en arrastrar a la mayoría de los españoles a esa confrontación civil. La mayoría ni está con Sánchez ni está contra Sánchez. Esto no es todavía una republica bananera. Simplemente estamos en un país donde debe primar el Estado de Derecho ante cualquier trato de favor que se pretenda. La alternativa que nos propone Sánchez está fuera de lugar: ni con él ni contra él. Simplemente con el imperio de la ley.
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