Monseñor Aguirre, con un bebé

Monseñor Aguirre, con un bebéNuria Aguirre

Monseñor Aguirre: «La educación es el diccionario que detiene las balas»

El obispo cordobés describe la labor pastoral que desarrolla en Bangassou, una diócesis golpeada por la pobreza, la guerra y la superstición

El obispo de Bangassou, monseñor Juan José Aguirre, ha compartido en Córdoba un testimonio profundo sobre la realidad que vive la República Centroafricana, donde lleva 45 años de misión —27 de ellos como obispo— al frente de una diócesis que lucha por sostener la dignidad humana en medio de la pobreza, la enfermedad y la violencia.

Aguirre ha explicado que su labor pastoral se articula en tres grandes frentes: la asistencia sanitaria, la educación y la atención a los más vulnerables. En el ámbito sanitario, ha destacado el papel del Hospital Buen Samaritano, fundado hace décadas como leprosería y hoy convertido en un complejo con maternidad, pediatría, odontología y un quirófano llamado San Rafael, donde se realizan cada semana intervenciones básicas que salvan vidas. «Casos que en España serían sencillos allí se convierten en dramas por la falta de medios, pero gracias a la cooperación seguimos adelante», ha señalado.

Monseñor Aguirre, en la sede del Colegio de Farmacéuticos de Córdoba

Monseñor Aguirre, en la sede del Colegio de Farmacéuticos de CórdobaLVC

El prelado ha subrayado el ejemplo de Elizabeth, religiosa vietnamita que dirige el hospital, a la que ha descrito como «una madre Teresa viva, símbolo de la Iglesia universal». En Bangassou, ha recordado, conviven misioneros de Asia, América y África, lo que demuestra que «la Iglesia sigue viva, llena de vocaciones y de jóvenes que consagran su vida al servicio de los demás».

En materia educativa, la diócesis mantiene 32 escuelas repartidas por una región del tamaño de media Andalucía. Aguirre considera la educación «una herramienta decisiva contra la violencia»: «La educación es el diccionario que detiene las balas. Un joven con un diploma no tiene ninguna gana de coger un fusil». Ha alertado, sin embargo, de que en países vecinos como Malí, Burkina Faso o el norte de Nigeria, los grupos islamistas radicales reclutan a adolescentes sin formación, «jóvenes manipulados que acaban atacando iglesias y matando inocentes».

El obispo ha relatado también el trabajo que la Iglesia desarrolla en el orfanato Mamá Tongolo, que acoge desde hace 25 años a niños huérfanos de guerra o de sida. «Ver a esos niños llegar desnutridos, sin familia, y veinte años después salir de la universidad con su diploma, es el mejor signo de esperanza que uno puede imaginar», ha afirmado.

Otro de los proyectos más duros pero más humanos son las Casas de la Esperanza, donde se refugian ancianos acusados de brujería. «Allí, cuando alguien envejece y tartamudea o sufre demencia, la ignorancia lo convierte en sospechoso. Hemos tenido que detener linchamientos para salvar vidas. Cuando te acercas, limpias la sangre de una persona apedreada y te arrodillas junto a ella, la violencia se detiene», ha relatado con emoción.

Aguirre ha reconocido que la República Centroafricana «ha pasado de peor a mejor», tras años de guerra civil. Ha recordado que el Gobierno centroafricano recurrió al presidente ruso Putin que envió a mercenarios del grupo Wagner para expulsar a los señores de la guerra islámicos del norte del país. «No son monjas de la caridad —ha matizado—, pero su presencia ha traído cierta seguridad al pueblo llano, cansado de tanto terror».

Pese a las dificultades, el obispo mantiene un mensaje de esperanza: «Seguimos teniendo problemas, pero hay esperanza. Nuestro objetivo es que la gente viva con la misma dignidad con la que Dios nos ha creado».

Y ha concluido con una expresión de gratitud hacia Córdoba y quienes colaboran con su diócesis: «Gracias por mantener este lazo de fraternidad que salva vidas, educa niños y cuida a los más indefensos. En medio del dolor, seguimos viendo milagros cada día».

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