La Buhardilla, uno de los pubs de los 80 que tuvo más trayectoria

La Buhardilla, uno de los pubs de los 80 que tuvo más trayectoriaFacebook

Cuando fuimos los más modernos

Realizamos un viaje nostálgico por los pubs y locales que protagonizaron la noche de Córdoba en los 80 y 90 de la mano de algunos de los que pusieron la música y la actitud

A mediados de los 80 España era pura efervescencia. Había prisa por vivirlo todo, experimentar y asomarse al mundo que se abrió definitivamente tras la dictadura. Para lo bueno y para lo malo. No obstante, al mundo solo podían asomarse los que se lo pudieran permitir, claro. Ahora es mucho más fácil. Así que la juventud de entonces decidió traerse parte de aquello hasta aquí aunque fuera copiándolo de forma casera. También hasta una ciudad mediana como Córdoba, en la que empezó a escucharse una música distinta. La radio en Frecuencia Modulada (¡y en estéreo!) actuó como canalizadora de modas y ritmos y comenzaron a abrirse locales alejados de los preceptos setenteros que imperaban en el ocio. Adiós, pantalones de campana. Hola, The Cure.

Contracultura a medias y ganas de pasarlo bien

A primeros de los ochenta era más probable ser atracado en la Judería que en el Sector Sur. Un barrio oscuro, con las mismas calles estrechas de ahora pero muchos menos establecimientos de souvenirs - o casi ninguno- y algunas tabernas típicas no pensadas para el turismo sino para los parroquianos habituales. En aquel escenario apareció el Varsovia, en la calle Romero, establecimiento de obligada referencia en este viaje por verdaderamente alternativo y pionero en ofrecer otras músicas, otras estéticas y una posibilidad de romper con lo establecido, que no otra cosa es la contracultura. Digamos que fue, de alguna manera, el impulsor para que otros jóvenes y empresarios atentos adoptaran una idea enfocada al ocio de una juventud con ganas de pasarlo bien, obviamente, pero con más estímulos subculturales que los que conocieron sus padres. Las distintas corrientes musicales del pop y el rock jugaron un papel fundamental. A nivel nacional surgió la Movida y tuvo un efecto contagio. Todo estaba cambiando. Todo había cambiado.
Jóvenes en la puerta del desaparecido Varsovia

Jóvenes en la puerta del desaparecido Varsovia (Ana, Javi y Teo)Miguel Ángel Santacruz

Tribus y estudiantes

En Córdoba comenzaron a aparecer marcianos. Jóvenes vestido de negro, pelos cardados, rimmel y laca. Otros con tupé y cazadoras vaqueras, zapatos boogies y, el que se lo pudiera permitir, chupas de cuero auténtico. Las primeras 'tribus urbanas', entendidas estas como grupos de jóvenes con intereses en común que establecen un vínculo, rompían un poco el paisaje en las tardes y noches de una ciudad conservadora y relativamente pequeña. No eran muchos, pero estaban organizados. Y necesitaban sitios en los que reunirse, escuchar su música y relacionarse.
No obstante la convivencia era casi obligada con otra juventud, la universitaria y los estudiantes en general, que también bebían de esos tiempos de cambio y hedonismo, y que era mayoritaria. En contraste con lo que ahora ocurre, no se solía consumir alcohol en la calle, salvo algunas 'litronas' en plazas céntricas. Los bares y pubs eran centros de ocio y de afirmación como grupo. Al Varsovia le siguieron otros nombres entre los años 80 y mediados de los 90: Aldaba, Sinembargo, Etcétera, Sangre Española, Barros, Portón 4, Niño Perdido, Teiker, y discotecas que tenían menos moqueta y funky que el Saint Cyr Club o Chac Mool, como Scándalo o Burbujas.
Jóvenes, a finales de los 80, en el Don Jamón de San Miguel antes de ir al Sinembargo

Jóvenes, a finales de los 80, en el Don Jamón de San Miguel antes de ir al SinembargoLVC

El centro de la ciudad, principalmente, era el escenario de todo aquello, aunque el Brillante ganaba protagonismo en verano y Ciudad Jardín siempre fue una especie de reserva urbana independiente y genial. El centro entonces estaba vivo y no como ahora. Había coches, había humo, incluso taxis. Por no hablar de tiendas, establecimientos y negocios, la mayoría cordobeses (no franquicias) que jugaban un papel fundamental no solo en la economía local sino en la propia identidad de la ciudad. El centro era bullicio, prisas, semáforos y vehículos buscando aparcamiento. En Córdoba siempre se está buscando aparcamiento.
Muchos de los locales, pubs y discotecas que hoy recordamos daban color y ritmo al centro de la capital. Y la vida sonaba de otra manera.

El Desván y Burbujas

El Café Bar El Desván, en la Plaza de Los Carrillos, cerca de la Plaza de Chirinos, era un pub donde los muchachos iban a conocer muchachas (y viceversa) «Era la manera tradicional de buscar pareja, no había redes sociales», puntualiza Matías Delgado (1963), Mati para los amigos, que comenzó a pinchar en El Desván en 1984. El local habilitó una barra, ubicada en la entrada, solo para el disc jockey, y a la decoración de antiguo desván inglés, Matías le imprimió un nuevo aire con la música «de importación» que llegaba, principalmente de las islas británicas, «Le cambiamos el rollo», dice. La proximidad con la entonces recién abierta discoteca Burbujas, en Manuel de Sandoval, y su amistad con Manolo Contreras, dj principal de aquella discoteca, le llevó a cubrir turnos en algunas de las sesiones, una de ellas para menores, que tenía el Burbujas. El centro de la ciudad, como ya se ha dicho, era un hervidero. Matías recuerda sobre todo Chatmool, Contactos y Scándalo, en la calle San Álvaro, «donde pinchaba un locutor de radio muy famoso, porque entonces todos eran locutores menos yo».
Matías tiene en su currículum el haber inaugurado otro local mítico, La Torre, en la Avenida del Brillante, pero recuerda sobre todo su paso por Disco 3, ya que la discoteca era famosa por el alto nivel de los pinchadiscos que contrataba. «Fui el primer disc jockey profesional cordobés allí». El trono a Disco 3 le fue arrebatado por La Bola, también en la sierra. «Nos pegó el palo totalmente», rememora Matías «porque Disco 3 hacía mucha criba en el acceso al público».
La criba no se daba en la calle. «Más o menos todos éramos los mismos y un punkie se juntaba con un rocker o con un siniestro a la hora de tomar cervezas sin problema».
Matías, en El Desván, en 1987, y en la actualidad, en una de las sesiones para amigos.

Matías, en El Desván, en 1987, y en la actualidad, en una de las sesiones para amigos.Matías Delgado

Dejó el oficio y la noche en el 94. «Me cansé. No estuve más de diez años». Echa de menos «viajar para comprar música, lo bien que lo pasábamos, y la discoteca, con sus luces, el sonido y los amiguetes». Matías Delgado vive en Fuengirola y solo pincha esporádicamente por diversión. Su verdadera pasión ahora es la fotografía.

La primera chica a los mandos

Esther Casado (1966) es publicista y moderna antes que muchos modernos, tanto de la época como, por supuesto, de los de ahora. Comenzó como camarera de La Vía, en la Avenida del Brillante, donde su hermano Cisco pinchaba. Eso era en 1986. «Siempre he tenido un gusto musical variado porque en casa éramos muchos hermanos y cada uno escuchaba una cosa». La oportunidad le vino de la mano de la dueña del Sin Embargo, Maricruz Fernández. «Yo no había pinchado en mi vida, pero aquello empezó a funcionar super bien». Hacia 1989, los socios de un café ubicado en la Avenida de América frente a la antigua estación de Renfe, el Carosone, deciden dar un cambio al negocio y este acabó transformándose en el Andy Capp, donde Casado recala como encargada y DJ. Con decoración de Enrique Holgado y espíritu de club after británico, fue uno de los sitios más cool de comienzos de la década de los 90. Esther compaginaba las relaciones públicas con la cabina, y con la experiencia adquirida, decide lanzarse años más tarde, de la mano de su hermano Cisco, a montar el B-18, en el chalecito donde estaba La Vía. «Volví como dueña a donde empecé como camarera», señala Casado, «y fueron unos años maravillosos».
Entre el 91 y el 93, B-18 se convierte en la cita obligada para las noches de primavera y verano, sobre todo, y con el grunge como movimiento rock emergente que marcó parte de la programación musical del pub. «Llegamos a hacer hasta conciertos del Festival de la Guitarra, cuando el festival tenía la línea alternativa, que lamentablemente no se ha vuelto a hacer». Para el recuerdo queda el homenaje a Kurt Cobain cuando murió, con una figura a tamaño natural sobre el escenario, y otro homenaje póstumo a Camarón.
«Todas las tribus juntitas, por supuesto, y sin ningún problema», enfatiza Esther. «Un sitio con una visión muy moderna y también de la época, porque se respiraba mucha libertad y muchas ganas de todo».
Esther Casado habla de aquel periodo «sin polarización» como un tiempo en el que «surgió un germen maravilloso que aún continúa». «Los que somos de esa generación nos alegramos de seguir viéndonos, ya fuéramos rockers, punkies, heavies o modernos. Ese espíritu se ha quedado».
Esther, en la cabina del Andy Capp (1991) y en la actualidad

Esther, en la cabina del Andy Capp (1991) y en la actualidadEsther Casado/Jesús Caparrós

Ella ha sido, además, la primera mujer disc jockey de Córdoba «y posiblemente de Andalucía». Abrió en ese sentido un camino, aunque confiesa que nunca le ha gustado mucho el reconocimiento y que lo hizo «sin pensarlo demasiado». «Profesionalmente ha sido el trabajo en el que me he sentido más poderosa, porque el DJ es el que hace la magia, el que genera la fiesta», confiesa Casado, que reconoce no obstante el «elevado peaje que tiene la noche». «Yo me cansé. En el 93 corté con todo, y hasta hoy», aunque echa de menos la mezcla humana de entonces «por enriquecedora».
Como herederos de aquel espíritu nombra al Automático, el Amapola, El Último Tango o el Ideal, «pero lamentablemente abunda mucho el catetismo, con locales que ponen música que no me interesa nada y donde no me siento cómoda».

Música, radio, más música y más radio

«Si te digo dónde no pinché acabamos antes» aclara Ángel Porras (1968) antes de ofrecer una retahíla de nombres donde trabajó como DJ: La Buhardilla, Sinembargo, Barros, Cuarentayuno, Áfrika, B-18, El Convento, Don Luis, La Quinta, Pub Ibiza, La Torre, El Granito de Oro, Disco 3, Kachao
«Lo que hacía uno para conocer chicas», recuerda con una sonrisa Ángel, que sigue vinculado a la música, su pasión, ahora como locutor de su propia emisora, Jelou Radio. En realidad la vida de Ángel Porras ha estado unida a la radio y a Los 40 Principales, en concreto, donde comenzó en 1989. Ese fue un empujón definitivo para su trayectoria como discjockey porque acrecentó su fama y ,en una época en la que no existía Internet, ser locutor de radio aportaba una dosis de popularidad que ahora no encontraría ningún influencer. Eso marcó también las sesiones en los pubs y garitos anteriormente mencionados, abiertos a un público más general, universitario sobre todo, pero a la vez muy mezclado, como ocurría en aquella Córdoba. Pop británico y grupos españoles de los 80 eran los protagonistas de aquellas tardes y noches. «La gente se movía por estilos de música», señala Porras, aunque para él eso nunca ha sido problema porque siempre ha tratado de poner música «de calidad» y éxitos que gustaban a casi todos.
De aquella época echa de menos «la concordia» que para él significaba «ir de un garito a otro sin ningún tipo de problemas, sin que te miren mal ni se tenga en cuenta tus tendencias sexuales, no como ahora, que parece que todos tenemos que ir etiquetados».
En cuanto a la música, el panorama actual para Ángel Porras es «bastante desolador» por «estandarizado». «Se ha impuesto el latineo y el reggaetón,y como es lo fácil , todo el mundo se tira a eso».
Hangar, Ambigú, Automático, Jazz Café y Long Rock son para él algunos de los locales que mantienen el talante e impronta de aquellas noches de los 80 y 90.

Cirugía con rock español

Si hay un local mítico en el recuerdo de muchos cordobeses de la época, ese es el pub Quirófano, en Gran Capitán, 44. Promovido por gente del ámbito sanitario (de ahí el nombre), trabajadores del Hospital Reina Sofía la mayoría, supuso un lugar de encuentro con el pop-rock nacional más vanguardista gracias a Ángel Vazquez, que por entonces (1987), también era locutor en la FM de Radio Popular. La radio vino a dar el empujón y viceversa, porque Vázquez supo entablar relaciones fructíferas con el sello discográfico DRO de Servando Carballar y eso se tradujo no solo en material discográfico sino en agenda de músicos y grupos que pasaron por allí o por el Kódigo de Barras, que fue de alguna manera un ‘Quirófano 2’ «La gente encontró en Quirófano una espita, una salida, para todo eso que andaba buscando», explica Ángel Vázquez a La Voz de Córdoba, porque además él pinchaba las maquetas de los grupos locales que también radiaba en su programa. Y eso cuando no hay redes sociales - aunque insistamos en este aspecto- tiene un enorme calado. «Los medios eran muy pocos y la decoración del bar la hacíamos nosotros mismos» señala el periodista y promotor.
Memorabilia de Quirófano, Código de Barras y El Rompeolas

Memorabilia de Quirófano, Código de Barras y El RompeolasJosé Luis Quintana/ Jesús Caparrós

Ángel, no fumador, rememora el «muchísimo humo del tabaco que ponía las paredes negras y la ropa con un olor que duraba días» y la sala repleta de gente, que le obligaba a entrar por la ventana de la cabina a pinchar porque no podía hacerlo por la puerta de acceso.
El Kódigo de Barras, sobre 1989, «mantuvo la continuidad estética» y el buen rollo para la mucha gente que «no manejaba el dinero que hoy puede tener alguien de su edad». Vazquez recuerda «una cerveza para cuatro», que entonces era bastante habitual, y que mucha bebida se compartía en la puerta del local «de cháchara», lo que acabó provocando denuncias de los vecinos y un posterior cierre. Pero, ojo, Ángel Vazquez matiza que no había «grandes borracheras ni pasotes, todo era bastante sano». Coincide con los anteriores testimonios en que «todo el mundo se llevaba bien». «Los rockers, los punkies, los más mods, los siniestros de pelos cardados, todos pasaban por allí» además de los grupos del momento, como La Reserva, Tarik y la Fábrica de Colores, o Eva Riquelme, menos los Yacentes, que tenían sede fija en el Varsovia”. Víctor Coyote, La Frontera, Loquillo, Jaime Urrutia… todos han tomado copas en el Quirófano/Kódigo de Barras, «pero en un plan muy normal, sin protagonismos ni espacios VIP».
Tras el cierre forzoso, Kódigo de Barras se trasladó durante un tiempo a los bajos de la antigua Galerías Preciados para regresar más tarde como El Rompeolas, «pero no era tanto un problema de insonorización como las pintas de los que se congregaban en la puerta, que molestaban a los vecinos», matiza Vázquez., que señala que, al contrario que ahora, «no había cubateo en la calle y el botellón consistía en salir temprano con unas litronas con tus colegas en un plaza para después quedar en el pub o local de turno».
Ángel Vázquez, en la cabina del Kódigo de Barras, y en la actualidad

Ángel Vázquez, en la cabina del Kódigo de Barras, y en la actualidadÁngel Vázquez/Jesús Caparrós

Ángel Vázquez también fue gerente de Studio 92 y responsable del traslado de la Caseta Joven municipal de la Victoria al Arenal, para posteriormente centrarse en otras actividades profesionales. Sale poco de noche porque, para él, «es bastante anodino». «Antes había más capacidad de sorpresa porque no existían los móviles, y te podías encontrar con cualquiera sin proponértelo», reflexiona, y coincide con algo ya expuesto aquí, y es que «todos los locales ponen la misma música, los mismos éxitos. Hay mucha estandarización». Una excepción: El Ambigú, con la gerencia de Rafa Chino «que era cliente de mi bar a diario y que ha conseguido lo que nadie en Córdoba. Un local con solera, calidad, buen trato y muy buena música».

Viva la música y la libertad, carajo

Francisco Luque ‘Derby’(1968) - en adelante solo Derby- es músico y locutor aunque no necesariamente en este orden. Comenzó a «poner música, que no pinchar» en casa, con 15 años, en las fiestas familiares. Con 16 ya se colocaba tras los platos de Chac Mool, en la calle Osario. Le siguió el Disco Gala, del mítico ‘Boti’, inauguró la discoteca Due de Castro del Río en 1985 y en octubre de ese mismo año fue fichado por la Roll Royce de Puente Genil donde compagina las sesiones con colaboraciones en la antigua Cadena Rato de la localidad pontanesa. Entre semana, Derby también trabajaba en la capital y en una discoteca mítica que conocería el declive a finales de los 80: Contactos, en Eduardo Dato. Allí le hacía los descansos a otros nombres imprescindibles de las cabinas de aquella época: Manolo Contreras y Manuel Cachinero ‘Cachi’. «Poníamos un musicón que te pasas. A veces, incluso ratos de lento», rememora riéndose. La radio volvió a cruzarse en su camino y se marchó a Radio Lucena, hasta 1988, que ingresa en la desaparecida Radio Cadena Española. Al contrario que Ángel Vázquez o Porras, Derby no se apoyó en la radio para el ocio nocturno sino que le dedicó prácticamente todo el tiempo, además de enfocarse como músico. De manera esporádica se colaba en una cabina. «Solo cuando me dejaba Esther pinchaba en el Andy Capp», recuerda con una carcajada: él era uno de los socios del pub. También en La Buhardilla «cuando estaba Luisma pinchando, o en Barros, con Ángel». «Yo era el invitado de un rato, nada más», señala.
Derby, pinchando y haciendo sus primeros pinitos musicales en Puente Genil, y en la actualidad

Derby, pinchando y haciendo sus primeros pinitos musicales en Puente Genil, y en la actualidadFL Derby

Cuando mira al pasado coincide con los anteriores testimonios. «Todo el mundo se llevaba bien y si había algún problema, se solucionaba rapidito», sostiene, y añade que «había más libertad para expresarse y hablar de lo que quisieras». ¿Y qué echa de menos? «Había más cultura musical verdadera , porque la música estaba en la calle. Se podían intercambiar ideas sobre la música con cualquiera. Podías hablar con un rocker, un siniestro o meterte en el Varsovia a aprender cosas que parecían distópicas entonces pero que no lo eran».
En la actualidad Derby valora también la programación de El Ambigú y Hangar cuando hacen conciertos. Y aunque no la nombre, muchos echamos de menos su Popería, en la calle de la Feria, que estuvo abierta hasta hace unos años. Derby está centrado en Zocopop, un programa- podcast de música independiente que también compagina con sus recién iniciados viajes moteros de «Zocopop en ruta».

Señoras y señores: el Level

Antes fue Flower y después el Feeling. Desde 1992, Level. Paco Feeling regentaba un local, en Ciudad Jardín (Antonio Maura) que recogió a los que empezaban a quedarse huérfanos de buena música en el centro y sobre todo, al tener como razón de ser la música en directo, «arrastró a muchos músicos de Córdoba». Paco aclara que en todas las etapas anteriores el local estaba enfocado a los conciertos, «pero como Level, aquello fue la hecatombe». Conciertos todos los domingos, con semanas en las que ampliaban a los jueves también. El Level estuvo operativo hasta el año 2000. «El botellón, la gente bebiendo en la calle, cambió todo», apunta Paco, «La gente venía más tarde y los bares empezamos a decaer. Era otra historia». No recuerda haber tenido problemas con los vecinos. «Nunca, porque teníamos el local muy bien preparado». De hecho, Paco dice que una de las coas que más le gustaba a los grupos que tocaban en el Level era «cómo sonaba».
Casi todos los grupos de la capital y la provincia han tocado allí. Y otros, como Def Con Dos, Chambao o Eskorzo también se dejaron caer con su música por el Level. «Pero nos enfocábamos mucho en la música de Córdoba», señala Feeling, en un local que «era como un templo para los músicos». Era habitual que tras los ensayos, muchos acabaran en el Level tomando una copa. Y la tolerancia aparece de nuevo cuando Paco recuerda que «en un concierto de heavies aparecían músicos que hacían pop o rockers. Las tribus estaban todas allí y todo el mundo respetaba la música de los compañeros sin problemas».
Paco Feeling, en el Level y ahora, en su actual negocio

Paco Feeling, en el Level y ahora, en su actual negocioPaco Feeling/ Jesús Caparrós

Los conciertos se grababan en video y en MiniDisc, y se le daba al grupo «con una calidad bastante buena». Durante la semana los proyectaban en la televisión del local. Los grupos, y sus colegas, podían verse de nuevo tomando una cervezas «y comentaban la jugada». Dice Paco Feeling que eso ahora «no lo hay en ningún lado». Eso es precisamente lo que hemos venido reflejando en todo este artículo. «Y no porque los tiempos pasados fueran mejores, sino porque es así», concluye Paco Feeling.
Bueno, algo mejores sí que parecieron.
Comentarios
tracking