Una de las leyendas más conocidas de la localidad es la de la tragantía. Durante la conquista de las tierras por las tropas castellanas, el rey moro se refugió en el Castillo de la Yedra, para hacer frente al ataque enemigo. Cuando vio que no podría con ellos, lo abandonó, pero dejó escondida a su hija en él. La espera a que su padre volviese se hizo eterna. Del agotamiento dejó de sentir las piernas, que se habían transformado en una cola serpenteante, y su famosa belleza adquirió un tono reptilesco. Desde entonces, cada noche de San Juan se venga de los ciudadanos cantando: Yo soy la Tragantía / hija del rey moro, / el que me oiga cantar / no verá la luz del día / ni la noche de San Juan.