Los 10 pueblos medievales más bonitos de Castilla-La Mancha

En la época medieval Castilla-La Mancha fue una tierra marcada la Reconquista y la repoblación de los asentamientos musulmanes y por la influencia de las Órdenes Militares. Se convirtió en tierra de castillos (de ahí su nombre) y pueblos fortificados con murallas. Sus cinco provincias albergan poblaciones que evocan la huella de este pasado. Estos son diez de sus pueblos medievales más bonitos que merece la pena visitar.

Sigüenza (Guadalajara)

Conocida como la «Ciudad del Doncel», Sigüenza es un libro abierto de historia medieval. La catedral-fortaleza (la «Fortis Seguntina») y el castillo, hoy también convertido en Parador, el trazado de sus calles, los templos románicos y el ambiente de su Plaza Mayor hacen de Sigüenza uno de los lugares imprescindibles de Castilla-La Mancha.

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Almagro (Ciudad Real)

Su Plaza Mayor porticada, única en España, y el Corral de Comedias del siglo XVII son emblemas de esta villa que vivió su esplendor en el Siglo de Oro. Pero, más allá de sus tablas, Almagro es un conjunto monumental de conventos, palacios y casas solariegas que evocan el pasado y la importancia de la Orden de Calatrava.

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Belmonte (Cuenca)

El castillo de Belmonte, una espectacular fortaleza gótica-mudéjar, domina la silueta de este pueblo medieval. Intramuros, el visitante encuentra calles empedradas, iglesias como la colegiata de San Bartolomé y restos de murallas. Belmonte también respira literatura, pues aquí nació el poeta Garcilaso de la Vega y se rodaron escenas de películas históricas.

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Molina de Aragón (Guadalajara)

Su fortaleza, una de las más grandes de España, ya anticipa la importancia medieval de Molina de Aragón. Dentro, el pueblo conserva barrios históricos, iglesias románicas y callejas que hablan de un pasado. Sus murallas, torres y palacios recuerdan que fue señorío independiente en la Edad Media.

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Alarcón (Cuenca)

Colgado sobre un meandro del río Júcar, Alarcón es un prodigio medieval. Sus murallas abrazan el casco antiguo y su castillo, hoy Parador, domina la panorámica. Iglesias románicas, torres defensivas y callejuelas de piedra dibujan un recorrido fascinante que explica por qué fue una de las plazas fuertes más codiciadas en la Reconquista.

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Villanueva de los Infantes (Ciudad Real)

Villanueva de los Infantes presume de un casco histórico renacentista que hunde sus raíces en el Medievo. La Plaza Mayor, presidida por la iglesia de San Andrés, es uno de los conjuntos más bellos de La Mancha. Y no falta el eco literario por sus calles empedradas, pues aquí murió Francisco de Quevedo.

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Alcalá del Júcar (Albacete)

Es uno de los pueblos más bonitos no sólo de Castilla-La Mancha sino de toda España. Ubicado bajo la protección de su castillo de origen árabe, enclavado en un cañón junto a la Hoz del Júcar, destaca por su puente romano que no lo es, su plaza de toros, la iglesia de San Andrés y sus casas-cueva.

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Oropesa (Toledo)

Una de las villas medievales más hermosas y mejor conservadas de Castilla. Su imponente castillo del siglo XII, transformado hoy en Parador, domina el horizonte y subraya su importancia histórica como señorío. En abril sus Jornadas Medievales, declaradas de Interés Turístico Regional, reúnen a más de 30.000 visitantes.

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Alcaraz (Albacete)

Alcaraz fue un importante enclave medieval y aún hoy conserva torres, portadas renacentistas y restos de murallas que lo demuestran. Su Plaza Mayor, flanqueada por la Torre del Tardón y la Torre de la Trinidad, es uno de los conjuntos arquitectónicos más notables de la región.

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Hita (Guadalajara)

Hita es sinónimo de historia medieval. Su casco histórico, presidido por la iglesia de San Juan y restos de murallas, revive cada año en el Festival Medieval, el más antiguo de España. Cuna del Arcipreste de Hita, autor del «Libro del Buen Amor», esta villa conserva intacto el encanto de la Edad Media en sus calles empedradas y en el ambiente de su fiesta mayor.

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