La grasa oculta, no solo el peso visible, puede dañar silenciosamente las arteriasGTRES

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La grasa oculta, no solo el peso visible, puede dañar silenciosamente las arterias

La Fundación Española del Corazón (FEC) advierte que la zona del cuerpo en la que se encuentra acumulada la grasa es un factor de riesgo cardiovascular más importante que el exceso de peso y por ello recomienda medir el perímetro abdominal en lugar de calcular únicamente el índice de masa corporal (IMC).

Un reciente estudio, liderado por científicos de la Universidad McMaster y publicado en la revista Communications Medicine, ha puesto de relieve el peligro que representa la grasa abdominal y hepática oculta, incluso en personas que presentan un buen estado físico externo. El trabajo cuestiona la utilidad del índice de masa corporal (IMC) como herramienta exclusiva para evaluar la obesidad y propone una mirada más precisa sobre cómo la distribución de la grasa influye en la salud cardiovascular.

En un artículo publicado por Jennifer Stranges, profesora de Medicina en la Universidad McMaster, asegura que «la grasa oculta y no solo el peso visible, puede dañar silenciosamente las arterias, lo que subraya la necesidad de considerar más que el índice de masa corporal y la circunferencia de la cintura al evaluar el riesgo cardiovascular».

La investigación se centró en la grasa visceral –aquella que se acumula en torno a los órganos internos– y en la grasa hepática, almacenada en el hígado. Ambas han sido asociadas previamente con enfermedades como la diabetes tipo 2, la hipertensión arterial y problemas cardiacos. No obstante, sus efectos concretos sobre las arterias no estaban del todo claros. A través de resonancias magnéticas avanzadas y un análisis de más de 33.000 adultos en Canadá y el Reino Unido, el equipo halló una fuerte correlación entre estos depósitos grasos y el deterioro de las arterias carótidas, que llevan sangre al cerebro.

Los resultados son claros: quienes presentan mayor cantidad de grasa visceral y hepática tienden a mostrar un engrosamiento y obstrucción de estas arterias, lo que incrementa significativamente el riesgo de padecer infartos cerebrales o de miocardio. Este vínculo se mantiene incluso tras ajustar otros factores de riesgo tradicionales como la presión arterial, los niveles de colesterol y las variables relacionadas con el estilo de vida, como la dieta o el ejercicio, y otros factores metabólicos. Así, se demuestra que no basta con medir el IMC o la circunferencia abdominal para detectar riesgos cardiovasculares. La grasa que no se ve también cuenta, y mucho.

«Este estudio muestra que incluso después de tener en cuenta los factores de riesgo cardiovascular tradicionales, como el colesterol y la presión arterial, la grasa visceral y hepática aún contribuyen al daño arterial», subrayó Russell de Souza, profesor asociado del Departamento de Métodos de Investigación en Salud de McMaster y uno de los principales autores del estudio. Para él, los hallazgos deben servir como una «llamada de atención tanto para los médicos como para el público en general».

Sonia Anand, investigadora principal del estudio y especialista en medicina vascular en Hamilton Health Sciences, advierte: «No siempre se puede determinar con solo mirar a alguien si tiene grasa visceral o hepática». Según explica, este tipo de grasa es especialmente nociva porque es metabólicamente activa y provoca inflamación, lo que agrava el daño en las arterias, incluso en personas que no presentan sobrepeso aparente.

Esta nueva evidencia se suma a un creciente cuerpo de investigaciones que cuestionan la fiabilidad del IMC como indicador único de salud. Para los especialistas, el desafío es ahora traducir estos hallazgos en protocolos médicos que incluyan análisis de imagen que permitan detectar este tipo de grasa oculta. Mientras tanto, el estudio actúa como un recordatorio de que el riesgo cardiovascular puede estar escondido donde menos se ve.