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El catedrático de Derecho Constitucional y exembajador en Roma, Jorge de Esteban, junto al Rey Juan Carlos en una imagen de archivo

El catedrático de Derecho Constitucional y exembajador en Roma, Jorge de Esteban, junto al Rey Juan Carlos en una imagen de archivoEFE

Jorge de Esteban (1938-2014)

Un intelectual que inspiró a los padres de la Constitución

Autor de una notable obra en Derecho Constitucional, también fue embajador en Roma entre 1983 y 1987

El catedrático de Derecho Constitucional y exembajador en Roma, Jorge de Esteban
Nació en 1938 en Madrid donde ha fallecido el 14 de mayo de 2024

Jorge De Esteban Alonso

Constitucionalista

Catedrático de Derecho Constitucional entre 1980 y 2008, embajador de España en Italia entre 1983 y 1987, estuvo vinculado estrechamente al diario «El Mundo», habiendo presidido su consejo editorial y su empresa editora.

Jorge de Esteban manifestó por primera vez su decepción para con la marcha de la democracia española en general y la izquierda en particular –a la que estaba adscrito– en 1987, a su vuelta de Roma, donde había defendido, como embajador los intereses de España durante cuatro años. Formaba parte de la primera hornada de embajadores no pertenecientes a la carrera diplomática –al igual que Eduardo Foncillas en Alemania, Joan Raventós en Francia o Fernando Baeza ante el Consejo de Europa–nnombrados a principios de 1983 por el primer Gobierno de Felipe González.

Mas sacó una experiencia agridulce: por una parte, mejoró notablemente las relaciones con Italia gracias al trato cercano que supo establecer con las autoridades de ese país, empezando por el presidente del Consejo, Bettino Craxi y su ministro de Asuntos Exteriores, Giulio Andreotti; su labor contribuyó, entre otros logros, para facilitar la adhesión de España a lo que entonces era la Comunidad Económica Europea.

Por otra, la experiencia de gestión de este catedrático de Derecho Constitucional dejó en él conclusiones algo negativas. Como recuerda en «Diario romano de un embajador», «aprendí, de forma decepcionante que la izquierda no se diferencia apenas de la derecha conservadora en la forma de gobernar, de manipular y de aferrarse al poder por el poder, cuando yo siempre había pensado que si había alguna razón para ser de izquierdas no podía ser otra que la creencia en unos valores, en una ética, en la absoluta convicción de que las cosas que van mal y los males sociales que afligen a nuestro país no son irreparables, sino que la acción política los puede transformar, solucionar o, al menos, mitigar».

Pese a esta decepción, De Esteban no dejó de participar en la vida pública: además de retomar su cátedra de Derecho Constitucional en la Universidad Complutense, se integró en el equipo fundacional de El Mundo como miembro de su consejo editorial, que posteriormente llegó a presidir. Desde aquellas páginas, influyendo en la línea del diario, De Esteban defendió incansablemente su apuesta por una España liberal y moderna. Sobre todo, dejando en cada momento muestras de su altura intelectual: ni en los peores momentos de la crispación derivada de las postrimerías del «felipismo», dejó el catedrático de usar un tono alejado de la polémica incendiaria, si bien de la lectura de sus artículos se desprendía una crítica severa.

La densa y variada trayectoria de De Esteban era, ante todo, el fruto de una sólida trayectoria iniciada en España, completada en Francia con una tesis doctoral en Derecho obtenido bajo la batuta de Maurice Duverger y leída en la fatídica primavera de 1968, y ampliada en Estados Unidos, país en el que llegó a ser profesor visitante en las universidades de Michigan, Berkeley y Harvard. Un corpus doctrinal que fue decisivo para un compromiso con la democracia sellado en «Desarrollo político y Constitución española», obra publicada durante el «tardofranquismo» y que inspiró a los encargados de comenzar la Transición y redactar la Carta Magna de 1978.

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