La caza y la igualdad de género
El guarda me comentó que era la primera vez que veía una mujer que fuese de rececho sola, hecho que admiraba mucho. Por ello me cuidó especialmente y surgió una amistad que me hizo volver varios años, en los que constataba qué había localizado previamente y reservado para mí, rebecos muy especiales

Una mujer practica la caza
A lo largo de mi vida he practicado tres actividades en las que las mujeres concurrimos en igualdad de condiciones que los hombres: La equitación, los rallyes todoterreno y la caza. Seguramente es debido a que en ninguna de ellas el físico es un factor determinante, como mucho la resistencia, y para ello vale más la voluntad que la fuerza bruta.
De todas ellas, sólo sigo practicando la caza. La equitación la dejé enseguida, igual como un acto de rebeldía, ya que en mi familia es lo que se esperaba que hicieses. Los coches me entretuvieron bastantes años, e incluso llegué a trabajar en el sector, pero nunca me hicieron hervir la sangre.
Pero la caza la tengo grabada en lo más profundo de mi ser. No es únicamente un entretenimiento, sino algo inherente a la persona. Hemos sido cazadores desde nuestros orígenes, incluso antes que agricultores. La caza no te llena únicamente por la captura del animal o el contacto con la naturaleza, apela a nuestros instintos más básicos, y lograr tu objetivo te proporciona una satisfacción difícilmente explicable. Incluso cuando fallas o no ves ni un rabo, simplemente por el hecho de haber practicado esa actividad tan propia nuestra, te hace volver a casa mucho más realizada.
La mujer cazadora lo hace únicamente por afición, no tiene ningún condicionante que le haga unirse a la actividad
Comparándome con otras mujeres cazadoras, creo que todas compartimos una afición muy sincera por la caza. No digo que muchos hombres no sean también unos forofos de la caza, por supuesto que lo son, pero también entre ellos se ven casos que acuden por unirse al plan de los amigos o porque es lo que se espera de ellos, mientras que la mujer cazadora lo hace únicamente por afición, no tiene ningún condicionante que le haga unirse a la actividad.
Otro hecho diferencial, aunque igual me equivoco, es que somos menos competitivas que los hombres, para nosotras es más una actividad personal, en la que el competidor es el animal o nosotras mismas, más que compararnos con el resto de cazadores. Y como siempre, aunque conozco cazadoras muy ansiosas, en general creo que lo somos menos que los hombres. Nos conformamos más con las oportunidades que hemos tenido, sin tener que exagerar los logros o justificar los fallos.
Pero volviendo al título del artículo, en ninguna de las tres actividades, he sentido desigualdad, un trato vejatorio o dificultades, más bien al contrario.
Centrándome en la caza, siempre me he sentido muy bien acogida, incluso favorecida por el hecho de ser mujer. Al ser pocas, los hombres reciben a las aficionadas con ilusión, un ejemplo de ello me sucedió recechando el rebeco en el Pirineo. El guarda me comentó que era la primera vez que veía una mujer que fuese de rececho sola, hecho que admiraba mucho. Normalmente las pocas cazadoras que van son las acompañantes de sus parejas, aunque también ellas acaben tirando. Por ello me cuidó especialmente y surgió una amistad que me hizo volver varios años, en los que constataba qué había localizado previamente y reservado para mí, rebecos muy especiales.
He puesto ese ejemplo, pero lo he notado en muchísimas ocasiones, como cazando el corzo cuando me reservaban los mejores enclaves, o en monterías donde siempre acabo con uno de los mejores puestos, etc.
Todo ello lo hacen mostrando una actitud caballerosa, que me encanta, como cuando se ofrecen a cargar mi rifle o mi morral a la hora de subir un cortadero, y eso que muchas veces me cuesta mucho menos afrontar una cuesta que al resto de cazadores.
Claro que no todo es tan fácil, me ha tocado compartir cabañas y ronquidos de los guardas tanto en Nueva Zelanda como en Asturias, pero no les sentí incómodos por compartir espacios ni hicieron un mal gesto por ello.
Y entiendo que habrá veces, en una actividad considerada tan masculina, que la presencia de las mujeres puede condicionar. No podrán hacer ciertos chascarrillos o comentarios, como me pasa a mí cuando estoy de vinos con mis amigas, que la presencia de un hombre condiciona nuestra conversación. Pero allí nosotras tenemos que saber estar y no imponernos en todo momento, porque como dice el manido dicho francés «Vive la difference!»
- Clara Moreno es vicepresidenta del Real Club de Monteros y vocal de la Junta Nacional de Homologación de Trofeos de Caza