Los cazadores como «planta centinela» frente a lo woke

Cuando el mundo de la caza dice que hay un problema de exceso anormal de una población, háganle caso antes de que se nos caiga un Airbus con 300 personas por impacto con buitres

Batida de un jabalí durante la emergencia cinegética en Galicia

Batida de un jabalí durante la emergencia cinegética en GaliciaEuropa Press

Se llama «planta centinela» a aquellas que, por ser más sensibles a determinadas enfermedades, se siembran al lado de las que se quieren preservar, para tener una alerta temprana de la enfermedad en esa plantación y poder actuar preventivamente. El ejemplo más conocido es el de las rosas en los viñedos, al compartir enfermedades, principalmente el oídio. Pues los cazadores son una especie de planta centinela de la sociedad. El mundo de la caza no entra en política, no milita. Pero, como cualquier ciudadano, es sensible a ella.

Cuando la sociedad babeaba de gusto ante la presentación de medidas mágicas de salvaguarda del medio ambiente y de protección animal, la política woke, los cazadores, más sensibles a las consecuencias, pusieron el grito en el cielo exponiendo que muchas eran absolutamente inútiles, pero muy limitativas, mientras que otras eran totalmente contraproducentes. Pero chocaron con esa mala fama fabricada a su medida, mentirosa y falaz, pero perfectamente diseñada para «matar al mensajero» y evitar tener que discutir sobre el fondo. Si lo dicen los cazadores, esos asesinos, es que no tienen razón; y punto.

El mundo de la caza fue la planta centinela de las políticas woke, pero fue desoído, pese a llenar Madrid con cientos de miles de asistentes en una de las mayores manifestaciones de nuestra historia y hacerlo con una educación que provocó la admiración de los propios responsables municipales y autonómicos de Madrid, que lo expresaron así: «lo han hecho sin romper una papelera, sin pisar una flor».

La exageración woke ha sido tal que de ella ya hay muchas abjuraciones, desde el propio Bill Gates, pasando por Hollywood y llegando al mismo cine español

Hoy el resto del país ya está sufriendo el exceso de las políticas woke, porque los urbanitas son hoy los principales propietarios de perros a los que no les puede dar antibióticos y tienen que castrarles con meses. También porque empiezan a sufrir fuertes limitaciones en su día a día (antes las medidas ambientales sólo se aplicaban al campo) y no comprenden por qué no pueden utilizar su viejo coche, que les es tan absolutamente necesario como prohibitivo comprar otro, sabiéndose que los coches no son, ni de lejos, la primer causa de contaminación, pero sí un elemento fundamental para ganarse el pan. Hubiera bastado con alargar su posibilidad de circulación hasta que llegaran a su vida útil los existentes en la fecha de la medida, necesariamente limitada.

La exageración woke ha sido tal que de ella ya hay muchas abjuraciones, desde el propio Bill Gates, pasando por Hollywood y llegando al mismo cine español, en el que está triunfando la serie de Netflix, «Animal», en la que se retrata sin necesidad de parodiar en exceso esa cultura woke-animalista. Y digo sin parodiar en exceso porque no hace falta, sino mostrarla con exactitud para que cualquier mente sana se dé cuenta de su aberración y de que, en una enorme proporción, solo responde a una construcción mercantil de creación de una tendencia de consumo absurda y de humanización ridícula de los animales, que no vela por su bienestar, sino que solo procura que el animal origine gastos. Me atrevo a reventarles la frase última de la serie: ¿Cuál es el mejor animal? El enfermo, porque es el que más beneficios nos da.

El daño hecho será muchas veces irreversible, pero me contentaría si sirviera para reivindicar al mundo de la caza como lo que se merece. Es mucho más culto de lo que se hace creer; sus componentes tienen una cultura por encima de la media del país; su estatus social está en la media económica; en su actividad se hacen grandes esfuerzos de investigación que incluyen censos de animales, cuidados del hábitat, actuaciones de mejora en situaciones de déficit alimentario de la fauna y la extensión de estos cuidados a la fauna no cinegética ... Cuando el mundo de la caza dice que hay un problema de exceso anormal de una población, háganle caso antes de que se nos caiga un Airbus con 300 personas por impacto con buitres. Cuando dice que el lobo crece exponencialmente, háganle más caso que a los investigadores politizados que no pisan el campo si no es para bajarse del Toyota para miccionar. Cuando dice que la proliferación de especies alóctonas invasivas (nacionales o extranjeras) puede llegar a alterar el equilibrio ecológico (está ya ocurriendo), háganle caso antes de que mapaches o meloncillos (estos últimos otrora absolutamente endémicos y ahora curiosamente proliferados en toda España) se conviertan en problema irresoluble. Cuando denuncia el desastre ecológico de prohibir la caza en parques nacionales, háganle caso antes de que la solución sea enorme gasto de dinero público para que esa caza la haga TRAGSA de forma anormal, descontrolada y sin criterio, aunque no la llamen caza.

Puede a que al mundo urbanita todo eso le traiga al pairo en su mayoría (quizás no tanto eso de estrellarse en accidente aéreo por impacto de buitres), pero debería poner las orejas en prevengan antes de que el «oídio» (la enfermedad) les llegue e infecte. Háganle caso a la caza, aunque no la practiquen, con igual razón que unos urbanitas se la hicieron a un pastor para que desalojaran una acampada, al ver que estaba cayendo la de Dios en una sierra lejana, pero que vertía aguas a ese preciso lugar, por mucho que en el de la acampada apenas lloviera. Y salvaron la vida. Háganle caso a la gente del campo y les irá mucho mejor.

  • Antonio Conde Bajén es miembro del Real Club de Monteros

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