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Woody Allen dirigiendo a los actores de su última película, ´Coup de chance´

Festival de Venecia

El genio de Woody Allen y Hamaguchi

Dos genios del cine, a las antípodas en edad, estilo y posición geográfica alumbraron la sexta jornada del 80º edición

Uno, Woody Allen, norteamericano, rozando los 87 años (los cumple el 30 de noviembre) y a su redondo opus 50 con Coup de chance, es un reconocido maestro de la comedia clásica, otro, Ryusuke Hamaguchi, japonés, 45 años, quince largometrajes, incluyendo el presentado en concurso hoy, Aku wa sonzai shinai (El mal no existe), es un director maleable y con múltiples intereses que van de la literatura al teatro y a la música.

Golpe de suerte es el primer filme de Allen donde no se habla inglés, aun cuando la París donde se desarrolla la acción puede parecer su Manhattan natal, con actores franceses como Melvil Poupaud, Lou de Laage y Niels Schneider que protagonizan un ménage à trois que desembocará en tragedia pero con un final feliz, imprevisto y desopilante que es uno de los hallazgos mas originales de la película.

En apretados 96 minutos, donde no hay un fotograma de más, el film cuenta la historia de Fanny (Lou de Laage), felizmente casada con un hombre de negocios de turbio pasado (Poupaud) que se encuentra casualmente por la calle con un compañero de estudios (Schneider) que le declara haber estado enamorado desde siempre de ella.

El marido, devoto de su esposa pero tremendamente celoso y posesivo, descubre la relación y tomará una decisión feroz que cambiará el curso de las vidas del trío.

Poseyendo todas las reglas del policial, no es posible avanzar en la trama pero baste saber que Coup de chance es una obra maestra en absoluto, de las mejores, si no la mejor, de su autor, considerando que si bien otros filmes suyos, como Annie Hall o Another Woman, tenían mayor densidad dramática, en esta nueva obra, Allen, en el ocaso de su vida y su carrera declara un anhelo de perfección que supera a sus compañeras de género.

Allen es una de las víctimas del metoo, acusado por Mia Farrow de haber tenido relaciones sexuales con su hija adoptiva Soon-Yi, con quien está actualmente casado, por lo que su nombre es palabra prohibida en Hollywood, por lo que se ha visto obligado a rodar y producir sus películas en Europa, donde sus filmes siguen siendo apreciados por lo que son y no por la vida privada de su autor.

Este injusto ostracismo declarado ha hecho que el festival de Cannes no se atreviese a seleccionar su película por la fortaleza de ese movimiento en Francia, mientras su presencia en Venecia no ha provocado ninguna conmoción, como tampoco la tuvieron aquí otros dos directores acusados del mismo delito de corrupción de menores, Roman Polanski y Luc Besson, también incluidos en el programa de la Mostra.

A la concisión de Allen, se opone el estilo de Hamaguchi que a veces parece que se alargue en detalles sin importancia – un paseo por el bosque, un río de aguas cristalinas que corre– pero que a medida que avanza la narración se vuelven premonitorios e imprescindibles.

Estamos en un pueblito cercano a Tokyo, inmerso en la naturaleza, donde un grupo de especuladores intenta crear un glamping, un camping de lujo, que amenaza con quebrar el equilibrio que la reducida población mantiene con sus recursos naturales.

Como en Drive My Car, ganador este año del Oscar al mejor filme internacional, donde la relación de un director de teatro con la joven que lo pasea por el campus donde está dando lecciones, se va creando a medida que se suceden los viajes, aquí esos detalles prescindibles se vuelven esenciales para la narración y para la descripción psicológica de los personajes, incluso los más secundarios.

Canto a la naturaleza y a la necesidad de preservarla, El mal no existe es una película subyugante que atrapará al espectador de todas las latitudes con su mensaje y lenguaje universales.

Lástima que no esté a la altura de estas dos obras maestras, el tercer film de la sección oficial de hoy, «Priscilla» de una frecuentadora de la Mostra, Sofia Coppola, que aquí ganó el León de Oro a la mejor película por Somewhere, otorgado por un jurado que presidiera Quentin Tarantino.

Inspirado en la edulcorada autobiografía de la única esposa de Elvis Presley, producida por ella misma, el film se presenta casi como una obra de encargo, sin alma ni sangre (y mucho menos esperma), que da la versión oficial de una larga relación, comenzada cuando Priscilla tenía apenas 17 años.

La película es una Priscilla sin Presley, o más precisamente sin la voz de Elvis Presley, y con apenas un par de esos sacudones de pelvis que lo hicieran famoso y temido por los puritanos censores de la época.

La película se termina con la separación de ambos en 1973, antes de que Elvis se hundiera en un caos alimentario, farmacéutico y religioso que lo llevaron tempranamente a la muerte.

Cailee Spaeny y el australiano Jacob Elordi hacen lo que pueden con sus papeles –y la primera con sus enormes pelucas y su desbordante vestuario–, pero la película es un episodio olvidable en la carrera de Sofia Coppola.