Después de la gesta en Sevilla, donde cortó las dos orejas y el rabo y abrió la Puerta del Príncipe de la Real Maestranza alcanzando la gloria tras una faena histórica, el matador de la Puebla del Río cosechó un sonoro fracaso en su primera cita en San Isidro, mayormente producido por un lote infame y una mala ejecución final del diestro, saliendo de la plaza entre pitos y almohadillas lanzadas al ruedo desde los tendidos.