Morante... es otra cosa
Con toros deslucidos, no cuaja una faena redonda pero logra algunos muletazos extraordinarios
Morante de la Puebla, con el segundo de su lote, al que sacó muletazos de mucho mérito
Con la Plaza de los Toros sevillana abarrotada de un público ilusionado y con Morante en el ruedo, concluye esta Feria de San Miguel, que pasará a la historia por haber colocado el ansiado cartel de «No hay billetes» todas las tardes. Es una indiscutible muestra de ese «alejamiento» de la sociedad española de la Tauromaquia que pregonan el antitaurino ministro Urtasun y los que lo citan.
En la Puerta del Príncipe, a la entrada, me cuenta el Consejero de Presidencia, Antonio Sanz, que, en la retransmisión de la corrida del sábado, Canal Sur tuvo su mejor resultado desde hace quince años: es lógico. Y esta tarde, supongo que todavía ha sido mejor.
Los toros de Núñez del Cuvillo, preferidos por las figuras, han salido deslucidos, en general. El toricantano Javier Zulueta, muy arropado por sus paisanos, tiene una digna actuación. Roca Rey «escucha» –decían los revisteros– dos silencios: su estilo no encaja muy bien con este público. El primer toro de Morante no tiene un pase y no se lo da. En el otro, complicado, no redondea faena pero sorprende al recibirlo de rodillas y deja algunos muletazos realmente extraordinarios.
Toma la alternativa el sevillano Javier Zulueta, apoderado por la empresa de la Plaza, de conocida familia taurina: es hijo de un alguacilillo, nieto de un puntillero, sobrino de un ganadero… Está bastante placeado, ha toreado muchas novilladas. Busca la suave estética sevillana, tan apreciada en la Maestranza y en Las Ventas.
Javier Zulueta tomó la alternativa con Morante de la Puebla como padrino y Roca Rey como testigo
Zulueta, con el primer toro del festejo, el mejor de la tarde
El toro de la alternativa es el mejor de la tarde. Lo recibe Zulueta de una forma singular, con recortes por bajo; mejora, en algunas verónicas. Lo lleva al caballo galleando por chicuelinas. Aplauden al picador por no picar. Brinda a su padre, el alguacilillo, y aplauden mucho a los dos. El toro acude pronto a la muleta; lo recibe, rodilla en tierra. Se muestra suelto, garboso, en series cortas. Intenta templar las embestidas: suena la música. Mata a la cuarta.
El último sale suelto, no le deja estirarse con el capote. El toro empuja en el caballo pero sale suelto, es incierto, no tiene fijeza. Se dobla bien Zulueta pero el toro se para. Traza suaves muletazos a un animal que sale desentendido. Acierta con la espada y lo despiden con una cariñosa ovación: se merece un margen de confianza.
Salto el orden para hablar de Roca Rey, el que era hasta hace poco el rey de la taquilla. Desde Barcelona, me escribe un gran aficionado: ¿qué hubiera hecho Roca Rey con el toro de Garcigrande que le tocó la tarde anterior a Daniel Luque? Probablemente, meterse entre los pitones, en un alarde de valor… que hubiera agravado la mansedumbre del animal.
El periodismo actual, que persigue los titulares, se ha inventado una supuesta rivalidad entre Roca Rey y Morante. Más allá de alguna anecdotilla (la frase de Roca en El Puerto, su negativa a que Morante entrara en un cartel de Santander), esa rivalidad no existe. Cualquier aficionado sabe de sobra que, hoy por hoy, Morante no tiene rival, es el número uno, a mucha distancia de todos. Por el número dos, podría pelear Roca Rey con Luque, si quisiera, pero no quiere. Creo que se equivoca, al vetarlo.
Pase de pecho de Roca Rey al primero de su lote
El torero peruano sufrió una cogida durante la faena a su segundo toro
Esta tarde, no he visto rivalidad ni choque alguno con Morante. El diestro peruano ha mostrado voluntad pero no ha tenido fortuna. Protestan de salida al tercero porque lleva una cornadita y flaquea: tarda el Presidente pero acierta al devolverlo. El sobrero engancha el capote y lo desarma, antes de flaquear. Se luce en dos buenos puyazos José M. Quinta, de ilustre familia de piqueros. También aplauden mucho a Chacón, con los palos. El toro embiste con cierta casta. Los muletazos mandones de Roca, uno a uno, levantan división de opiniones. Ese estilo gusta poco al público sevillano. Al final, con un arranque, consigue ligar y le ovacionan. Recurre luego a su habitual repertorio (el que ahora tantos copian), con un muletazo cambiado, arrimón y naturales invertidos: surge de nuevo la división de opiniones. Pincha sin convicción tres veces, antes de la estocada.
El quinto sale muy suelto, hace sonar el estribo, en varas; le pican muy poco. Quita por chicuelinas Zulueta y el toro, lógicamente, se va pero Roca no replica, con otro quite. (Antes, lo hacía). Saluda Viruta, con los palos. Cuando Andrés quiere comenzar citando de rodillas, el toro se va al otro extremo. Saca casta el diestro, acaba metiéndolo en la muleta, a cambio de una voltereta: se ovaciona su actitud pero el toro no se entrega, el trasteo no convence y lo corta. Acierta esta vez rápido con la espada pero no suenan aplausos: no ha conectado con el público.
Concluía don Manuel Machado su admirable poema sobre las ciudades andaluzas, subrayando una singularidad: «Y Sevilla…». Lo imito yo ahora: «Y Morante…». Nadie podía imaginar lo que ha conseguido, a estas alturas de su carrera: además de torear mejor que los demás, más clásico (no sólo más estético), ha logrado atraer como ninguno la atención del gran público y que, en toda España, muchos jóvenes se lancen al ruedo para sacarlo a hombros. (Les apasiona una actividad «sádica y despreciable», según el ministro de Cultura de España).
Morante de la Puebla, con el segundo de su lote
El primer toro de esta tarde se para ya en el capote, flaquea, no le deja dar ni un lance. Es un marmolillo sin clase. En la primera serie de muletazos, ya se para por completo. Como Morante ha salido ya con la espada de verdad, lo despacha con un pinchazo hondo: algunos lo entienden, no todos. Se ha quedado inédito.
Sorprende al público recibiendo al cuarto con una larga de rodillas, algo tan poco habitual en su repertorio; cuando le engancha el capote, recurre a las chicuelinas. Lidia bien Domínguez; aguanta mucho Curro Javier en banderillas porque el toro se cierne. A la muleta, acude andando, se para en el centro de la suerte. Cuando nadie lo esperaba, Morante traza un natural de auténtica locura; aguantando mucho, con valor, le saca otros naturales cumbres (como dicen en Sevilla, juntando dos dedos), a los sones del precioso pasodoble Suspiros de España, que la Banda toca de maravilla. Morante traga mucho, pasa momentos de apuro. En un natural, el toro vuelve al revés: se le ha acabado el depósito. Hace bien al entrar a matar, pero la media queda defectuosa y ha de descabellar dos veces. Supongo que, si hubiera acertado a la primera con la espada, habría cortado algún trofeo: da igual, esos muletazos, en los que ha unido técnica, valor y estética, han sido una auténtica maravilla.
El gran enemigo de todo arte es la rutina. En la Fiesta, que algunos toreros repitan rutinariamente la misma faena: Cañabate los comparaba con el funcionario que acude a la oficina a cumplir su obligación. Acertó José Tomás al buscar que cada una de sus actuaciones se viera como un acontecimiento único. Lo malo es que lo hacía por el camino de una estrategia que, más allá del marketing, a mí no me gusta: torear muy pocas tardes, negarse a aparecer en televisión.
Morante está haciendo todo lo contrario: no elude los grandes compromisos pero torea también en Plazas menores, para que todos los públicos puedan disfrutar con su arte. Y no pone problemas a que televisen sus corridas: ésta de San Miguel, en Canal Sur; la del 12 de octubre, en la Feria de Otoño madrileña, en Telemadrid. Así, ayuda a hacer afición.
En el día de hoy, es el número uno como fenómeno social y también como artista. Torea –y muy bien– dentro del clasicismo, no practica las modas populistas actuales: da distancia a los toros; no recurre al encimismo, no da muletazos cambiados, ni naturales invertidos, ni arrucinas, ni bernadinas cambiando el viaje, ni remata las series mirando al público, pidiendo aplausos… Su toreo se basa en las dos columnas esenciales del toreo (además de la espada): la verónica y el natural. Para dar variedad, añade a veces suertes añejas, que ha estudiado en las viejas tauromaquias.
¿Por qué no le imitan los demás toreros? Porque lo que hace es muy difícil: nada más y nada menos que el toreo clásico. Es decir, lo que no se puede hacer mejor. En Sevilla, en San Miguel, lo ha vuelto a demostrar: dicho con toda sencillez, Morante es… otra cosa.
POSTDATA. Con esta corrida, concluye el contrato de la actual empresa de la Plaza sevillana. El éxito de público y artístico, en las últimas temporadas, es indiscutible. Pero también recibe críticas de los más exigentes, sobre todo por los toros: son los que el aficionado sevillano mayoritariamente prefiere. Ser empresario de Sevilla requiere saber tocar muchas teclas, taurinas y sociales. Ramón Valencia ha demostrado que sabe hacerlo pero muchos aspiran a ocupar su puesto. Además, aunque oficialmente no se diga, el pleito económico que puso la empresa a la propiedad (la Real Maestranza de Caballería) no tuvo éxito… Los Maestrantes pueden ahora negociar un nuevo contrato –con otras condiciones, se supone–, con el mismo empresario o con otro. Deseo que acierten en su decisión porque el éxito en la gestión de esta Plaza única es importantísimo para el futuro de nuestra Fiesta.
FICHA
- Sevilla. Plaza de la Maestranza. Feria de San Miguel. Domingo 28 de septiembre. «No hay billetes». Toros de Núñez del Cuvillo, deslucidos, en general.
- MORANTE, de negro y oro, en el segundo, pinchazo hondo (silencio). En el cuarto, media defectuosa y dos descabellos (saludos).
- ROCA REY, de gris plomo y oro, en el tercero, tres pinchazos y estocada (aviso, silencio). En el quinto, estocada (silencio).
- JAVIER ZULUETA, que toma la alternativa, de blanco y oro, en el primero, tres pinchazos y estocada (saludos). En el sexto, estocada (ovación de despedida).