Casi el primer impulso de Edvard Munch fue también el último, el inagotable. La tristeza y la melancolía reflejadas sin más en un hombre joven. La mirada perdida, la soledad, la mano sosteniendo los pensamientos compungidos y confusos que parecen los trazos y los colores de la playa. La lejanía de las cosas, del mundo, reflejadas en las construcciones al fondo.
Inger en la playa (1889)
Inger es la hermana pequeña del pintor. En 1889, Munch alquiló una casa de verano en Åsgårdstrand, un pequeño pueblo habitado por artistas en los fiordos. El color blanco del vestido destaca sobre las tonalidades azules y ocres de las grandes piedras. Parece el comienzo de la noche, la hora azul, el fin del día que aún vive reflejado en la figura, sobre todo.
Ansiedad (1894)
Ansiedad es la sociedad observada por la figura protagonista de El grito. El lienzo parece que es lo que ve el hombre horrorizado por un pensamiento o por una visión. El simbolismo, el impresionismo del mundo moderno visto por el artista asustado por el rumbo de la sociedad que siente en su alma.
La danza de la vida (1900)
Una escena de verano en Åsgårdstrand. Una fiesta espectral. Tulla Larsen, las dos mujeres representadas en los extremos, fue la amante de Munch. El resto parecen fantasmas, o zombis como la pareja central. Uno de ellos intenta besar a su acompañante, que parece deformarse en el intento. La pintura corresponde a la serie El friso de la vida.
Autorretrato con una botella de vino (1907)
El retrato del alma del artista captado por el propio artista. En esa época el autor está al borde la crisis nerviosa que un año después le haría ingresar en una clínica. La botella de vino es la imagen del alcoholismo que agravó su estado. Quienes acompañan al pintor, lejos, también parecen espectros, como los espectros de su mente mostrados en la expresión preocupada y perdida. Las figuras están en el mismo salón, pero el simbolismo apunta a que se encuentran en su pensamiento.