El mundial de naranjitoAntonio R. Naranjo

Mirando a La Meca

Marruecos, bello país vecino, se ha vengado hasta de lo de Perejil y nos ha puesto en nuestro sitio: punto

Actualizada 11:00

Hemos perdido con Marruecos y nos volvemos a casa. Sí, lo sabe ya todo el mundo. Pero repítalo tres veces delante de un espejo y le saldrá Pedro Sánchez sonriendo. Porque él debe ser el único español feliz con este ridículo histórico, a tenor de su mensaje de despedida: «Nos habéis hecho vibrar y sentirnos orgullosos».
No está claro si hablaba nuestro presidente de España o de Marruecos, pero sí es seguro que Mohamed VI le habrá agradecido el gesto: primero le dimos el Sáhara, y ahora el país entero, tendido en el suelo y mirando a la Meca mientras los seguidores marroquíes lo celebraban por todo lo alto en Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao o Almería.
¿Hubiéramos podido hacer lo mismo en Rabat, Casablanca o Marrakech? Dejo ahí la pregunta.
Los que somos Luisenrriquistas lo somos en la salud y en la enfermedad, en la alegría y en la tristeza, como un voto matrimonial clásico que no depende del menú nupcial: nos pongan sushi o cuscús, aunque seamos de paletilla, entrecot y langostinos; ahí estamos para respetar el sacramento con un tipo que se hacer querer por no hacerse querer, que es una de las peores y más nobles maneras de ser auténtico.
Nunca un partido con un rival tan menor tuvo tantas lecturas geopolíticas, que es la palabra de moda para parecer interesante cuando sabes tanto de diplomacia como Belén Esteban de gramática: deportivamente, ganar a Marruecos era un trámite y perder un bochorno; pero en el partido parecía jugarse también la estabilidad de Ceuta y Melilla, el teléfono espiado del presidente y el futuro del Sáhara.
Y no. Solo era fútbol. Mirémoslo así, por contentarnos un poco: nada más hemos palmado un partido, contra una selección vecina de un país precioso que se ha vengado hasta de lo de Perejil y nos ha puesto en nuestro sitio. Que es, desde 2010, hacer las maletas muy pronto y coger el vuelo de vuelta con el rabo entre las piernas.
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