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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Nada de nada

Porque esta Iglesia, mientras yo respire, será casa para los que no tienen casa, y descanso para los que están agotados. Dios no necesita soldados. Necesita hermanos

Actualizada 01:30

Lo siento de corazón y me gustaría que mi reflexión de hoy ayudara a serenarse a esa izquierda creyente y menguante y al resto de las izquierdas, que ajenas a Dios, se han convertido en organizadores y asesores de los sentimientos y proyectos del nuevo Papa, León XIV. No es el continuador del Papa Francisco, que en paz descanse. Creo que su fe se acerca a la de San Juan Pablo II, y su nivel intelectual al de Benedicto XVI.

Se trata de un misionero, un hombre meticuloso y entregado al estudio y la reflexión. Se trata de un Papa alegre, como Juan XXIII, con un desarrollado sentido del humor. Juan XXIII tuvo una noche de insomnio producida por una decisión dolorosa: «Tengo que hablar con el Papa para que excomulgue a un obispo que ha escrito barbaridades y está en Sudamérica defendiendo e inculcando la violencia. De mañana no pasa que hable con el Papa de este caso. Lo malo es que se me ha olvidado que el Papa soy yo».

Juan XXIII, impulsor del Concilio Vaticano II fue un Santo padre que siempre tuvo en la mesilla los libros maravillosos de Giovanni Guareschi, y aquella historia de su despiste nocturno era digna del mejor artículo de Guareschi, el escritor que más sufrió y divirtió humanizando las relaciones entre los cristianos y el partido comunista italiano, en los años posteriores a la guerra, haciendo simpáticos al brusco y genial párroco Don Camilo, y a su oponente, el alcalde Pepone, que hoy militaría en la Democracia Cristiana. León XIV es así, como su oración misionera.

«Hermanos y hermanas: A ustedes les hablo, sobre todo a los que ya no creen, no esperan, no rezan porque piensan que Dios se fue. A los que están hartos de los escándalos del poder mal usado, del silencio de una Iglesia que a veces parece más palacio que casa. Yo también me enojé con Dios. Yo también vi morir gente buena, sufrir a los niños, llorar a los abuelos sin medicina. Y sí… hubo días en los que recé y sentí sólo eco.

Pero descubrí algo. Dios no grita, Dios susurra. Y a veces susurra desde el barro, desde el dolor, como una abuela que te da de comer sin tener nada. Yo no vengo a ofrecerles una fe perfecta.Vengo a decirles que la fe es una caminata con piedras, charcas y abrazos inesperados.

No te pido que creas en todo. Te pido que no cierres la puerta. Que le des una oportunidad al Dios que te espera sin juzgarte. Soy sólo un cura que vio a Dios en la sonrisa de una mujer que perdió a su hijo… y aún así cocinaba para los demás.

Eso me cambió

Así que si estás roto, si no crees, si estás cansado de las mentiras, ven igual. Con tu rabia, tu duda, tu mochila vacía y sucia. Aquí nadie va a pedirte tarjeta VIP.

Porque esta Iglesia, mientras yo respire, será casa para los que no tienen casa, y descanso para los que están agotados. Dios no necesita soldados. Necesita hermanos.

Y tú, sí, tú, eres uno de ellos».

En esta reflexión leída ante los suyos, el entonces obispo de Chiclayo se entregó. Navegó de punta a punta el Amazonas peruano, las selvas, los poblados indígenas, y jamás perdió la fe, la caridad y la esperanza. Llenó de esperanza a miles desde la profunda sencillez.

Su política es ser el padre de todos.

Será un Papa revolucionario por sus principios, valores y experiencia.

Y respetando a sus antecesores, será él. No el continuador de nadie y de nada.

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