Imagen de la ficha policial de Miguel Ricart, único condenado por el crimen de las Niñas de Alcàsser

Imagen de la ficha policial de Miguel Ricart, único encarcelado por el crimen de las Niñas de AlcàsserEl Debate

Miguel Ricart reconoce 33 años después que las niñas de Alcàsser fueron violadas por una manada: «Había tres personas que yo no conocía»

El exconvicto reconoce ahora que las menores fueron asesinadas tras los abusos sexuales en una nave de Catadau y desvela que fueron enterradas inicialmente en un corral

Más de tres décadas después del triple crimen que conmocionó a España, Miguel Ricart, el único condenado por el asesinato de Miriam, Toñi y Desirée, ha vuelto a modificar su relato. En una entrevista difundida por el canal especializado en true crime El Rincón del Disidente, afirma ahora que en la agresión participaron hasta siete personas, entre ellas tres hombres de avanzada edad, además de Antonio Anglés y su hermano Mauricio, a quienes señala como autores materiales de los asesinatos.

Ricart, que salió de prisión en 2013 tras la anulación de la doctrina Parot, sostiene que ha decidido hablar «para liberar su conciencia» y pedir perdón a las familias y a la sociedad. La nueva versión contradice puntos esenciales de la sentencia de 1997, lo que la convierte en un capítulo más dentro de la larga lista de contradicciones que han acompañado su testimonio desde 1993.

Tres décadas de versiones contradictorias

La primera declaración de Ricart se produjo en enero de 1993, poco después de su detención. Entonces admitió que los hechos se cometieron en la caseta de La Romana, relató cómo él y Antonio Anglés recogieron a las adolescentes en la carretera y describió con detalle las violaciones, el uso de una moqueta para envolver los cuerpos y el enterramiento de los cadáveres. En esa confesión reconoció haber agredido a Desirée, aunque aseguró que lo hizo obligado por Anglés.

Durante el juicio celebrado en 1997, Ricart se retractó parcialmente. Alegó que sus primeras declaraciones habían sido arrancadas bajo coacción policial y que no todo lo que contó era cierto. Pese a esas rectificaciones, la Audiencia de Valencia le condenó a 170 años de cárcel como coautor de los secuestros, violaciones y asesinatos, aunque dejó claro que Antonio Anglés, en paradero desconocido desde 1993, fue el principal ejecutor. En esa fase procesal ya apuntó a la posible implicación de 'El Nano' y de Mauricio Anglés, sin pruebas que lo respaldaran. En el caso de Antonio Anglés, la Justicia española mantiene su búsqueda activa y su responsabilidad penal no prescribirá hasta diciembre de 2029.

Tras recuperar la libertad en 2013, Ricart mantuvo un perfil bajo, aunque concedió algunas entrevistas en las que insistió en que era inocente y que había sido víctima de un «circo mediático». Incluso llegó a proponer someterse a pruebas de dudosa validez, como el «suero de la verdad», con el objetivo de limpiar su nombre.

En los últimos años, su discurso volvió a cambiar. En 2023, en una primera aparición en El Rincón del Disidente, ya sugirió que había más implicados y que él actuó siempre bajo amenazas. Ese relato ha desembocado ahora en una nueva versión mucho más detallada, en la que amplía el número de agresores y reescribe por completo el escenario del crimen.

La nueva versión de Miguel Ricart

En la entrevista difundida este septiembre, Ricart afirma que los hechos no ocurrieron en la caseta de La Romana, como recoge la sentencia, sino en un antiguo almacén de pólvora en Catadau. Según su relato, aquella noche de noviembre de 1992 se encontraba en la casa de Neusa, madre de los Anglés, cuando Antonio y Mauricio le pidieron que les acompañara a «hacer una cosa». Pensó que se trataba de una entrega de droga, pero poco después se encontró con un individuo apodado 'El Nano'. Los cuatro se dirigieron en coche a Picassent, donde, cerca de una gasolinera, recogieron a Miriam, Toñi y Desirée. Las tres, según Ricart, subieron al vehículo de manera voluntaria pensando que las llevarían a la discoteca Color.

Vehículo de Miguel Ricart y pruebas en el depósito judicial

Vehículo de Miguel Ricart y pruebas en el depósito judicialEquipo Prometeo

Durante el trayecto, Antonio Anglés pasó de largo del local y aceleró, lo que despertó las sospechas de las jóvenes. Para tranquilizarlas, prometió dar la vuelta, aunque en realidad condujo hasta Catadau, donde les esperaban tres hombres de unos cincuenta años con los que parecía tener contacto previo. Allí, Antonio y El Nano bajaron a las chicas del coche, mientras Ricart y Mauricio fueron enviados a comprar bocadillos al bar El Parador. La dueña del establecimiento, según recuerda, declaró haberlos visto en aquella época.

A su regreso, asegura Ricart, encontraron a las jóvenes siendo agredidas sexualmente por los tres desconocidos, junto con Anglés y El Nano. Bajo la amenaza de una pistola, afirma que tanto él como Mauricio fueron obligados a participar en las violaciones. Después, los tres hombres abandonaron el lugar y Antonio Anglés decidió asesinarlas para evitar que los delataran. Según su testimonio, disparó contra dos de las adolescentes, mientras que su hermano Mauricio acabó con la vida de la tercera.

Los cadáveres fueron envueltos en una moqueta hallada en un contenedor y enterrados en un paraje de Alborache, cerca de un corral frecuentado por Antonio. Semanas más tarde, con el caso en plena ebullición mediática, Antonio y Mauricio habrían trasladado los cuerpos hasta el lugar donde fueron hallados el 27 de enero de 1993 por unos apicultores.

Ricart insiste en que nunca existieron grabaciones del crimen, como se llegó a especular, y recalca que su primera confesión fue arrancada bajo presiones policiales. Recuerda incluso que cuando trató de contar la verdad, Antonio Anglés lo golpeó y lo amenazó. Explica que mantuvo el silencio durante tres décadas por miedo a represalias contra su familia. Ahora, asegura, habla como «un hombre libre» que busca pedir perdón y cerrar un caso que sigue marcando a la sociedad española.

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