Imagen de archivo de Antonio Anglés
Antonio Anglés sigue vivo para la Policía: el asesino de 'las niñas de Alcàsser' cumplió este viernes 59 años
Este viernes, Antonio Anglés Martins cumpió oficialmente 59 años. Y como cada 25 de julio, la Interpol modificó la ficha de uno los criminales más buscados del planeta por el triple crimen de las «niñas de Alcàsser». Aunque su rostro real permanece desaparecido desde hace más de tres décadas, su nombre continúa bien presente en los archivos de Interpol, Europol y la Policía Nacional, que lo siguen considerando vivo y en busca y captura. Nacido un 25 de julio de 1966, las autoridades no tienen constancia oficial de su muerte, no existe ningún cuerpo, ni ninguna prueba concluyente, y su ficha sigue apareciendo entre los criminales más peligrosos del mundo. Lo acusan de uno de los crímenes más atroces de la historia reciente de España: el secuestro, tortura, violación y asesinato de Miriam García, Desirée Hernández y Antonia Gómez, las tres adolescentes valencianas que desaparecieron en noviembre de 1992 y cuyos cuerpos fueron hallados meses después enterrados en una fosa de difícil acceso. Treinta y dos años después, el caso Alcàsser no está cerrado, y mientras la ley no lo dé por muerto, Antonio Anglés sigue siendo, para la justicia y para la Policía, un asesino prófugo.
La historia del caso Alcàsser está sobradamente documentada, pero no deja de estremecer cada vez que se repasa. El 13 de noviembre de 1992, las tres menores hacían autostop en la carretera de Picassent para asistir a una fiesta en la discoteca Coolor. Ese mismo día, Antonio Anglés, acompañado de su cómplice Miguel Ricart, las recogió en un Opel Corsa blanco. En lugar de llevarlas a su destino, las condujeron a una caseta abandonada en el paraje de La Romana, donde durante varios días las violaron, golpearon y finalmente asesinaron de un tiro en la cabeza, antes de enterrarlas.
Imagen de la ficha de Antonio Anglés modificada por la Interpol este 25 de julio con su nueva edad
El hallazgo de sus cuerpos, el 27 de enero de 1993, gracias a dos apicultores que encontraron un brazo sobresaliendo de la tierra, dio inicio a una de las mayores investigaciones policiales de la historia reciente del país. Ese mismo día, la Guardia Civil acudió a casa de los Anglés en Catarroja tras encontrar entre los restos un volante médico a nombre de Enrique Anglés, hermano del sospechoso. Fue entonces cuando Antonio escapó por una ventana y comenzó su fuga.
Una fuga que desconcierta
La huida de Antonio Anglés se convirtió desde el primer momento en un rompecabezas, plagado de lagunas, suposiciones e incluso teorías que rozan lo inverosímil. Lo cierto es que logró eludir un despliegue policial masivo durante semanas. Primero se escondió en pueblos de la provincia de Valencia, luego cruzó Castilla-La Mancha, fue avistado en Minglanilla (Cuenca), donde secuestró a punta de pistola un coche, y terminó en Lisboa. Allí, según la investigación, logró embarcar como polizón en el buque mercante británico City of Plymouth, con rumbo a Liverpool. La tripulación lo descubrió en alta mar el 24 de marzo de 1993, y tras comprobar su falsa identidad y encerrarlo, Anglés volvió a fugarse. Algunos testigos aseguraron que escapó en un bote salvavidas, aunque fue recapturado. Al llegar a Irlanda, había desaparecido sin dejar rastro. La versión más extendida sostiene que fue ayudado por un marinero y que, posiblemente, murió en el mar. Pero ninguna prueba lo confirma. Otros sostienen que pudo regresar a Brasil, su país de origen, usando su pasaporte brasileño.
Simulación de Antonio Anglés con 60 años
Desde entonces, lo único que han encontrado los investigadores son rumores, conjeturas, pistas falsas y testimonios inconsistentes. Ni una sola prueba documental, genética o forense ha certificado su muerte ni su paradero. Por eso, en noviembre de 2021, la Policía Nacional y Europol lanzaron una nueva campaña internacional de búsqueda, acompañada de una reconstrucción facial elaborada por el Instituto de Formación Profesional en Ciencias Forenses. En ella, los antropólogos imaginaron el rostro que tendría Anglés a los 55 años: pelo canoso, arrugas marcadas, ojeras y una notable pérdida de tensión facial. Aun así, ni ese retrato envejecido ha servido para localizarle.
En busca y captura hasta 2029
La desaparición de Antonio Anglés no ha sido suficiente para que la Justicia lo declare oficialmente muerto. Aunque su familia inició en 2022 los trámites legales para hacerlo –en parte por razones patrimoniales, tras la muerte de dos de sus hermanos– el juzgado de Alzira que sigue instruyendo el caso no ha accedido. La responsabilidad penal del crimen sigue viva, y lo seguirá estando, al menos, hasta el 14 de diciembre de 2029. Esta fecha corresponde al vigésimo aniversario de la intervención del teléfono y el correo electrónico de Kelly Anglés, su hermana, ordenada en 2009 por una jueza como parte de la investigación. Esa diligencia reinició el cómputo de prescripción de los delitos más graves del caso. Así, aunque los asesinatos en España prescriben a los veinte años, esa cuenta se reseteó legalmente, y el sistema judicial tiene hasta finales de 2029 para juzgar a Antonio Anglés si aparece vivo. En esa contrario, resultará ya inimputable de los delitos que se le atribuyen.
Durante este tiempo, el proceso judicial no se ha congelado. En los últimos años se han practicado nuevas pruebas con tecnología avanzada para hallar rastros genéticos que permitan incriminar a Anglés de manera directa. Se han analizado restos de sangre hallados en el asiento del copiloto del coche utilizado para el secuestro, ropa interior de las víctimas y la alfombra con la que fueron envueltas. Según el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses, algunos de estos indicios representan los únicos avances forenses reales desde los años noventa.
Un símbolo del horror
La figura de Antonio Anglés se ha convertido en una sombra perpetua de la historia criminal española. Delincuente reincidente, con antecedentes por secuestro, agresiones y tráfico de drogas, violento incluso con su familia, fue condenado por secuestrar y golpear a una joven en 1990. Tras recibir un permiso penitenciario en marzo de 1992, se fugó y jamás regresó a prisión. Ocho meses después, se convirtió en el rostro del horror. Su historial, su conducta y su implicación directa en el crimen de Alcàsser lo convierten en un caso singular: no es solo que siga desaparecido; es que sigue siendo, con 59 años recién cumplidos, un prófugo con un proceso penal activo, uno de los pocos en el mundo que ha logrado mantenerse oculto durante tanto tiempo sin dejar huella.
Mientras la familia de las víctimas vive con el dolor intacto y la sociedad española recuerda este crimen como un trauma que conmocionó al país, el sistema judicial y policial se resiste a rendirse. No habrá carpetazo mientras la ley lo permita. Hasta entonces, Antonio Anglés seguirá siendo uno de los hombres más buscados de España. Y mientras su nombre figure entre los archivos de Interpol y su ficha siga colgada en la web de los fugitivos más peligrosos del mundo, seguirá siendo también un símbolo: tanto del mal, como de la impunidad.