Retrato de Antonio Maura
Se cumplen 100 años de la muerte del político mallorquín que quiso «revolucionar España desde arriba»
Un siglo después, sigue vigente el recuerdo de esta figura clave en algunas de las reformas políticas más importantes de la Restauración borbónica
Este 13 de diciembre, se cumplieron 100 años del fallecimiento de Antonio Maura y Montaner, uno de los políticos más importantes de la Restauración. Liberal, conservador, reformista y, sobre todo, profundamente consciente de que el país necesitaba cambios estructurales. Su figura, a menudo olvidada, representa uno de los propósitos más serios de modernización política, social y administrativa de la España de principios del siglo XX.
Nacido en Palma en 1853, Antonio Maura construyó una trayectoria política que lo llevó a ocupar en cinco ocasiones la presidencia del Consejo de Ministros, convirtiéndose en una de las figuras más influyentes de la Restauración borbónica. Desde joven destacó tanto por su oratoria como por su capacidad de análisis jurídico e institucional, cualidades que lo situaron en el centro de los grandes debates de su tiempo: la regeneración política, el papel de la Corona y el reto de modernizar un país anticuado.
Su paso del Partido Liberal al Partido Conservador fue una de las decisiones más significativas de su carrera. Junto a Francisco Silvela y posteriormente con el apoyo de Alfonso XIII, Maura lideró una corriente reformista que intentó cambiar el sistema desde dentro, a partir del famoso lema «revolución desde arriba»: una modernización impulsada por el Estado para evitar una ruptura social que él consideraba inevitable si no se actuaba con urgencia.
Un reformista ambicioso
Maura defendió la necesidad de combatir el caciquismo y valorar la vida política, mediante una reforma completa del sistema electoral. Su apuesta por el «sufragio limpio» y el fin del fraude electoral tenía como objetivo un país más participativo, para que se acabaran los intereses locales.
Entre sus proyectos más recordados destacan la Ley de Administración Local, la reorganización de la Marina española, la reforma del ejército, la creación del Instituto Nacional de Previsión, el impulso a la protección del patrimonio histórico y la búsqueda de un nuevo equilibrio entre Estado y municipios.
Su política colonial también dejó huella, y es que Maura defendió una España más eficaz especialmente tras el Desastre del 98, cuando el país necesitaba reconstruir su identidad nacional.
Atentado de 1906 y Semana Trágica
A pesar de su reconocimiento, también estuvo envuelto en varias polémicas. El atentado de Mateo Morral contra Alfonso XIII en 1906 , en el que no responsabilizaron a Maura, fortaleció su figura ante la Corona. Sin embargo, años más tarde, la Semana Trágica de Barcelona (1909) lo enfrentó a una de las mayores crisis sociales del país. Su rechazo a los disturbios, con ejecuciones que intensificaron la tensión política de la época, le costó la dimisión y el abandono dentro de su propio partido.
Pese a ello, siguió siendo importante durante toda la Restauración. Alfonso XIII lo llegó a considerar el líder más sólido del momento, aunque nunca volvió a tener el control político de sus primeros gobiernos.
Un legado imborrable un siglo después
Maura falleció en 1925, tras haber protagonizado una de las etapas políticas más influyentes de España. A lo largo del siglo se ha reconocido que buena parte de las reformas que el país adoptó mucho más tarde, habían sido sus propuestas con anterioridad.
Su visión regeneracionista, su defensa de un Estado fuerte pero modernizado, y su apuesta por la dignificación de la vida pública siguen generando debate académico. Un siglo después, historiadores y politólogos coinciden en que Antonio Maura es clave para comprender las tensiones, propósitos y contradicciones de la España contemporánea.