André Marty, a la derecha, acompañado de los dirigentes comunistas estalinistas Maurice Thorez y Marcel Cachin en 1949
Las bestialidades de «El carnicero de Albacete», el jefe de las Brigadas Internacionales que homenajeó Urtasun
La Internacional Comunista le nombró inspector general de reclutamiento en la sede de la ciudad castellanomanchega. Ha pasado a la historia porque hasta sus propios compañeros y responsables brigadistas odiaban y denunciaron sus métodos salvajes
Para el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, las Brigadas Internacionales, la organización militar de origen estalinista que combatió en la Guerra Civil, fueron el «cuerpo de voluntarios que defendió la legalidad democrática en la Guerra de España».
El historiador Giles Tremlett escribió Las Brigadas Internacionales. Fascismo, libertad y la Guerra Civil española, libro elogiado por uno de los historiadores de cabecera de la izquierda española, Paul Preston.
Comisario político y asesino
En la introducción se puede leer: «Hay tres guerras en las que están metidos: la Guerra Civil española, que pierden claramente; la de convencer al mundo de que es inevitable luchar con las armas al fascismo, que es lo que ven ellos en España y la que ganan cuando Hitler invade Polonia; y la tercera es contra el fascismo global: todos pelean en la II Guerra Mundial, que se gana en 1945. De tres ganan dos, los que sobreviven, claro».
Tras la II Guerra Mundial, los brigadistas pasaron mayormente a formar parte de las distintas policías soviéticas de las distintas repúblicas comunistas surgidas tras el gran conflicto. Uno de ellos, el general Mielke, llegó a ser el mismísimo jefe de la temible Stasi, la policía de la República Democrática Alemana. La RDA fue un importante destino como dirigentes policiales de los dirigentes brigadistas, como explicó el profesor de Historia Contemporánea, José Luis Orella.
Marty, a la izquierda, en un desfile del Partido Comunista francés en 1945
Comisarios políticos y asesinos a los que un ministro de España homenajea como defensores de la «legalidad democrática», quizá ninguno tan tristemente famoso como «El carnicero de Albacete», André Marty, dirigente del Partido Comunista francés y responsable de la sede de los brigadistas en España, ubicada en Albacete.
La Internacional Comunista le nombró inspector general de reclutamiento tras el inicio de la Guerra Civil. Ha pasado a la historia porque hasta sus propios compañeros y responsables brigadistas odiaban y denunciaron sus métodos salvajes e inhumanos de comisario radical e implacable. Un cruel individuo que nunca luchó en ninguna guerra, pero sí asesinó, y en masa, durante ellas, merced a su cargo.
Marty, en primer término, en 1946
Él mismo reconoció, restándole importancia a su decisión, que las ejecuciones ordenadas por él, «no pasaron de quinientas», en una clara muestra del sadismo de su personalidad. Ordenó matar a civiles y también a brigadistas sospechosos de traición, según sus criterios. Un auténtico ejecutor a quien Stalin en persona envió a Francia tras la II Guerra Mundial.
«La vida de un hombre vale 75 céntimos, el precio de un cartucho», dijo. Ernest Hemingway le conoció y le puso en su novela Por quién doblan las campanas: «Ese viejo mata más que la peste bubónica...», escribió, «pero no mata fascistas (...) Mata a trotskistas, desviacionistas…». No le gustaba ni a los suyos. Caprichoso y voluble, obsesionado con las traiciones, se las inventaba.
El terror en Albacete
Una suerte de Calígula comunista que no fue el único asesino despiadado entre los responsables de los brigadistas, una colección de matarifes sedientos de sangre que mataban por gusto y como escarmiento entre sus propias filas a ritmo de decenas: el terror extendido entre enemigos y correligionarios. La esencia de las Brigadas con sede en Albacete que homenajeó Urtasun como defensores de la «legalidad democrática».