Los Ojos de la Mora
La historia de amor que mira Cuenca desde los 'Ojos de la Mora': ¿Arte o atentado al entorno natural?
Desde hace años los estudiantes de Bellas Artes renuevan los Ojos de la Mora en honor a la leyenda de amor entre una musulmana y un cristiano en Cuenca
el arte es, desde los primeros pasos del hombre en el mundo, un método de expresión que trata de dar forma a ideas, sentimientos, imaginaciones o incluso reflejar con la mayor exactitud posible la realidad de una mirada.
A lo largo de la historia, los estilos y formas del arte han multiplicado sus variantes de manera inabarcable, pero si algo se mantiene a razón de la creación artística es la contraposición de opiniones. Sin achacar falta de comprensión en la mirada de ningún espectador, el arte explora mundos a veces difíciles de concebir.
Sin un contexto, muchas obras de magnitud podrían quedar denostadas, pero con el pertinente razonamiento se podría, al menos intentar, poner en los ojos y manos ejecutoras de la expresión artística a comentar.
Concluyendo rápidamente, lo que para unos puede ser la mayor proeza artística de la historia, para otros no va más allá de un mero esbozo de brochazos sin sentido. En la historia que mira desde hace años a Cuenca, la brocha no deja lugar a las dudas. Lo que se ve son unos ojos. Unos ojos que variando ocasionalmente de color miran desde hace años a la población y visitantes de Cuenca.
La montaña tiene ojos gracias a una de las tantas leyendas que se mantienen vivas en la historia conquense, pero para algunos locales, no es más que un grafiti fruto de un acto vandálico contra el entorno natural de la Hoz del Júcar.
La leyenda de los 'Ojos de la Mora'
Muchos afirman que la leyenda de los 'Ojos de la Mora' debe casi la totalidad de su popularidad al acto de los estudiantes de Bellas Artes, que fruto de su obra dieron vida a un cuento prácticamente olvidado.
No se encuentra reflejada en archivos que confirmen la viveza de la historia en la añeja tradición oral conquense, pero actualmente es comúnmente sabida por aquellos que miran a los ojos de la montaña.
Se dice que tras la reconquista de Cuenca, parte del pueblo musulmán aguardó en la ciudad ya bajo la tutela cristiana. Entre ellos respiraba el amor secreto de una bella joven musulmana, que añoraba la correspondencia de un soldado cristiano. El sentimiento prohibido, dada a la evidente situación que acontecía en la ciudad, tan solo les permitía las zalamerías limitadas al espacio de la ventana de la mora.
El padre ajeno al enamoramiento de su hija, concedió su mano a un soldado musulmán. Ella le rechazó de inmediato, pero el soldado que había visto manchado su honor se decidió a conocer los detalles del desplante.
Mientras, en el otro frente de la historia, la joven y el soldado cristiano prometieron fugarse para que un cura cristianizara a la mora y pudiera así al fin casarlos para la eternidad. La Torre Mangana marcaría la orden de reunión y cuando retumbó el campanear acordado salieron en mutua búsqueda.
En las inmediaciones el moro herido de sentimiento aguardaba paciente junto a un grupo de cómplices con los que batió hasta la muerte al soldado cristiano, culpable de su desamor.
La mora esperó a su enamorado, el cual nunca llegaría. Tiempo después conocería lo sucedido y trataría de quitarse la vida. Un cura logró evitar la acción terminantemente prohibida bajo la fe cristiana y cuentan que la mora finalmente murió en el Cerro de la Doncella, lugar donde un buen día se citó con el amor que nunca aconteció. Por ello, la pintura en la montaña mira al casco antiguo desde el lugar donde los amantes habían decidido sellar su amor sin éxito.
¿Un mero grafiti?
Los Ojos de la Mora
Conocida la historia, el visitante puede vislumbrar el paisaje con un mayor encanto. Sin duda, los Ojos de la Mora aportan un aliciente al curioso que mira la Hoz del Júcar y hace el ejercicio de imaginar como sería aquella historia en las piedras que en ese preciso instante está pisando.
Los estudiantes de Bellas Artes pioneros en la pintura de los ojos, quizá no tenían mayor intención que la de crear una obra de magnitud a la vista de todos. Si tenían además el objetivo de crear valor en la ciudad, lo han conseguido. La historia da un toque aun más mágico a Cuenca y encontrarse de bruces con dicha mirada, para que desconcertado preguntes «¿qué es aquello que se ve en la montaña» y te respondan «los Ojos de la Mora» y siga la conversación acompañada de la bonita leyenda, construye un elemento más de interés para la visita a la ciudad.
Por contra, hay opiniones que señalan la pasividad de las autoridades que permiten la renovación de la pintura que los estudiantes artísticos siguen llevando a cabo para que la mora no se quede sin mirada. Califican la historia de reciente, quitándole el cartel de leyenda y tachan la obra de grafiti en una mera acción vandálica.
Los defensores del entorno natural abogan por una Hoz del Júcar sin ojos, alegando una destrucción del patrimonio.
¿Quién sabe si algún día desaparecerán los Ojos de la Mora? Lo que es seguro es que la leyenda cada día está más viva y su pintura es un aliciente más para el fomento de la cultura y la llegada de visitantes. Los autores de los ojos, con mayor o menor acierto, han logrado que el turista mire a la Hoz del Júcar y el arte, a veces incomprendido, seguirá por siempre creando debates y disparidad de opiniones que, por suerte, engrandecen el conocimiento colectivo.