Marina d'Or Manchego

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¿Existe Chernóbil de Calatrava?

El sueño de una urbanización de lujo junto al aeropuerto de Ciudad Real se convirtió en un pueblo fantasma de chalés saqueados y ruinas modernas

Hubo un tiempo, no hace tanto, en que Castilla-La Mancha soñaba con levantar su propio paraíso turístico. Entre los campos de Villamayor de Calatrava, al sur de Ciudad Real, se comenzó a edificar una urbanización que aspiraba a ser la «Marina d’Or de la Mancha»: centenares de chalés de lujo, un casino, un campo de golf, hoteles y una ubicación estratégica junto a la línea del AVE y al recién inaugurado Aeropuerto Internacional de Ciudad Real.

Hoy, quince años después, son muchos los que hablan del lugar con un nombre mucho menos glamuroso: el «Chernóbil de Calatrava». Las calles están desiertas, los chalés aparecen saqueados y las estructuras inconclusas se elevan como esqueletos de hormigón. Es el reflejo más evidente de los excesos de la burbuja inmobiliaria que estalló en España en 2008 y que dejó tras de sí proyectos fallidos y paisajes desolados, dignos de una película de terror.

La Marina d’Or manchega que no fue

El plan urbanístico arrancó a finales de los años 2000, en pleno auge del ladrillo y de los proyectos faraónicos que se multiplicaban por todo el país. Su impulsor, Fernando Juan Velasco Banús, descendiente de la familia que dio nombre a Puerto Banús en Marbella, quiso trasladar a la llanura manchega un modelo turístico basado en el ocio desmedido y en la construcción de viviendas de lujo. La propuesta no escatimaba en ambición: contemplaba la edificación de más de doscientos chalés de alto nivel, repartidos en distintas fases, a los que se sumarían un casino y un hotel para dotar al complejo de ese aire de glamour que se asociaba con los grandes destinos de sol y ocio en la costa mediterránea. El paquete se completaba con un campo de golf, pensado para atraer a turistas nacionales e internacionales, y con un prometido apeadero de la línea de Alta Velocidad Madrid-Sevilla que debía situar el enclave en el mapa de las comunicaciones rápidas del país. El gran atractivo, sin embargo, era la proximidad del Aeropuerto Internacional de Ciudad Real, inaugurado en 2008 tras una inversión de más de mil millones de euros y presentado como el motor de desarrollo que impulsaría a toda la comarca. Durante los primeros meses, el sueño parecía posible: la primera fase llegó a levantarse casi por completo y algunos chalés lucían terminados por fuera, con la apariencia de estar listos para acoger a sus futuros dueños. Sin embargo, la crisis financiera global y el estallido de la burbuja inmobiliaria en España golpearon con fuerza. Lo que hasta entonces se había vendido como un futuro prometedor se vino abajo en cuestión de meses, y en 2010 las obras quedaron paralizadas de manera indefinida, dejando tras de sí un paisaje de promesas incumplidas y de calles que jamás llegaron a llenarse de vida.

El aeropuerto que se apagó demasiado pronto

El futuro de la urbanización dependía en gran parte del éxito del Aeropuerto Internacional de Ciudad Real, que había sido presentado como el gran motor de desarrollo de la provincia. Inaugurado oficialmente en diciembre de 2008, se convirtió en el primer aeropuerto privado de España y llegó a operar vuelos nacionales e internacionales.

Sin embargo, la realidad fue muy distinta a lo prometido. El tráfico de pasajeros nunca alcanzó las cifras previstas, y las deudas se acumularon rápidamente. En abril de 2012, apenas tres años después de abrir, el aeropuerto cerró sus puertas y sus instalaciones quedaron desiertas.

Vista de la terminal del aeropuerto de Ciudad Real

Vista de la terminal del aeropuerto de Ciudad RealEFE

La caída de la infraestructura supuso un golpe letal para proyectos urbanísticos que dependían de ella, como el de Villamayor de Calatrava. La proyectada estación de AVE tampoco llegó a ver la luz. El efecto dominó fue devastador: sin transporte ni atractivo turístico, la urbanización se hundió en el abandono.

De chalés de lujo a viviendas saqueadas

Quien recorre hoy las calles del complejo se encuentra con un paisaje fantasmagórico. La primera fase de la urbanización, que en su día llegó a presentarse como prácticamente finalizada, ha sido víctima del saqueo sistemático y del abandono. Allí donde debía haber baños relucientes solo quedan huecos en la pared: los azulejos fueron arrancados, las griferías desaparecieron, los sanitarios se esfumaron y hasta las escaleras que conectaban plantas han sido robadas. De muchas viviendas no queda más que la carcasa, con paredes desnudas marcadas por la humedad, cristales rotos y suelos cubiertos de cascotes y polvo.

Avanzar entre esas calles es caminar por un escenario de ruinas modernas, donde la arquitectura de lujo que nunca llegó a estrenarse se deshace lentamente. La segunda fase del proyecto, que apenas comenzó a levantarse antes de la paralización definitiva, se asemeja más a un decorado de western polvoriento que a una urbanización de alto nivel: columnas de ladrillo a medio erigir, pilares huérfanos que nunca soportaron techo alguno y solares devorados por la maleza que crece sin control.

Ese abandono ha transformado el lugar en algo muy distinto de lo que se había imaginado. Con el paso de los años, algunos de los chalés se han convertido en escenario improvisado de fiestas clandestinas y encuentros amorosos ocasionales, lo que ha incrementado el deterioro de unas viviendas que jamás conocieron a sus propietarios. Entre grafitis, basura acumulada y restos de hogueras improvisadas, el «Chernóbil de Calatrava» ha terminado siendo un territorio marginal, muy alejado de la promesa de lujo que un día se vendió a bombo y platillo.

Incendios y ventas fallidas

La historia de este «Marina d'Or manchego» no acaba en el abandono. En 2016 y 2018, se produjeron dos incendios que arrasaron varias viviendas del complejo. Las llamas redujeron a cenizas algunos de los chalés que habían sobrevivido al saqueo, alimentando aún más la sensación de ruina.

En paralelo, los terrenos han intentado venderse en distintas ocasiones. En 2019, parte de la urbanización salió a subasta por un precio cercano a los 600.000 euros, pero las ofertas fueron muy inferiores. Finalmente, una porción de los terrenos se adjudicó por apenas 34.000 euros, cantidad destinada a saldar deudas menores del promotor.

El espejo roto de la burbuja inmobiliaria

El paisaje de Villamayor de Calatrava es hoy un recordatorio silencioso de la crisis económica que sacudió España tras 2008. El «Chernóbil de Calatrava» es un pueblo fantasma que nunca llegó a tener vida, un conjunto de casas saqueadas que se alzan junto a la vía del AVE por donde pasan los trenes que nunca se detuvieron.

Lo que iba a ser un motor económico para el sur de Castilla-La Mancha terminó convertido en una cicatriz en el terreno y en la memoria. Sus calles vacías y sus casas abandonadas son el mejor ejemplo de cómo los sueños de grandeza pueden derrumbarse cuando se levantan sobre cimientos de humo.

Hoy, más que un complejo turístico, este lugar es un monumento a los excesos de la burbuja inmobiliaria. Un recordatorio de que, en ocasiones, la distancia entre el lujo prometido y la ruina real puede recorrerse en apenas unos años.

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