Tablas de Daimiel, Ciudad Real
Donde el cielo toca el agua: los humedales manchegos, paraíso de las aves migratorias
Grullas, flamencos y ánades encuentran en La Mancha un refugio de vida y memoria
Cada otoño y cada primavera, el cielo de Castilla-La Mancha se convierte en un corredor aéreo donde millones de alas dibujan rutas invisibles. Grullas, ánades, fochas, flamencos y pequeños pájaros viajeros como el carricerín cejudo —una de las aves más amenazadas del planeta— encuentran en estas tierras manchegas su refugio. Son escalas breves, a veces de semanas, otras de meses, pero siempre vitales: aquí descansan, se alimentan y renuevan fuerzas antes de continuar su peregrinaje entre África y Europa.
En medio de una tierra que muchos identifican con viñedos y llanuras infinitas, laten joyas ocultas: Las Tablas de Daimiel, la laguna de El Hito, el complejo lagunar de Manjavacas o la propia Mancha Húmeda, declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO. Espacios que no solo custodian agua, sino también memoria, cultura y biodiversidad.
Las Tablas de Daimiel: un corazón que resiste
Garza Imperial, Las Tablas de Daimiel
El Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel, en Ciudad Real, es mucho más que un humedal: es un símbolo de resistencia. Ha sobrevivido a sequías, incendios subterráneos de turba y a décadas de sobreexplotación de los acuíferos. Pese a ello, cada invierno vuelve a llenarse de vida. Miles de ánades y cercetas comunes revolotean entre carrizos y eneas. Las grullas llegan en bandadas que tiñen de sonido y movimiento los atardeceres fríos de diciembre.
El visitante que camina por sus pasarelas de madera siente algo difícil de describir: el rumor del agua, los graznidos, el crujir de las alas. Es como entrar en un templo natural donde todo recuerda que la vida se abre camino incluso en los ecosistemas más frágiles.
El Hito: la cita anual de las grullas
Grullas comiendo
A medio camino entre Cuenca y Guadalajara, la laguna de El Hito se transforma cada invierno en escenario de un espectáculo natural que convoca a fotógrafos, ornitólogos y amantes de la naturaleza: la llegada de miles de grullas comunes. Estas aves, con su vuelo majestuoso y sus trompeteos inconfundibles, cubren los cielos castellanomanchegos en un ritual que se repite desde hace siglos.
El espectáculo es gratuito y, sin embargo, de valor incalculable. El Hito se convierte en un punto de encuentro entre la tradición y la ciencia, entre la contemplación estética y la investigación ecológica. Aquí se estudian sus rutas, se cuentan sus bandadas y se confirma que la península Ibérica sigue siendo clave para la migración mundial.
Manjavacas: el espejo de los flamencos
Flamencos en Manjavacas, Mota del Cuervo
En las lagunas de Manjavacas, en Mota del Cuervo (Cuenca), el horizonte se cubre de tonos rosados. Son los flamencos, aves viajeras que encuentran en estas aguas salobres un banquete de algas y crustáceos. Su presencia, elegante y casi mística, convierte este enclave manchego en un espejo donde el cielo se funde con el agua y la vida estalla en colores.
Los lugareños lo saben: cada llegada de los flamencos es también un recordatorio de la importancia de proteger estas lagunas, que dependen de lluvias cada vez más inciertas.
Un patrimonio natural en peligro
Sin embargo, este paraíso escondido late en la cuerda floja. El cambio climático, la sequía recurrente y la presión agrícola amenazan con desdibujar estos paisajes únicos. Los acuíferos, sobreexplotados durante décadas, apenas logran mantener niveles hídricos suficientes en algunos humedales.
Organizaciones conservacionistas como Fundación Global Nature o SEO/BirdLife advierten: sin agua no hay vida, y sin humedales, miles de aves migratorias perderían sus estaciones de descanso. Y con ellas, desaparecería una parte esencial de la identidad castellanomanchega.
El viaje continúa
El viaje de las aves migratorias es también un espejo de nuestra propia fragilidad. Ellas recorren miles de kilómetros impulsadas por un instinto ancestral, buscando refugios que las acojan en medio del trayecto. Castilla-La Mancha es uno de esos refugios.
Cuando el sol se pone en las Tablas o amanece en El Hito, cualquiera que contemple esas bandadas entiende que lo que está en juego es mucho más que la supervivencia de unas especies: es la permanencia de un legado natural que conecta continentes, culturas y generaciones.
Flamencos en Las Tablas de Daimiel
Cuidar los humedales castellanomanchegos no es solo proteger aves: es mantener abierto un corredor vital que une África con Europa, el pasado con el futuro, el hombre con la naturaleza.