Depósito de agua

Depósito de agua del pueblo burgalés que lleva 13 años sin agua potableGoogle Maps

El pueblo de Burgos que lleva 13 años sin agua potable: «El problema es la cal»

El Ayuntamiento reparte diariamente garrafas entre los vecinos, ante la imposibilidad de garantizar un suministro potable desde la red pública

Desde hace 13 años, localidades como Grijalba viven una situación que en pleno siglo XXI parece impensable: no pueden beber agua del grifo. La causa es la presencia excesiva de nitratos en los acuíferos, una contaminación derivada del uso intensivo de fertilizantes y de la ganadería industrial, que afecta directamente a la salud pública.

Un estudio reciente de la Universidad de Burgos ha vuelto a poner sobre la mesa la gravedad del problema: en 39 municipios analizados se superaban los límites legales de nitratos (50 mg/litro), y en algunos casos se han alcanzado cifras que casi duplican ese valor. Esta situación afecta tanto al agua del grifo como a fuentes públicas y pozos, donde más del 40 % de las muestras también resultaron no aptas para el consumo humano.

El alto volumen de nitratos en el agua potable es peligroso para la salud humana por varias razones, especialmente cuando se supera el límite de 50 mg/litro establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Esta sustancia, procedente principalmente de fertilizantes agrícolas y residuos ganaderos, puede provocar en los bebés la llamada metahemoglobinemia o «síndrome del bebé azul», una afección que impide que la sangre transporte oxígeno correctamente y que puede resultar mortal. En adultos, la exposición prolongada se ha relacionado con un mayor riesgo de cáncer gástrico, alteraciones hormonales, problemas cardiovasculares y complicaciones durante el embarazo. Por ello, las autoridades sanitarias consideran este tipo de agua no apta para el consumo humano, especialmente en colectivos vulnerables como bebés, embarazadas y personas mayores.

Municipios como Grisaleña, Lodoso, Nebreda, Cornudilla, Villafruela o Moradillo de Roa arrastran esta situación desde hace más de una década. En estos pueblos, los habitantes deben recurrir al agua embotellada para cubrir necesidades básicas como beber, cocinar o preparar alimentos infantiles.

Mucha agua, pero de mala calidad

El caso de Grisaleña es paradigmático: el Ayuntamiento reparte diariamente garrafas de agua entre los vecinos, ante la imposibilidad de garantizar un suministro potable desde la red pública. Sobre la situación Antena 3 recoge varios testimonios de los vecinos. Entre ellos destacan las declaraciones de la concejal de Grijalba, Gema del Castillo, quien apunta a que «lo curioso de Grijalba es que no tenemos problemas de sequía». «Hay mucha agua, pero es de mala calidad. El problema es la cal, hay mucha cal», señala.

Mural en el pueblo de Grijalba

Mural en el pueblo de GrijalbaAyuntamiento de Grijalba

Frente a la falta de soluciones definitivas, los ayuntamientos y diputaciones han optado por medidas provisionales para mitigar el problema, como la distribución regular de garrafas de agua embotellada en pueblos como Grisaleña o Lodoso, la instalación de sistemas de ósmosis inversa que han logrado reducir significativamente los niveles de nitratos –como en Avellanosa del Páramo, donde pasaron de 94 mg/litro a solo 3–, el suministro mediante cisternas móviles en lugares como Cornudilla, o la colocación de grifos públicos con filtrado especial para garantizar al menos un punto seguro de acceso. Sin embargo, estas actuaciones, aunque alivian temporalmente la situación, resultan costosas y no resuelven el problema estructural, ya que muchos municipios rurales carecen de los recursos necesarios para renovar sus redes de abastecimiento o conectarse a infraestructuras hidráulicas más seguras.

La situación de los pueblos de Burgos pone de manifiesto una realidad alarmante: el acceso al agua potable, un derecho humano fundamental, no está garantizado para todos en España. Mientras los núcleos urbanos disfrutan de agua corriente segura, cientos de habitantes rurales deben vivir con restricciones, incertidumbre y costes añadidos por un problema que se ha cronificado con el tiempo.

Sin inversiones estructurales urgentes y una acción coordinada entre administraciones, estos pueblos seguirán atrapados en un círculo vicioso donde el agua, en vez de ser fuente de vida, es motivo de preocupación diaria.

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