
Instalaciones de la congregación
Otra congregación religiosa de Castilla y León prepara su marcha tras siglo y medio de entrega
Las Hermanitas de los Pobres, que llevan 150 años en Salamanca, buscan una entidad que se haga cargo del centro de mayores que gestionan
Durante generaciones, Salamanca ha contado con un refugio discreto pero imprescindible: la residencia de las Hermanitas de los Pobres. Situada en la avenida de San Agustín, este centro se ha convertido en un hogar para decenas de mayores sin recursos, un lugar donde la dignidad ha sido la norma incluso cuando faltaba casi todo. Ahora, tras 150 años de presencia ininterrumpida, la comunidad religiosa que lo sostiene se ve obligada a hacer las maletas.
La decisión, que ya ha sido comunicada aunque sin concretar fechas, responde a un motivo cada vez más común en las congregaciones religiosas: la falta de vocaciones. Las Hermanitas son cada vez menos y más mayores, y esto hace inviable continuar con la actividad en todas las ciudades donde están presentes. Salamanca, a pesar de su historia y del cariño recibido, no es una excepción.
Actualmente, nueve religiosas siguen al frente del centro. La mayoría de ellas supera ya los 70 años, pero su compromiso permanece intacto. Coordinan un equipo de más de 40 trabajadores y atienden a cerca de medio centenar de residentes, personas mayores sin pensión o con ingresos mínimos. No hay lujos. Todo se sostiene gracias a donaciones, solidaridad vecinal y campañas como la tradicional «Operación Litro», que este año logró reunir más de 1.429 Kg de comida y 1.300 euros donados. Quizá por última vez.
La «Operación Litro» es una iniciativa solidaria organizada en Salamanca por el Museo de Historia de la Automoción, en colaboración con el Ayuntamiento y diversas asociaciones del mundo del motor. Esta actividad reúne a aficionados de los vehículos clásicos en una jornada en la que, además de disfrutar de auténticas joyas automovilísticas, se anima a los asistentes a donar litros de leche que serán destinados a las Hermanitas de los Pobres, una congregación que atiende a personas mayores en situación de necesidad. Más que una simple exposición, la Operación Litro busca fomentar la solidaridad a través del patrimonio automovilístico, convirtiendo cada aportación en un gesto que une historia, comunidad y compromiso social.

Imagen tomada durante la Operación Litro para ayudar a las Hermanitas de los Pobres
Aunque la marcha no será inmediata, la congregación ya busca una entidad –pública o privada– que asuma la gestión del centro y mantenga su esencia: un espacio abierto a quienes no pueden costear una residencia privada ni tienen familia, según el diario Salamanca Hoy. El objetivo es que el cambio no altere la vida de los mayores, ni deje a nadie atrás.
El adiós de las Hermanitas se inscribe en una tendencia que se repite en toda España. En los últimos años, la congregación ha cerrado casas en lugares como Manresa, Granada o Palma de Mallorca. La falta de relevo generacional dentro de la vida religiosa está forzando una reestructuración dolorosa, pero inevitable. Aun así, las religiosas insisten en que no abandonan por voluntad propia, sino por necesidad.
Salamanca, sin embargo, no olvida. Durante más de un siglo, las Hermanitas de los Pobres han sido sinónimo de hospitalidad, entrega y silencio. Han estado donde no llegaban ni la Administración ni el mercado. Han recogido a quienes no tenían nada, y les han ofrecido una cama, un plato caliente y, sobre todo, compañía.
«Hacemos todo lo posible para que se sientan como en casa», explicaba recientemente Sor Lilliam, una de las hermanas, en declaraciones a La Gaceta de Salamanca.
El futuro del edificio y de los servicios asistenciales aún está por escribirse. Lo que está claro es que el legado de las Hermanitas no se mide solo en años, sino en vidas tocadas. Queda ahora la responsabilidad de recoger el testigo, y de que ese rincón tranquilo de la avenida de San Agustín no se convierta en un símbolo más del vacío que deja la falta de vocación, sino en ejemplo de continuidad solidaria.
La ciudad, por su parte, tiene una deuda de gratitud. Porque durante siglo y medio, en ese edificio sin estridencias, se ha practicado la caridad sin palabras, la que no sale en los titulares, pero transforma. Hoy, por primera vez en 150 años, las Hermanitas de los Pobres se preparan para apagar la luz.