Urraca I de León, pintada por Carlos Múgica y Pérez en 1857
El inesperado giro de los acontecimientos que convirtió a una mujer leonesa en la primera reina de Europa
La vida de Urraca I de León estuvo marcada por los conflictos y por su fuerte personalidad, que se puede apreciar en su famosa frase: «El Rey soy yo»
Una Reina que, según los propios cronistas medievales, «gobernó tiránicamente y mujerilmente». Esa fue Urraca I de León, apodada 'la Temeraria'. Pero, ¿quién era Urraca antes de convertirse en Reina? En torno al año 1081 nació en León como primogénita del matrimonio entre Alfonso VI de León –a quien El Cantar de mío Cid no deja en muy buen lugar– y su segunda esposa, Costanza de Borgoña.
Después del parto, la Reina Costanza de Borgoña quedó incapacitada para tener más hijos. Sin embargo, el Rey deseaba dar a la Corona un heredero varón, como mandaba la tradición. Así, en 1093 el Rey concibe con la princesa andalusí Zaida –conocida como Isabel cuando se convirtió al cristianismo– el tan deseado varón, al que el Rey reconoció como su heredero y puso por nombre Sancho Alfónsez.
Pese a no existir documentación que lo asegure los historiadores creen que Urraca fue educada en Monzón de Campos (Palencia), bajo la supervisión de su tutor, Pedro Ansúrez, que era conde de Liébana, Carrión, Saldaña y señor de Valladolid. Muy probablemente, la heredera al trono recibió formación en las conocidas, desde el siglo VI, como siete artes liberales –gramática, retórica, dialéctica, aritmética, geometría, astronomía y música–. Pero también, se piensa que pudo recibir formación en equitación y caza, algo muy poco común para una mujer de su época.
Para asegurar su sitio en el trono, sus padres la prometieron a la temprana edad de 12 años con Raimundo de Borgoña, de 23 años en ese momento. A los que se les concedió el condado de Galicia, hasta que todo cambió en un inesperado giro de los acontecimientos en 1107, cuando su esposo murió de disentería y, a los pocos meses, cuando en la batalla de Uclés falleció Sancho Alfónsez, el heredero a la corona leonesa. Esto volvió a posicionar a Urraca como heredera al trono de su padre.
La Reina Urraca I de León, por el artista José Rodríguez de Losada
Para acceder a la Corona debía cumplir con la obligación de contraer de nuevo matrimonio. Claramente, debido a su ventajosa posición como miembro de la realeza, surgieron de inmediato numerosos pretendientes para desposarse con Urraca. El más adecuado resultó ser Alfonso I de Aragón. Esto tiene una explicación militar, ya que los ejércitos leoneses tenían dificultades ante el empuje de los almorávides y, en aquellos momentos, el único con brío suficiente para detenerlos era el monarca aragonés.
El 1 de julio de 1109 muere en Toledo Alfonso VI de León y Urraca se convirtió en la primera Reina que gobernaba en la Europa de aquel entonces. Llegó al poder a la edad de 28 años y, debido al enlace matrimonial que se había acordado previamente, los contrayentes se convirtieron en Reyes de León, Galicia, Aragón, Pamplona (posteriormente Navarra) y Castilla, y en condes del condado Portucalense.
Sin embargo, los acuerdos matrimoniales y las tensiones del reino no tardaron en salir a la luz, pese al intento de aunar fuerzas con este gran matrimonio entre dos reinos. Incluso, se llegó a reclamar la independencia del reino de Galicia a manos del hijo del primer matrimonio de Urraca: Alfonso Raimundez, que veía amenazado su estatus de heredero frente a la posible amenaza de que Urraca fuera madre de nuevo junto a su segundo esposo.
Se sumaron a las tensiones externas los problemas que atravesaba la pareja. Tales eran las desavenencias de los Reyes, que quedaron reflejadas en unas crónicas del siglo XII, que transmiten en palabras de la propia reina cómo debió haber sido su enlace: «Muchas veces mi rostro fue manchado con sus sucias manos y que yo haya sido golpeada con su pie». Frente a esto, la Reina siguió buscando apoyos y ejerciendo su poder. De esta forma llegaría a hacerse famosa su frase «el Rey soy yo». De esta manera, se desató la enemistad entre el matrimonio y se desató una guerra que finalizaría con el Concilio de Palencia, en 1114, donde Alfonso I de Aragón abandona sus aspiraciones territoriales y repudia a Urraca.
Pese a este acuerdo, las aspiraciones de independencia de los condados de Galicia y de Portucalense no cesaron. Junto con la falta de apoyos de la Reina, convirtieron sus últimos años de reinado en una constante lucha por el poder que finalizó el 8 de marzo de 1126 con su fallecimiento en Saldaña (Palencia).