Miriam Fernández, cantante, actriz y conferenciante motivacional.
Entrevista
Miriam Fernández, la cantante que venció a la parálisis cerebral: «He perdido el complejo a cantar sobre Dios»
La artista estrena nuevo proyecto, ‘Renata’, y encabeza el cartel de Betel 24, el encuentro de jóvenes de la Iglesia de Barcelona
Miriam Fernández nació en 1993 con parálisis cerebral, pero eso nunca la ha frenado. Saltó a la fama en 2008, cuando ganó la segunda edición de Tú sí que vales, y ha desarrollado en paralelo su carrera artística con su faceta de conferenciante motivacional. Este sábado, Fernández visita Barcelona: es la cabeza de cartel de Betel 24, un encuentro para jóvenes católicos organizado por la Delegación de Juventud del Arzobispado de Barcelona que va ya por su cuarta edición.
El evento tendrá lugar en el teatro de La Salle Bonanova a partir de las 15,30h, y contará con la presencia de expertos e influencers, como el ilustrador Samlo, el ex nadador paralímpico Enhamed Enhamed o el guionista y productor Diego Blanco. Para Fernández, que recientemente estrenó un nuevo proyecto musical, bajo el nombre de Renata, será una oportunidad para hablar a los más jóvenes sobre resiliencia, búsqueda de sentido y cuál es la auténtica parálisis cerebral.
–La gente le conoce por varias facetas, pero ¿quién es Miriam Fernández?
–Soy una chica con parálisis cerebral: en el momento del parto, me afectó a la parte locomotora de las piernas. Nací en una familia muy humilde, que prácticamente no tenía medios, pero me dieron la oportunidad de vivir, y me entregaron a otra familia que sí pudo hacerse cargo de mí. Aún así, los médicos dijeron que no iba a poder andar, hablar ni llevar una vida normal…
–Se equivocaron.
–Sí. Gracias a mucho esfuerzo, mucha entrega y mucho amor –y con la ayuda de Dios– pude caminar. Ese fue el primer paso de mi vida, de todos los sueños por cumplir y de todo lo que he ido alcanzando poco a poco. Creo que la parálisis cerebral más importante no es la que yo tengo, sino el miedo. Cuando eres capaz de vencer ese miedo que te paraliza, puedes empezar a dar pasos y llegar a donde quieres.
–Menciona a Dios. Desde que empezó a aparecer en público, siempre se ha expresado con mucha naturalidad sobre su fe. En Barcelona los jóvenes católicos son minoría entre minorías: ¿qué les diría para animarles?
–Bueno, yo siempre lo he tenido claro: si crees en Dios, muchas veces irás a contracorriente de la sociedad. En mi mundo de la interpretación, por ejemplo, es rarísimo encontrar artistas católicos. Yo respeto las creencias de todo el mundo, y creo que siempre puedo aprender algo nuevo de quien tengo delante, aunque no esté de acuerdo con lo que piensa o cree. A la vez, siempre he llevado mi fe con naturalidad, nunca me ha dado miedo, y estoy súper feliz de decir en alto que creo en Jesús, en la Biblia, y que llevo este estilo de vida. Mira, soy autónoma y tengo muchos amigos que saben que los domingos no me pueden poner cosas porque no puedo faltar a misa.
–La última canción que ha lanzado como Renata, ‘Ghosting’, es casi una oración: «Padre santo creo en ti, sé que tú siempre estarás cerca de mí».
–Sí, porque he ido perdiendo el complejo. Las canciones de Renata hablan de Dios sin ningún tipo de complejo. Han sido muchos años de que me digan: “Tú calla, que eres católica y ya sabemos lo que piensas". Eso pica, porque si yo te respeto, ¿por qué no al contrario? Para mí, Dios es amor, y no entiende de separaciones. Pero también pienso sinceramente que hay católicos que nos hacen daño, por una malinterpretación de la religión.
–¿Qué diferencia a Renata de Miriam?
–Hay varias circunstancias. La primera es personal: justo antes de casarme, un momento muy importante y sagrado de mi vida, perdí a cinco o seis amigos de toda la vida, precisamente por esto que te decía. Creo que Dios quiso que ocurriera en ese momento, porque me di cuenta de que esas personas no me querían bien, no me respetaban, y me hacían sentir inferior, por mis creencias o mi discapacidad. Ahora lo veo como una oportunidad de llegar al altar habiendo entendido que el amor de verdad no duele, pero en su momento fue un golpe súper fuerte a nivel mental.
–Un duelo…
–Sí, porque mi mayor demonio entonces era el miedo al abandono, me limitaba muchísimo en mi día a día. Renata es un grito frente a todo esto: es decir que soy quien soy, que no soy solo una niña mona con discapacidad y un andador, sino una mujer que dice lo que piensa y que ha perdido completamente los complejos, apoyada en Dios.
Renata es el nuevo proyecto musical de Miriam Fernández
–¿De ahí la estética del proyecto, con un punto más oscuro?
–Son canciones que narran un proceso de duelo y pérdida, y por eso son más oscuras, sobre todo estas primeras que voy lanzando… Pero poco a poco me voy encontrando con Dios. Más adelante irá más hacia la luz. Este es otro motivo por el que quise lanzar Renata como un proyecto aparte: no veía justo que mis 65.000 seguidores se encontraran con un producto tan diferente de la noche a la mañana.
–‘Gloria’ o ‘Ghosting’ mezclan ritmos de música urbana con elementos antiguos, ¿es premeditado?
–Sí, porque quería una mezcla entre lo moderno y algunos elementos de la música tradicional religiosa, como los coros. Por eso estas canciones mezclan bases de reguetón con tenores, bajos, contraltos y sopranos. Es verdad que hoy uno dice «música católica» y espera escuchar Hakuna, pero yo quiero modernizar lo más tradicional de la música católica. ¡No sé si me he arriesgado demasiado…!
–Por último, volviendo al inicio. En Betel se reunirán centenares de jóvenes, ¿con qué mensaje le gustaría que se quedasen?
–Con que todo en esta vida tiene un «para qué», incuso los momentos más difíciles. Yo estuve dos años con depresión, medicándome… e incluso ahí me decía: «Miri, tranquila, hay un para qué», aunque no sabía ni cómo ni cuándo llegaría, porque nunca es de la forma en que te lo esperas. Pero llega. Si crees en Dios, se trata de abandonarte a lo que quiere el de arriba. Mi para qué no solo ha sido el disco de Renata, del que estoy súper orgullosa, sino también que toda esa situación me ayudó a tener que solucionar problemas que no había solucionado hasta el momento. A auto conocerme mejor, y deshacerme de miedos muy arraigados. Y crecer mejor, y amar mejor, y tener mucha más paz.
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