Consorci 21 dies

Presentación de la campaña que pretende que no se habla español durante 21 días en varios municipios de Gerona

El Debate, a pie de calle  El independentismo pincha en su intento de imponer el catalán en varios municipios de Gerona

En distintas localidades se está llevando a cabo la iniciativa '21 días', basada en contestar en todo momento en catalán aunque la pregunta sea en castellano

El leguaje y su uso son unas de las principales herramientas de las que se vale el nacionalismo para imponer sus postulados. En lugar de utilizarlo para desengrasar la convivencia y tender puentes, los militantes de esta ideología lo usan para acentuar diferencias y acrecentarlas con fines espurios.
En Cataluña ejemplos de lo descrito los hay por doquier. La ausencia del Estado por un lado y la considerada impunidad secesionista por otro han dado lugar a este escenario.
Casos así pueden ser los de los municipios gerundenses de Salt y Breda. Allí, el Consorcio Para la Normalización Lingüística (CPNL) ha organizado una iniciativa llamada '21 días'.
Tal como se explica en su página web, este es el lapso de tiempo que una persona media tarda en hacer un hábito de una acción. Así, por ejemplo, si se fuma durante veintiún días se acaba cogiendo esa costumbre. De hecho, hubo hace años un programa de televisión que se llamaba así, '21 días'.
Banderola en una farola de Salt de la iniciativa ‘21 días’.

Banderola en una farola de Salt de la iniciativa ‘21 días’.C.L.

En el caso catalán, el objetivo es más siniestro, pues se trata de que los vecinos de las localidades donde se lleva a cabo contesten «en catalán» independientemente de que un interlocutor les haya preguntado o interpelado en español u otro idioma.
Orillar el castellano y hacer creer que el idioma regional es lo único viable para el día a día es una de las máximas nacionalistas. No obstante, El Debate ha estado sobre el terreno y ha podido comprobar de primera mano cómo la hiperventilación independentista poco o nada tiene que ver con la vida cotidiana.

Independentismo, sí; seguridad, no

Salt colinda con Gerona y allí gobierna Esquerra Republicana de Cataluña (ERC). En el hotel, la recepcionista habla en todo momento en español, incluso antes de que se le trate así. Como es de una cadena, cabe ver en el pueblo en sí si el fervor por el catalán es tanto como desde el Consistorio se quiere hacer creer.
En la primera calle con algo de gente hay dos jóvenes que no sobrepasan los veinticinco años esperando a cruzar un semáforo. Al ser preguntados por cómo ir «al centro y donde haya algo de ambiente», amablemente se disponen a guiar.
El trayecto apenas dura tres minutos. Los suficientes, eso sí, para que queden claras ciertas cosas. Una es que «desde la farmacia» que señalan «no se puede pasar porque te roban hasta el apellido».
La otra es la «gilipollez» que para ellos supone la iniciativa municipal de la que, además, no tienen ni idea y hay que explicársela previamente: «Aquí cuando no se quema un piso hay alguien apuñalado. ¿Por qué no trabajan para que podamos vivir tranquilos y andar sin mirar atrás?», se pregunta uno de los chicos.
Junto al Ayuntamiento de Salt, Susana trabaja en un centro de Atención Primaria, dependiente de la Generalitat de Cataluña. Tampoco sabe de qué va todo eso de los '21 días'. Fumando un cigarro junto a sus dependencias, muestra su asombro:
«Ah, que yo ahora tengo que responder en catalán sí o sí y sea quien sea?» Se pregunta. Se reconoce «catalanoparlante», pero eso es perfectamente compatible con el hecho de calificar como una «tontería muy gorda» la medida del Ayuntamiento.
Tal como señala, lo «lógico» es que si se pregunta «en castellano yo responda en castellano». «No todo es política y estamos cansados ya de que todo tenga que ser usado por los políticos para sus cosas», lamenta la profesional sanitaria.

«No sé cuál es la razón para hacer que nos sintamos mal por escribir la carta del restaurante en castellano»

Más allá de las calles que rodean el Ayuntamiento apenas hay publicidad y menciones a la iniciativa de '21 días'. Junto al Consistorio, tan solo unas banderolas en contadas farolas. Unas vías más allá apenas hay algún cartel en las paredes.
Dentro del edificio es donde sí se ha de pedir varias veces que contesten en español. El municipio lo gobierna desde 2019 Jordi Viñas i Xifra, de ERC, por lo que no es de extrañar que las instrucciones sean las de utilizar el catalán en todo momento y el castellano es casos muy tasados.
En el Ayuntamiento se indica la dirección de la sede desde donde se coordina todo lo relacionado con '21 días'. Una vez allí, una de las responsables de la medida independentista trata de justificarla, apelando a «salvaguardar la lengua catalana» del «dominio» supuestamente establecido por el español.
Durante la conversación, la mujer cambia automáticamente de idioma, volviendo a hablar en catalán a pesar de las reiteradas peticiones para que lo haga en castellano al no entender el idioma autonómico.
Así, indica que con la iniciativa se persigue que, por ejemplo, en una tienda «a alguien que lleve velo o sea de otro continente no se le hable automáticamente en español y se dirijan en catalán».
Ante la posibilidad que dicho supuesto cliente no entienda o no hable catalán, la responsable de '21 días' apunta que está «segura» de que sí lo utiliza y lo comprende sin aportar ninguna evidencia sobre ello. En su opinión, el «problema» es que «se piensa que no va a saber catalán», algo que considera «el primer error».
Fachada del Ayuntamiento de Salt (Gerona), sin la bandera de España y una pancarta independentista con el lema “libertad’.

Fachada del Ayuntamiento de Salt (Gerona), sin la bandera de España y una pancarta independentista.C.L.

La postura inconsistente no solo se ve en que toda su argumentación se basa en conjeturas, suposiciones y deseos, sino también cuando se trata de un idioma que no sea el común a todos los españoles.
De este modo, preguntada por cómo respondería a un ciudadano inglés que entrara al despacho y le dijera «good morning», la mujer sale por peteneras diciendo que le hablaría en catalán porque no sabe inglés.
Sin embargo, tras pedirle que se pusiera en la situación de que sí lo supiera hablar, reconoce que «seguramente» le respondería en «inglés».
Ante la cuestión de, entonces, por qué esa posición no sirve para el castellano, la responsable de '21 días' asegura que le están «llamando para una reunión», que se tiene que «marchar» y que la conversación «no da para más y ha acabado». No había sonado ningún teléfono y su compañero seguía sentado a tres o cuatro metros junto al ordenador y con los cascos puestos. Dato mata relato y había que inventarse una salida con urgencia.
En un bar a las afueras de Salt, un rasgo llama la atención: está rotulado en español, lo que contrasta con la práctica totalidad de carteles de negocios que está en catalán.
La camarera declara que es «muy raro» y que en el pueblo hay «tres o cuatro así». «No sé cuál es la razón para hacer que nos sintamos mal por escribir la carta en castellano. ¿Acaso no es nuestro idioma también?», se pregunta.
Igualmente, subraya que al local entran «clientes que hablan castellano y otros en catalán y nunca ha pasado nada raro». Así, insiste: «Tú has saludado y has pedido en español y yo te respondo en español. Decidir yo en qué idioma tienes que hablarme no tiene sentido. Sería mala educación», dice.
Conforme se acumulan los testimonios se va consolidando la idea de una enorme brecha entre las autoridades locales, provinciales y autonómicas –los tres niveles apoyan y patrocinan '21 días'– y la sociedad, cada vez más alejada de iniciativas pintorescas e inquisitoriales como esta.
En la también gerundense localidad de Breda sucede exactamente lo mismo. Allí también esta 'vigente' pretender contestar en catalán aunque se pregunte en castellano. En un mesón en la entrada del pueblo, su dueña se dirige en español cuando se le pregunta por el precio de un refresco. A la par, otros clientes piden la cuenta y a la hora de pagar, la conversación con ellos transcurre en catalán.
De vuelta en el autobús camino a Salt, el chófer explica en castellano cuánto se tarda y si la parada donde bajar queda muy lejos del hotel. Paralelamente, los viajeros que van subiendo durante el trayecto hablan con el conductor en catalán.
Por tanto, la obsesión nacionalista por imponer el catalán en todos los órdenes de la vida cotidiana no parece que tenga su traslado a unos vecinos que muestran más sentido común que sus gobernantes.
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