El autor de La ciudad de la piel de plata, Félix G. Modroño, en Bilbao

El autor de La ciudad de la piel de plata, Félix G. Modroño, en BilbaoAnia López

Entrevista | Escritor

Félix G. Modroño: «Me duele saber que muchos jóvenes no conocen la historia de Miguel Ángel Blanco»

El escritor presenta su nueva novela, La ciudad de la piel de plata, en la que busca «reivindicar y ajustar cuentas con esos silencios que inevitablemente» la sociedad vasca tuvo que «afrontar por miedo»

En las páginas de La ciudad de la piel de plata, Félix G. Modroño desentraña la historia de Alberto Cepeda y su retorno a Bilbao tras un exilio forzado por las sombras de ETA. Una vuelta que se convierte en un fascinante viaje a través de las décadas, desde los 70 hasta los 90, en un caleidoscopio temporal en el que la novela ilumina momentos clave de la evolución de la capital vizcaína, desde la construcción del icónico Guggenheim hasta los últimos coletazos del terrorismo.
La confesión franca del autor revela una narrativa impregnada de experiencias personales, como el impacto de presenciar un asesinato a la tierna edad de 14 años. Modroño se sumerge en la tarea de transmitir, desde las entrañas, y explicar lo inexplicable de aquellos años marcados por la amenaza constante de ETA. Su misión: proporcionar a las generaciones venideras una comprensión enriquecida de la historia reciente, desafiando al olvido con la fuerza de la memoria. El Debate ha tenido la oportunidad de ahondar junto con el autor en los cambios palpables que Bilbao ha experimentado, sopesando la relevancia de la memoria colectiva en la construcción del presente.
–Félix, en La ciudad de la piel de plata, el protagonista, Alberto Cepeda, regresa a Bilbao después de un exilio forzado por las amenazas de ETA a sus padres. ¿Cómo nació la idea de explorar la historia de un personaje que retorna a su ciudad natal en un contexto tan complejo?
–Desde que quise escribir una trilogía sobre el siglo XX, esta última novela la tenía, desde hace muchos años, muy clara. Ingenuamente, intenté comenzar a escribirla sin abordar directamente el problema del terrorismo, pero fue imposible porque ese tema lo permeaba todo. Cuando empecé a escribir, me di cuenta de que no podía evitarlo. Hay una escena en las primeras páginas donde el protagonista presencia un asesinato a pocos metros de distancia, una experiencia que yo mismo viví a los 14 años. Desde mi perspectiva, como hijo de migrantes y sintiéndome a la vez vasco, quería contar y explicar lo que para muchos ha sido inexplicable durante muchos años.
Por otro lado, buscaba reivindicar esa parte de la historia que no entiendo, al igual que no entiendo cómo hay gente que habla de la Guerra Civil del franquismo y quiere obviar heridas recientes del pasado, como estas que son mucho más recientes y aún están sin cicatrizar. No quería que la gente joven ignorara lo que realmente ocurrió. Me duele saber que muchos jóvenes no conocen la historia de Miguel Ángel Blanco. Así que mi novela es, de alguna manera, una reivindicación y un ajuste de cuentas con esos silencios que inevitablemente tuvimos que afrontar por miedo.

Retrato costumbrista y fiel

–La novela abarca, desde los años 70 hasta finales de los 90, una época marcada por la construcción del Guggenheim y los últimos coletazos del terrorismo en Bilbao. ¿Cómo abordó la investigación histórica para plasmar, de manera auténtica, estos momentos clave en la historia de la ciudad?
–Las fuentes que utilicé para construir la novela fueron principalmente tres. En primer lugar, recurrí a las hemerotecas cada vez que necesitaba abordar un episodio con una fecha específica. Afortunadamente, los periódicos de la época están fácilmente accesibles y proporcionaron valiosa información. En segundo lugar, la novela se basa en testimonios, ya que hubo personas que vivieron los acontecimientos en primera persona y compartieron sus experiencias conmigo. Y, en tercer lugar, la obra se nutre de mis propios recuerdos y percepciones personales. Al combinar estas tres fuentes, mi objetivo fue crear un retrato lo más fiel posible de la sociedad vasca en aquellos momentos.

Bilbao, en momentos complicados, demostró que la gente normal, la de bien, puede apretar los dientes y seguir adelante

–¿Le costó ser objetivo a lo largo del proceso de escritura?
–Creo que no, porque han transcurrido muchos años. Se escribe desde la distancia, ya no solo temporal, sino también geográfica. Esta perspectiva de observar el País Vasco desde fuera me proporciona, en mi opinión, una visión más objetiva. Por eso, creo que el retrato costumbrista que he intentado plasmar de aquellos años es bastante fiel.
–Ha mencionado la importancia de los silencios. ¿Qué cree que causó más daño, la violencia o el silencio?
–El silencio estaba directamente vinculado al terror, sin duda. No se pueden separar. El silencio era una consecuencia directa del miedo que imperaba en esa sociedad. En muchos momentos, sin ser plenamente conscientes, normalizábamos la falta de libertad de expresión e incluso la restricción de movimientos. Esta normalización era lo que resultaba difícil de asimilar desde la distancia. Vivíamos en una aparente normalidad, a pesar de encontrarnos en un contexto histórico sumamente complicado y hostil.
Crecimos relativamente felices, pero en un entorno marcado por la hostilidad. La verdad es que es sorprendente cómo Bilbao logró reinventarse en medio de esa hostilidad. Realmente, es un logro meritorio y puedo decir que es un caso muy peculiar. Ahora mismo no se me ocurre ningún otro ejemplo en el mundo en el que una ciudad haya logrado reinventarse de manera similar. Creo que precisamente esa peculiaridad es lo que define a mi novela.
Portada del libro La ciudad de la piel de plata, escrito por Félix G. Modroño

Portada del libro La ciudad de la piel de plata, escrito por Félix G. ModroñoAnia López

–El Guggenheim emerge como el símbolo central de la trama representando la transformación épica de Bilbao. ¿Cómo decide utilizar este hito arquitectónico como elemento clave en la narrativa y qué simbolismo atribuye a su papel en la historia?
–El decano de arquitectos estadounidenses consideró el Guggenheim el edificio más importante de nuestra era, y creo que tiene razón. Los museos ahora son las catedrales modernas del siglo XXI, y el Guggenheim fue pionero en ello. Más allá de su estética única, fue crucial para la regeneración de Bilbao, transformándola en una ciudad culturalmente esplendorosa. Su construcción, amenazada por el contexto de terrorismo, fue un logro notable. Aunque otras ciudades intentaron replicar este modelo, las circunstancias únicas de Bilbao en ese momento, enfrentando oposición de ETA y movimientos culturales, hacen improbable que algo similar se repita hoy.

Entender el contexto de los 80

–Alberto Cepeda se ve inmerso en la construcción del Guggenheim. ¿Qué aspectos de su personaje considera más fascinantes? ¿Cómo evoluciona a lo largo de la historia, especialmente al enfrentarse a los miedos y desafíos relacionados con su regreso a Bilbao?
–Creo que es una parte particularmente interesante de la novela. Encontramos a Alberto, un joven ingeniero recién llegado, que se enfrenta a su primer amor y a su miedo al terrorismo mientras asume un trabajo de gran responsabilidad. A lo largo de la trama, observamos la evolución de Alberto, viéndolo transformarse en alguien que ha superado obstáculos y ha salido adelante. No es un héroe absoluto; de hecho, es protagonista de una investigación que aborda no como un héroe, sino como una persona común. Quería resaltar la evolución de alguien normal, un joven de veintitantos años, en su crecimiento personal.
–La trama incorpora un elemento romántico a través de la relación entre Alberto Cepeda e Izarbe Segurola. ¿Cómo construye las relaciones personales en medio de un contexto social y político tan complejo?
–Bueno, siempre dicen que en tiempos de guerra el amor prevalece, ¿verdad? La cuestión política solía obviarse en las conversaciones. Recuerdo un viaje con una chica de Herri Batasuna. Actualmente, ella ocupa un cargo directivo en Bildu. Su primo era un miembro de ETA, y en ese momento, mirábamos a quienes tenían vínculos con ellos con cierta admiración, ya que nos enseñaron que eso estaba bien. Pero es crucial entender este contexto en los años 80 para comprenderlo adecuadamente; desde la perspectiva actual es más complicado, pero también nos brinda conocimiento.
En cuanto a mis relaciones amorosas, el protagonista se debate entre su antiguo amor y un nuevo interés amoroso, una azafata cosmopolita. Para mí, esta elección es una metáfora de los dos rostros de Bilbao. Siempre me refiero a Bilbao como mujer, y Arantxa representa el Bilbao que se va, el Bilbao de tradiciones y lo antiguo, mientras que la nueva Bilbao es más vibrante, abierta al mundo y cosmopolita.
–La trama se adentra en la investigación de un misterioso episodio del pasado relacionado con una niña robada durante la Guerra Civil. ¿Resulta complicado combinar elementos históricos, de misterio y drama?
–Me gusta la mezcla de géneros y me resisto a ser encasillado. En mis novelas, donde predomina lo costumbrista, busco combinar géneros para reflejar la complejidad de la vida real. Lograr un equilibrio entre todos los géneros es uno de los mayores desafíos al abordar estas historias. Crear y unir las piezas de un rompecabezas es la tarea más complicada y significativa. Aunque esta novela se puede leer de forma independiente, también quise que tuviera sentido como parte de una trilogía, aunque no necesariamente correlativa. La construcción de la trama va más allá de los recuerdos y la documentación; encajar las piezas es la parte más compleja.
La ciudad de la piel de plata cierra la trilogía sobre Bilbao. ¿Cómo ha evolucionado la ciudad a lo largo de las tres novelas y qué mensaje quiere transmitir a los lectores?
–La primera transformación de Bilbao fue durante la Revolución Industrial, convirtiendo un pequeño pueblo de 18.000 habitantes en la ciudad que conocemos hoy. La segunda fue marcada por la Guerra Civil, dejando una huella imborrable, con exilios, represión y cambios en el modo de vida. La tercera transformación nos lleva a la Bilbao moderna. Dentro de este contexto, mi objetivo ha sido expresar cómo la gente común, la de a pie, tiene la capacidad de reaccionar y las ganas de vivir ante cualquier adversidad. Bilbao, en momentos complicados, demostró que la gente normal, la de bien, puede apretar los dientes y seguir adelante.

En la novela busco reivindicar y ajustar cuentas con esos silencios que inevitablemente tuvimos que afrontar por miedo

–Dice que, a veces, le encasillan. Quería preguntarle sobre la perspectiva y el enfoque en su escritura, dado que se aventura tanto en la novela negra como en la histórica. ¿Cómo decide qué proyecto afrontar?
–En función de la historia que tengo que contar, escribo la novela adaptando el género. Cambio de registro según la trama. Mi objetivo es que mi prosa sea reconocible, pero busco la versatilidad al cambiar de registros. Creo que esto es interesante porque admiro a autores que, a lo largo del tiempo, escriben novelas similares, y a veces siento que han agotado su creatividad. Desde mi perspectiva, enfrento cada historia con el género que considero apropiado, y el cambio de registro es enriquecedor para mí como novelista.
–Con 20.000 lectores enganchados a su trilogía, ¿cuál cree que ha sido el impacto más significativo que ha tenido sus historias en ellos?
–Supongo que les interesa cómo abordé la narrativa de los hechos en el último siglo en el País Vasco. Adentrarse en las complejidades sociales de esa época no fue fácil, pero creo que logré salir indemne. La novela tiene un atractivo amplio, siendo leída tanto por personas mayores que encuentran resonancias de su pasado como por un público más joven que descubre la ciudad de una manera nueva, sin la formalidad de estudiar historia. La definiría como una historia contemporánea muy rigurosa, donde la clave está en el rigor y el cariño con los que escribo sobre la ciudad, aspectos que, creo, han atraído a mis lectores.
–Finalmente, ¿puede adelantarnos algo sobre sus próximos proyectos literarios?
–Por razones personales me mudo a México a principios de año y entiendo que debo aprovechar la oportunidad para escribir una novela que fusione América Latina con España. En el proceso de empezar una nueva novela lo más desafiante, para mí, es encontrar la voz correcta. Cuando finalmente la encuentro, más allá de la historia, descubro lo esencial: la voz para contarla. Después de nueve novelas, la próxima será la décima, y mi objetivo es construir una carrera literaria digna y duradera alejándome de las modas y buscando que mis novelas perduren.
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