Uno de los dulces típicos de Villalba (Lugo)
El gran desconocido de la repostería gallega: un dulce que comenzó como una forma de pago feudal
Su textura lo hace irresistible ya que es crujiente por fuera y sorprendentemente tierno por dentro
Galicia es tierra de una tradición repostera que se ha mantenido viva a lo largo de los siglos. En cada rincón de la comunidad autónoma encontramos dulces que se han convertido en emblemas gastronómicos como lo son las filloas, que acompañan tanto a platos salados como dulces; la tarta de Santiago, con su cruz dibujada en azúcar glas; las piedras de Santiago, pequeños bocados elaborados con almendra; o la tarta de Mondoñedo, un pastel con capas de hojaldre, bizcocho y frutas confitadas que rinde homenaje a la ciudad lucense.
En este recorrido de sabores, Villalba (Lugo) ofrece un dulce que, pese a no haber alcanzado todavía la fama de otros, se ha convertido en un auténtico emblema local y merece figurar con nombre propio dentro de la repostería gallega.
El mejor de los secretos
Se trata de el roscón de Villalba, un postre elaborado a base de almendra, huevo, azúcar y ralladura de limón. Su textura lo hace único debido a que es crujiente por fuera y sorprendentemente tierno por dentro.
A diferencia de otros roscones más populares, este no lleva nata ni crema, sino que se presenta como una rosca seca y se conserva en perfecto estado durante más de quince días; lo que lo convierte en un producto idóneo para transportar y regalar.
El origen de este roscón se vincula a antiguas costumbres locales. Según la tradición oral, durante siglos los habitantes de Villalba ofrecían este dulce a los condes de Andrade como forma de tributo por el uso de tierras arrendadas y otros beneficios recibidos.
Desde entonces, el dulce ha resistido al paso del tiempo y su receta se ha ido trasmitiendo de generación en generación.
Un clásico en cualquier celebración
Aunque se puede comprar durante todo el año, el roscón es protagonista en dos celebraciones: la festividad de San Ramón, patrón de Villalba, y las celebraciones navideñas. En esas fechas, es difícil encontrar una mesa en la que falte este postre.
Durante años, el roscón de Villalba ha permanecido a la sombra de otros emblemas gastronómicos locales, como el famoso capón de Villalba o el premiado queso San Simón da Costa.
Sin embargo, en 2024 se dio un paso importante hacia su valorización: la Agencia Gallega de Calidad Alimentaria (Agacal) concedió las dos primeras licencias de artesanía alimentaria a productores del roscón, lo que supone un sello de calidad y prestigio que refuerza su promoción.
Porque más allá de reconocimientos oficiales, en Villalba no dudan que no hay fiesta sin roscón, un postre que combina historia, artesanía y un sabor que conquista desde el primer bocado.