Iglesia del concello de A Bola

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El asesino en serie que vive libre en un pueblo gallego y acude a los parques infantiles a mirar a niños

Antonio Gali Balaguer, valenciano de 74 años, fue condenado por tres asesinatos, agresiones sexuales y robos: pasó 40 años en la cárcel y ahora está libre

Llegó a la aldea de San Pedro, en el concello de A Bola, en Orense, poco después de quedar en libertad en el mes de febrero. Los vecinos, siete personas de avanzada de edad le echaron una mano en lo que pudieron: comida, ropa, algún electrodoméstico viejo pero servible y mucho apoyo emocional. Era un hombre mayor, de 74 años, que se venía a instalar entre ellos. Un nuevo vecino al que había que recibir con cariño.

Cuando han descubierto quién era se han llevado las manos a la cabeza. Están aterrorizados. Quieren que se vaya de allí. La alcaldesa ha dicho que lo va a intentar, sobre todo después de enterarse de que entre sus prácticas está coger su coche e ir por las localidades cercanas a sentarse en parques infantiles y quedarse mirando a los niños pequeños.

Gali Balaguer es un depredador. En 1979, recién estrenada la democracia, la Audiencia de Teruel le condenó a cuatro meses de cárcel por tres delitos de abuso sexual. Todos los cometió en un pequeño pueblo: Calanda. Sus víctimas: una niña de 10 años, otra de 13 y un varón al que amenazó con un cuchillo para abusar de él. En aquella época estos delitos tenían muy poca condena.

Entró en la cárcel y en cuanto lo dejaron libre, volvió a las andadas. Para qué iba a contener su pulsión sexual si el castigo era algo residual, unas vacaciones pagadas en la cárcel. Se instaló en Alcañiz, Teruel, donde nadie le conocía. Allí agredió sexualmente a una joven de 17 años y una mujer de 39. A esta última la golpeó en la cabeza con un tubo de metal hasta perder la conciencia. Entonces aprovechó para llevársela a las afueras de Alcañiz y abusar de ella.

Entró en la cárcel y volvió a salir al poco, otras vacaciones pagadas. En cuanto pisó la calle, visto el escaso castigo, volvió por sus fueros: se fue a vivir a La Zaida, un pueblo pequeño de la provincia de Zaragoza, de apenas 500 habitantes. Allí, era 1982, sedujo a una mujer casada con tres hijos. El marido se enteró y quedó con él para arreglar el asunto. Del marido nunca jamás se volvió a saber nada.

Dos años después en 1984, durante las fiestas patronales, Victoria, una niña de once años, fue a casa de la mujer que había seducido Gali para jugar con una de sus tres hijas. La pequeña se encontró a solas con el delincuente y él abusó de ella. La niña, en pánico, le amenazó con contar a sus padres lo que le había hecho. Él la mató y la enterró en cemento. Acabaron deteniéndole tiempo después y lograron que confesara el crimen y el lugar del enterramiento.

Atentos a las cifras: le condenaron a 64 años de prisión. El Tribunal Supremo se lo redujo a 43, lo que merece una reflexión. ¿Y de esos cuantos acabó cumpliendo? Poco más de 17 años. Así que en 2001 otra vez libre. Se escondió en Portugal donde le condenaron por tráfico de drogas. Salió de prisión y en 2005 se instaló en una pequeña localidad de Ourense. Allí contrató por 70 euros los servicios de una prostituta de 58 años y madre de dos hijos a la que asesinó.

La Guardia Civil lo detuvo cuatro meses después del crimen, en marzo de 2006. Fue condenado por el crimen y 18 años después ha vuelto a salir libre. Se ha instalado otra vez en Orense y todo el mundo teme que a pesar de sus 74 años vuelva a agredir sexualmente y a matar. Sobre todo después de que haya expertos que afirmen que es muy peligroso y que no se ha rehabilitado.

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