El obispo Fray Albino y Manolete. El torero se ofreció a colaborar en la construcción de los barrios de Cañero y el Campo de la Verdad en 1947
El portalón de San Lorenzo
La importancia de las casas de Cañero
«Ahí están las casi cinco mil viviendas que levantara en Córdoba la Obra Benéfica La Sagrada Familia, auspiciada por el obispo Fray Albino»
Mientras llegaba nuestro turno uno de estos días en el médico me puse a hablar con un conocido con el que coincidí. Sacamos el tema de su barrio de Cañero, del aquel barrio que a principio de los años 50 se llenó de humildes vecinos de los distintos barrios de la ciudad. Procedían en su mayoría de antiguas casas de vecinos, muchos de ellos con la incomodidad y estrechez de disponer su familia de una sola habitación, con una cocina y un corral comunitarios, por lo general sin acceso al agua potable y, en algunos casos, hasta sin luz eléctrica.
Por eso no es de extrañar que a esos vecinos les ilusionase algo tan simple como comprobar el funcionamiento, de sus flamantes grifos donde «le damos a un botón y sale el agua». Atrás se quedaba la penuria de las colas diarias en la fuente de barrio o el agua poco recomendable de los pozos.
La vivienda en Córdoba
Ya quisieran nuestros jóvenes de ahora, tan trabajadores como sus padres por mucho que digan, poder acceder a unas viviendas que les dieran tranquilidad para poder formar una familia. Los precios son prohibitivos, y sus menguados salarios les hacen casi imposible alcanzarlos. Mientras, nuestras autoridades en la materia o no hacen nada o venden como soluciones iniciativas o parches que tampoco sirven para nada. Se ha estimado que antes se podía comprar una vivienda con el 30% del sueldo de un trabajador. Hoy es prácticamente imposible trabajando los dos de la pareja.
En aquella época tan denostada de mediados del XX sí que se pusieron manos a la obra con el problema de la vivienda, y no sólo las autoridades políticas. Ahí están las casi cinco mil viviendas que levantara en Córdoba la Obra Benéfica La Sagrada Familia, auspiciada por el obispo Fray Albino. Seguía, a mucha mayor escala, la tarea de su antecesor, el obispo Adolfo Pérez Muñoz, que a través de La Solariega también construyó 99 casas populares por varias zonas de Córdoba. Los políticos del Ayuntamiento «premiaron» a este último obispo quitándole el nombre que en su día se le dio a la avenida llamada Ollerías, y Fray Albino sigue en el callejero de milagro, porque lo tenían (y lo siguen teniendo) entre ceja y ceja esa gente que sólo sabe vivir del odio permanente. En aquél proyecto, el obispo Fray Albino contaría con el ofrecimiento del Manuel Rodríguez Sánchez ‘Manolete’.
Copia de un recibo por el valor inferior a un euro que se pagaba de alquiler-propiedad
Ahora es fácil criticar que estas viviendas, como las de Cañero o las del Campo de la Verdad, adolecían de este defecto o de este otro, pero, aparte de comparar con lo que había construido entonces, habría que preguntar lo que significó aquella vivienda en propiedad a quienes les tocó en suerte. Los afortunados muchas veces solían leer en voz alta las cartas donde se les anunciaba la buena nueva para que se enterasen sus vecinos. Así, una vez obtenida su casa, muchos conocidos de mi barrio, hacinados en casas de las Costanillas, Montero, Frailes o María Auxiliadora, se mudaron a este nuevo barrio de Cañero con sus exiguas pertenencias.
Estos proyectos de viviendas impulsados por la Iglesia probablemente fueron los que espolearon a otras autoridades y agentes a hacer lo mismo en las décadas siguientes: Ayuntamiento, Ministerio de la Vivienda, instituciones provinciales, Sindicatos Verticales... Córdoba se llenó de viviendas sociales hasta los años 70. Ahí están, como prueba, los pisos del Tejar de la Cruz (Cinco Caballeros), de los primeros de la lista, luego seguidos por los del Sector Sur, el Polígono de la Fuensanta, el barrio de la Concepción (barrio de la Guita), el Polígono del Guadalquivir, etcétera. y unido a eso innumerables edificios con la placa correspondiente del yugo y las flechas repartidos por todas las calles de la ciudad.
Las autoridades de Córdoba observan el gran llano totalmente despoblado de lo que luego sería el concurrido Polígono de la Fuensanta
Personajes y recuerdos
Volviendo a la charla sobre el barrio de Cañero improvisada durante la espera médica, recordamos a aquel panadero del Horno de los Remedios que con su carro y su borriquillo se dedicaba a repartir el pan por todas sus casas. Hace ya bastantes años que murió este hombre, Rafael ‘El Teleras’, que vivía en la calle Escañuela. Pero es que también ya falta, desde hace mucho tiempo, Manuel Machín Moreno, que con el triciclo y posteriormente con una furgoneta lo sustituyó en el reparto. Era quien suministraba el pan a las personas mayores por cuenta del célebre platero del barrio Rafael Gómez Sánchez ‘Sandokán’.
Porque puestos a recordar, estaba aquel aluvión de plateros que se instalaron en Cañero, empezando por comprar una casa y luego otra y otra, con lo que dieron vida al barrio y trabajo para la gente joven. Entre 1970 y 1990 rara era la calle que no tenía como vecinos un grupo de plateros. Sandokán es seguramente el último más conocido, pero todavía podemos recordar a El Pesetas, con sus collares, medallas y alhajas colgados al cuello, y su larga melena con lo que con toda seguridad quería disimular su corta estatura, oriunda de la calle Cristo.
Y, cómo no, echamos de menos a El Botines, aquel gran aficionado al toro que en compañía de su madre, también con un triciclo, se encargaba de vender el pescado. O aquel Fernando Yáñez, que al principio con su piara de cabras pasaba calle por calle para vender la leche en aquellos simples jarrillos de lata que suponían un cuartillo. Luego se modernizó contando con un Land Rover y cántaras en vez de latas.
También puestos a recordar, hablamos de aquel señor, guardia civil jubilado, que en la primera calle a la derecha solía vender petróleo para las cocinas que se utilizaban en aquellos años 50 y 60, y del bar Paco Cerezo, centro de referencia en el barrio, entre otras cosas por sus extraordinarias tapas de callos y su ambiente taurino. Y de aquella candela que Enrique ‘El Maero’ solía hacer todos los años en Nochebuena en un recipiente metálico junto a la puerta de su casa de la calle Juan Bautista, calle donde un espléndido limonero daba fruto para todos sus vecinos. Enrique se murió, y ya casi nadie se acordaba de esta tradición navideña suya. Por último, habló de un vecino que se disfrazaba todos los años de elegante moro con turbante incluido del que, desgraciadamente, no nos acordábamos de su nombre.
Aquella riada
Por desgracia, no todo había sido de color de rosa. Los más viejos del lugar recordarán la lamentable inundación que sufrió Cañero en el año 1963 con el desborde del arroyo de Pedroches que pasaba al final de sus calles, por donde estaban el bar Tarugo y el antiguo puente de Burriciegos, aquel que nos alegraba tanto cruzar cuando íbamos a bañarnos a la zona de Lope García.
Una calle cualquiera del barrio de Cañero
Se volvía a repetir el error frecuente de cuando se urbanizaba o se modificaba el cauce natural de los arroyos. En este caso fueron los arroyos de las Piedras y el Hormiguita (o Camello), que tradicionalmente habían discurrido unidos por la actual calle Cinco Caballeros. Allí, al intentar salvar el inmediato cuartel de Lepanto, ya habían dado problemas de riadas. Así que como solución fueron interceptados aguas arriba y reconducidos por la margen derecha de la nueva avenida de Carlos III, al principio a cielo abierto (hoy van entubados). Al final de la avenida, por la Choza el Cojo, se unirían a partir de entonces como afluentes al mucho más grande arroyo de Pedroches. Antes se le unían casi al final del recorrido de éste, por su desembocadura en la Fuensanta, y alguien no calculó bien que el Pedroches llegaría ahora a Cañero con mucha más agua cuando lloviera intensamente, como pasó en ese año de 1963. Todo aquel contingente de agua se desbordó a la altura del puente de Burriciegos, inundando seriamente todo el barrio y sus aledaños.
Aquella parada de Cañero
Los políticos que nos gobiernan, sea a nivel regional o nacional, parece que han descubierto ahora las bondades de lo que llaman «formación dual», cuando el concepto es tan viejo que se remonta, al menos, al siglo XIX. Por ejemplo, los Salesianos ya montaron entonces escuelas y talleres formativos en Sarriá (Barcelona), y en ese mismo siglo las industrias naval y ferroviaria contaban con sus escuelas de aprendices. Para tratar de coordinar las diferentes iniciativas que se habían puesto en marcha, una ley del Ministerio de Trabajo de 1940 (sí, de 1940) obligaba a las industrias de más de cien trabajadores a tener su propia Escuela de Aprendices, para de esta forma garantizar el relevo generacional de sus propios profesionales.
Como la industria crecía, ni aún así se podía encontrar la cantidad de mano de obra formada que se necesitaba. Por eso se crearon las Universidades Laborales, el culmen, por estructura y medios técnicos, de esa forma de enfocar la formación profesional. Su financiación corrió a cargo de dinero de las mutualidades laborales. El novedoso modelo fue admirado por alemanes, suizos y franceses, países poco sospechosos de estar atrasados o de ser afines al franquismo, que venían a estos centros a llevarse para sus multinacionales a los mejores alumnos que habían concluido su formación.
Pero como este país es lo que es, con la llegada de la democracia cambiaron las tornas. Desmontaron, porque era lo que tocaba, las Universidades Laborales (que fueron idea del régimen de Franco) las Escuelas de Aprendices... y la Formación Profesional se quedó, injustamente, como el reducto a donde iban los estudiantes de menor nivel tras acabar la EGB, aquellos que no iban a cursar el BUP. Últimamente, a buenas horas, los políticos han caído de nuevo en la cuenta de la necesidad de contar con una Formación Profesional acorde con las necesidades de las empresas.
Como un recuerdo de aquella Formación Profesional que tanto estorbó a los políticos de un lado y otro, quizás porque trataban de sacar dinero de todos los sitios para sus sueldos y corruptelas varias, voy a contar mi experiencia en la misma relacionada con Cañero, porque allí paraba precisamente el autobús que cogíamos para ir y venir de la Laboral.
El miércoles día 30 de octubre del año 1957 entramos por primera vez en la Universidad Laboral de Córdoba dentro de un grupo de externos que no superaríamos la veintena.
La casa que sirvió de parada de Cañero del autobús de la Universidad Laboral
De San Lorenzo y alrededores íbamos como novatos unos cinco o seis compañeros que nos montamos algo cohibidos en el autobús de la Universidad Laboral en la llamada parada de Cañero, situada en la primera casa situada a la derecha, según se entraba, de la calle principal del barrio dedicada hoy a un famoso pintor y entonces a José Antonio Girón de Velasco, curiosamente el ministro de Trabajo del cual había partido la iniciativa de las Universidades Laborales. Esa casa junto a la parada se convertiría muchos años después en la sede inicial de Arenal 2000.
En su portal nos refugiábamos cuando la espera se juntaba con las inclemencias del tiempo. La vivienda pertenecía entonces a Iglesias, el que fuera jugador del San Álvaro, y al que todos los días le dábamos los buenos días cuando salía temprano de su casa para irse a trabajar. Luego llegaba un invidente apellidado Marchena, que era el que abría el puesto de arropías que estaba a la entrada de la misma calle. Por cierto, que este Marchena era un gran jugador de dominó a pesar de que estaba totalmente ciego
En aquella parada nos juntábamos varios chicos de esa edad en la que no éramos ya niños ni tampoco jóvenes del todo, entre los 12 y los 16 años. Del año 1957 puedo recordar a José Montes Delgado, Julián Contreras Cantador, Rafael Natera Hidalgo, Manuel Martínez Bermúdez y yo. Al llegar a la parada nos encontrábamos con una serie de veteranos de los que quiero recordar especialmente a Juan Quirós, Manuel Huertas, Morales Cerezo y Rafael Ojeda, etcétera.
Al poco tiempo de estar allí ese día de octubre de 1957 apareció el flamante autobús conducido por Felipe, del que decían que tenía unas hijas guapísimas. El vehículo venía ya cargado de compañeros de otras paradas anteriores. A pesar de ello la parada de Cañero era, sin duda, la más nutrida.
Tengo que decir, que muchos de aquellos alumnos cuando nos tomaron la filiación y nos tallaron, apenas si dábamos una altura de 1.56, metros, pero afortunadamente y gracias entre otras cosas a las habichuelas blancas a la vinagreta que las señoras Madueño y Casilda nos preparaban para nuestros ordenadas comidas, pudimos superar aquella altura con cierta bondad.
Los cines de Cañero
Si por algo es añorado Cañero, aparte de por sus antiguos vecinos y sus limpias calles con naranjos y limoneros (que vinieron a sustituir a las antiguas moredas, que levantaban el acerado) era por sus cines. Además del Cine Osio de invierno, tenía también dos cines de verano, el Cine Cañero y el Cine Imperial, ambos situados en el terreno que delimitaba la antigua Huerta la Portá, (que no le fue vendida a Fray Albino). El encargado de esta huerta, era el amigo Cándido Sánchez, tío carnal de Paco Ruiz, el fundador de la peña El Rincón del Cante. Y tío abuelo del compositor Queco, que compusiera el himno del Córdoba CF.
La tercera calle, Pintor Muñoz Lucena, fue durante años la locomotora económica del barrio. No en balde, además de Deportes Mejías estaban en ella varias tiendas de comestibles, una bodeguita, un estanco y el pequeño ‘imperio’ que montó inicialmente Rafael Gómez Sánchez, rematado al final de la calle por el también platero El Pesetas.
El Monte de Piedad y Caja de Ahorros
Todavía recuerdo cuando en 1955 un antiguo empleado del llamado Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, Antonio Rodríguez Acosta, me pagó dos reales por transportarle desde su casa en la calle Roelas número 10 una máquina de escribir y accesorios de escribanía para su despacho, pues iba a ser el primer director de la sucursal recién inaugurada en la calle principal de Cañero.
La oficina cerrada del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba en Cañero
Si el bueno de Antonio levantase la cabeza no entendería lo que ha pasado con «su» Monte de Piedad, del que llegó a ser el primer director de su Obra Cultural en tiempos de don José María Padilla. Porque no solamente han cerrado un montón de oficinas de barrio, entre ellas la suya de Cañero, sino que los vascos de Kutxabank (qué listos fueron) han anunciado que van a vender su edificio estrella en Ronda de los Tejares para unirlo a la venta de otra serie de inmuebles que fueron santo y seña de la entidad. El lujoso edificio, inaugurado el 25 de abril de 1965, obra del arquitecto Carlos Sáenz de Santamaría, había sido levantado sobre el solar de otro comprado a la familia Fragero, (68 millones de pesetas) conocidos plateros, artífices del famoso trofeo Carranza.
A este paso lo único que no venderán (no son tontos) será el Palacio de Viana, que con la «Cultura de nuestros Patios» se ha convertido en uno de los activos más rentables del banco de los vascos.
Antonio también nos preguntaría que qué ha pasado con tanta gente de ese barrio que conoció y por cuya salud velaba don Eduardo Font de Dios, «El médico de Cañero». Y se hubiera sorprendido al saber que un sucesor suyo en la sucursal de Cañero, Alberto Casas, hijo del simpático Virutas, carpintero del Monte, de la noche a la mañana en aquellos años 80 se quitó sus grandes gafas que delataban una gran miopía gracias a una operación que se realizó por 200.000 pesetas en un barco anclado en el Peñón de Gibraltar. El éxito de su operación sorprendió a todo el mundo y constituyó la mejor propaganda para la oficina que regentaba.
Pero todo eso pasó. Hoy puedes andar por esa calle principal y otras del barrio de un extremo a otro y apenas encontrarte a nadie, en muchas ni el maullido de un simple gato. Se fue Arenal 2000, de esos tiempos donde el barrio se llenó de pancartas al grito de «Con el Córdoba CF a Primera». Aquella esperanza, donde tantos cordobeses participamos de corazón, fracasó. Y no digamos la suerte de su oficina de Cajasur que como tantas otras han cerrado. Antes, como hemos dicho, por el desaparecido puente de Burriciegos cruzaba la gente con ánimo alegre y festivo para bañarse en Lope García. Por contra, ahora sólo se cruza el tramo donde estuvo para ir, por ejemplo, al tanatorio del Granadal. Ha cambiado todo. Esperemos que un día vuelva a cambiar, pero a mejor.