La ermita de la Aurora en la calle de la Feria
El derrumbe de la ermita de la Aurora
Actualmente es un espacio multiusos municipal a la espera de una reforma de la Gerencia de Urbanismo
Era algo que se veía venir. El abandono que sufría desde hacía años la ermita de la Aurora, en la calle de la Feria, desembocó en su hundimiento en los días finales de febrero de 1960. Esta pérdida para la ciudad no fue prácticamente lamentada por nadie, pues eran los años del desarrollismo y los criterios de protección del patrimonio eran muy diferentes de los actuales, si no diametralmente opuestos.
La ermita se construyó en los primeros años del siglo XVIII en lo que en aquella época era el centro comercial de la ciudad. La calle de la Feria, el Ayuntamiento y la plaza de la Corredera formaban un triángulo que concentraba el bullicio mercantil. De aquella construcción, que llamó la atención en su momento, ahora sólo queda la portada y un arco. El resto del espacio espera desde hace casi tres años el anunciado proyecto de la Gerencia de Urbanismo, por importe de 100.000 euros, para adecentar el recinto y subsanar los daños causado por desprendimientos de la muralla.
Interior de la ermita de la Aurora tras el derrumbe
La historia de la ermita arranca hace más de tres siglos, cuando un grupo de jóvenes, que reunían a rezar el rosario en la ermita de Santa Lucía, ven que aquello se les queda pequeño y deciden tener un espacio propio para no depender de nadie y evitar los problemas que les ocasionaba estar en casa ajena.
Donativos, rifas y una corrida de toros
La hermandad de la Virgen de la Aurora se funda el 8 de septiembre de 1716. Los chavales querían una sede en condiciones y se encapricharon de unos solares en la calle de la Feria. Consiguieron sin mayores problemas que sus propietarios se los cedieran a cambio de contar con una tribuna propia desde la que asistir a los cultos.
Portada de la ermita de la Aurora
El proceso seguido por estos jóvenes no es muy diferente al de quienes hoy día fundan una hermandad. Tanto hace tres siglos como ahora cuentan con el mismo condicionante: la falta de fondos. Como no hay nada nuevo bajo el sol, a comienzos del siglo XVIII hicieron lo mismo que harían en la actualidad, esto es, rifas, sorteos, petición de donativos y hasta se atrevieron con la organización de una corrida de toros, que se celebró en la plaza de la Magdalena y les dejó un beneficio de 5.000 reales.
Así siguieron trabajando día a día y al cabo de siete años ya tenían logrado su objetivo. La ermita ya estaba concluida y en su construcción habían destinado 35.000 reales.
El obispo Siuri echa el freno
Había llegado el momento de su bendición. La cofradía fijó la fecha del 1 de abril de 1725, pero cuando se enteró el obispo, Marcelino Siuri, suspendió el acto. El anciano prelado alegaba que el nuevo templo no podía estar a cargo de unos chavales de los que se dudaba que garantizaran su mantenimiento. Tuvieron que argumentarle cómo habían conseguido poner en pie la ermita y al final lo convencieron. Se bendijo el 10 de septiembre de ese año.
Interior de la ermita de la Aurora tras el derrumbe
En ese momento, el barroco impregnaba de pleno la vida de los cordobeses y uno de sus elementos imprescindibles eran los rosarios públicos, con su estandarte, con sus grandes faroles de hojalata, con sus velas y sus cánticos.
El rosario de la ermita de la Aurora se alzó pronto como uno de los más populares. Rápidamente se puso de moda y todos querían salir en él. Esto provocó un flujo de tesorería que rápidamente tuvo su reflejo en el embellecimiento del templo. A la Virgen de la Aurora, obra de Alonso Gómez de Sandoval, se sumaron otras de San Miguel y de San Rafael. No había espacio para mucho más, pero también colgaban de sus muros lienzos de San Joaquín, Santa Ana, San José y San Francisco.
Por avatares de la vida, también recibía culto la imagen de San Lucía, la titular de la ermita que primero acogió a los fundadores de la cofradía de la Aurora. Curiosamente, tras la guerra civil, la recién creada Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE) se reunía cada 13 de diciembre en esta ermita para rendir culto a su patrona, Santa Lucía.
Abandono y ruina
El pequeño templo dependía de la parroquia de San Francisco y San Eulogio y el párroco, Carlos Romero, se encaprichó de la ermita, la reparó y la dotó de actividad desde los años 20 hasta su fallecimiento en 1945. A partir de ese momento se cerró al culto y comenzó su decadencia.
Estado actual de la ermita de la Aurora
Como se temía lo peor y la ruina amenazaba en serio, en la década de los 50 se decidió trasladar todo su patrimonio a la parroquia. Así se pudieron salvar cuadros e imágenes y gracias a esta acción hoy se puede admirar a la Virgen de la Aurora en el ábside del lado del evangelio en San Francisco. Al estar todo el patrimonio fuera del templo no dolió tanto su derrumbe en 1960, ya que se presumía que era algo que iba a ocurrir tarde o temprano.
Los restos pasaron a manos privadas, pero el PGOU de 1986 protegió el recinto, por lo que el solar siguió igual durante años hasta que lo adquirió el Ayuntamiento en el mandato de Rafael Merino. Se inaugura en 1998 como un recinto multiusos en el que se han celebrado conciertos, proyecciones de cine y mercadillos dominicales hasta la llegada de la pandemia y el desprendimiento de la muralla. Ahora, está a la espera de la actuación prometida por la Gerencia de Urbanismo y la recuperación de la decoración de que la dotó el artistas José María Báez, con unos versos de las ‘Letanías a las glorias de Córdoba’ de Pablo García Baena.